Terry Pratchett. ¡Voto a Bríos!

noviembre 28, 2011

DeBols!llo, 2009. 400 páginas.
Tit. Or. Jingo. Trad. Javier Calvo.
Terry Pratchett, ¡Voto a Bríos!
Antipatriotismo

Otra novela del mundodisco con la guardia como protagonista (mis preferidas), que tiene su propia entrada en la wikipedia: ¡Voto a Bríos!. Yo la leí hace mucho en traducción no oficial, siguiendo mi esquema habitual.

Ha aparecido una isla entre Ankh-Morpork y la ciudad Klatchiana de Al-Khali. Ambas ciudades intentarán conquistar el territorio, lo que provocará altercados dentro de Ankh-Morpork. El príncipe Khufurah es asesinado y Vimes viajará a Klatch con la misión de detener a su supuesto asesino. Vetinari es depuesto de su cargo y viajará en un curioso artefacto inventado por Leonardo de Quirm.

Los recelos que sienten los habitantes de Ankh-Morpork hacia los klatchianos es un trasunto muy reconocible de la paranoia desatada en muchos países contra los musulmanes. Si los ánimos están exaltados es muy fácil que las situaciones se descontrolen y que gente normalmente pacífica cometa actos de los que se arrepentirá después.

Impagable la escena en la que ofrecen a Vimes ojos de cordero para comer y éste da su opinión sobre el asunto (si quieren saber cual es, lean el libro).

Calificación: Muy bueno (es de Pratchett).

Un día, un libro (89/365)

Extracto:
—¿Cómo? Oh… no es más que algo que solían decir las mujeres a los hombres cuando los mandaban a la guerra. Vuelve con tu escudo o encima de él.
—¿Encima de tu escudo? —dijo Nobby—. ¿Quieres decir… como usándolo de trineo o algo así?
—Como muerto —dijo Angua—. Quería decir: vuelve como vencedor o no vuelvas.
—Bueno, yo siempre vuelvo con el escudo —dijo Nobby—. Por ahí no hay problema.
—Nobby —suspiró Colon—. Tú solías volver con tu escudo, con el escudo de todos los demás, con un saco de dientes y con quince pares de botas todavía calientes. En una carreta.
—Bueeeno, no tiene sentido ir a la guerra si no vas a estar en el bando ganador —dijo Nobby, embutiéndose la pluma blanca en el casco.
—Nobby, tú siempre estabas en el bando ganador, más que nada porque te quedabas escondido a un lado esperando a ver quién ganaba y entonces le afanabas el uniforme bueno a algún pobre fiambre. Yo oí una vez que los generales no le quitaban ojo a lo que tú llevabas, para saber cómo estaba yendo la batalla.
—Muchos soldados han servido en varios regimientos distintos —dijo Nobby.
—No, claro, si tienes razón. Pero normalmente no durante la misma batalla —replicó el sargento Colon.

Y entonces se dio cuenta de por qué estaba pensando así.
Era porque quería que hubiera conspiradores. Era mucho mejor imaginar a un grupo de hombres en una habitación llena de humo, enloquecidos e impulsados al cinismo por el poder y los privilegios, conspirando mientras se bebían su coñac. Uno tenía que aferrarse a aquella clase de imágenes, porque si no tal vez se viera obligado a afrontar el hecho de que las cosas malas pasaban porque la gente normal y corriente, la misma que cepillaba a su perro y contaba cuentos a sus niños en la cama, era capaz de salir después a la calle y hacerle cosas horribles a otra gente normal y corriente. Era mucho más fácil echarles la culpa a Ellos. Resultaba del todo deprimente pensar que Ellos eran Nosotros. Si eran Ellos, entonces nada era culpa de nadie. Pero si éramos Nosotros, ¿qué decía eso de Mí? Al fin y al cabo Yo soy uno de Nosotros. Por fuerza. Ciertamente nunca he pensando en Mí mismo como uno de Ellos. Siempre somos uno de Nosotros. Y son Ellos los que hacen las cosas malas.

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