David Hernández de la Fuente. Oráculos griegos.

febrero 20, 2023

David Hernández de la Fuente, Oráculos griegos
Alianza, 2008. 272 páginas.

Impresionante ensayo sobre los oráculos griegos que combina un rigor impresionante con un texto divulgativo fácil de seguir por un profano como yo. Está dividido en tres partes, comenzando por el origen y las formas de la adivinación en la antigüedad. De aquí destaco que muchos de los lugares de adivinación venían de la época minoica y que incluso en la mitología griega parece que la adivinación proviene de elementos premitológicos. Apolo mata a la serpiente Pitón de donde vienen esos poderes adivinatorios.

La segunda parte está dedicada a la función de los oráculos en la sociedad griega, porque estamos hablando de unas instituciones que tenían mucho poder económico (entre los precios de las consultas y los regalos iban acumulando fortunas) pero sobre todo poder político, porque un vaticinio de uno u otro signo podía cambiar el curso de guerras o elecciones.

Acaba con un repaso de los lugares más famosos, empezando por Delfos y otros oráculos dedicados a Apolo y acabando con Dodona y Siwa auspiciados por Zeus y que tenían un método de adivinación diferente. También se incluyen los dedicados a Asclepio. Se describe como era el proceso en el oráculo de Trofonio (adjunto al final detalle) que es realmente aterrador.

Se incluyen anécdotas, extractos de obras en los que aparecen los oráculos presentes, lo que hace que en ocasiones se lea como una novela. Muy interesante e instructivo.

Muy bueno.


Superados estos requisitos y tras beber el agua de la fuente del Olvido, parece que los consultantes, vestidos con una túnica blanca y unas botas especiales, descendían subterráneamente por una sima hasta llegar a un lugar más ancho y se quedaban allí tumbados. «La forma de esta estructura -dice Pausanias- es como la de un horno de pan. Su anchura, podríamos decir que es de unos cuatro codos y su profundidad no podría ser estimada como más de ocho.»
Entonces el consultante, llevando el pastel sagrado en la mano, empujaba con los pies una pequeña abertura y se deslizaba a través de ella, pasando a un lugar más estrecho como arrastrado por una corriente sobrenatural. Allí veía u oía cosas impresionantes, reveladas por Trofonio, acerca de su futuro. Después de este descenso -a un verdadero adyton subterráneo- y la experiencia reveladora, debía pasar un tiempo de recuperación, bebiendo de las aguas del Recuerdo. El que pasaba por ese oráculo regresaba de una experiencia tan aterradora que, se decía, no era capaz de reír durante un tiempo.
Después de su ascenso el consultante es llevado de la mano por los sacerdotes, que le sientan en una silla llamada «trono de la Memoria», no lejos del altar, y le preguntan, una vez sentado, lo que ha visto o percibido. Luego de obtener la información le devuelven a sus parientes. Éstos se lo llevan a peso, paralizado por el terror y sin conciencia de él mismo o de su entorno, hasta el edificio donde se aloja […]. Más tarde, sin embargo, recuperará todas sus facultades y la capacidad de reír volverá a él (Pausanias, IX 39 13).
La arqueología aún no ha podido confirmar ni la narración mítica ni la descripción del ritual en sus indagaciones a orillas del río beocio Hercina. El santuario, según Pausanias, estaba cerca de un bosque sagrado y se levantaba sobre una colina, pero al parecer sufrió una destrucción sistemática al final de la Antigüedad y con la llegada del cristianismo: hay una iglesia hoy día en una colina donde, se supone, estaba el antiguo templo de Zeus en Lebadea y desde donde quizá se accedía a la gruta de Trofonio. Se han querido identificar en el lugar diversos manantiales con las fuentes del Olvido y de la Memoria, que marcaban el principio y el fin de la consulta.
Pero son el silencio y el olvido los que cubrieron los restos del oráculo de Trofonio, quizá uno de los más importantes para la iniciación de los antiguos en su espiritualidad más profunda, en el camino hacia Delfos. El esquema de la consulta en este oráculo corresponde a los ritos de paso en diversas culturas, como ya estudió Jane Harrison (1955). Este proceso supone tres fases, constatadas en el oráculo de Trofonio: un primer momento de segregación del grupo y del mundo, que se obtiene mediante la purificación del agua del olvido y del vestido blanco; en segundo lugar, la fase de liminalidad, es el descenso al infierno, una katábasis al estilo de los héroes que van y vienen del mundo de los muertos para averiguar algo; finalmente, la tercera etapa era el recuerdo de su aterradora experiencia, como un sueño revelador.

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