Antología bastante completa del poeta nicaragüense Carlos Martínez Rivas>, al que llego desde el Atlas y que se resistía a publicar sus libros y muchos de ellos lo han sido de manera póstuma. Aquí hay una semblanza bastante documentada: El insurrecto solitario.
Sus primeros poemas, que fueron los que le dieron la fama, no me han dicho demasiado. Muy bien escritos, pero ni yo estaba en el mejor momento de ánimo, ni los temas tratados me resultaban de interés, El último tercio del libro, recopilaciones varias de aquí y allá que no vieron la luz en su momento, si que consiguió emocionarme (dejo muestras).
Bueno.
LA PUESTA EN EL SEPULCRO
XIV Estación
Cuando ya no me quieras
Cuando ya no me quieras y no podamos estropear nada
Porque nada estará vivo y confiado.
Cuando tú te hayas ido y yo me haya ido
Y todos se hayan marchado
Diremos: «Algo se ha perdido. No mucho.
Pero algo esencial —un culto, un lenguaje,
Un rito— está perdido».
Cuando hayamos dejado de ser esto que somos:
Una pareja expuesta al dardo
Desnuda y apremiante
Mal avenida pero bien enlazada
Y nos dispersemos en otros círculos
Y nos disipemos en otras charlas
Habrá quien diga: «Aquí dos seres carmesíes
Se atraparon. Los vimos balancearse,
Estremecerse, volver a la seguridad
Y caer».
Para entonces, el zumbido del tractor
Volverá a oirse en el fondo del campo
Las chorejas del guanacaste caerán
Con un golpe seco frente al portal
Pero esos rumores de la vida nos llegarán por separado
Y otro sol será tu sol y otra luna será mi luna.
Cuando ya no me quieras
Cuando en la reunión tus ojos
Al encontrar los míos ya no digan: «Espera
A que acabe con estas gentes. Pero mi corazón te pertenece»
Cuando en las incesantes fases
De tu errabunda búsqueda femenina
Ames a otro
Y te desveles bajo otra antorcha
Y te descalces delante de otro cetro
Cuando trasmitas a otro el poder que yo te trasmití
Pensaré aguzadamente: «Ya se le agotará.
Entonces vendrá a mí y no le daré más».
Y así siga por el mundo y a través de los días
Rumiándote en el hosco destierro
Granitizándome en mi frustración y mi orgullo
Como un mendigo sobre un pedestal
Recorriendo el obstruido pasado
Como un sucio canal maloliente en el crepúsculo:
«Aquí estuve brutal. Ahí comenzó el desierto.
En Aquel banco trató de herirme.
Tal día…»
Y así te evoque. Así evoque
Tu espectro, agureándolo de flaquezas y máculas.
Cuando ya no me quieras.
Y yo ya no te tema
Cuando contentadizo, trivial, inadecuado
Para la soledad y la amargura
Yo mismo haya olvidado —cuando
Ya no me quieras— que me quisiste
Mantos y mangas de mujeres
Erinnias disfrazadas de monjas
Me depositarán en la oscura y helada tumba que me busqué.
Pero injértame en la esquina viva.
Aprieta las rodillas
de cráneos de mellizas.
Cierra las piernas cierra las tijeras de la Parca.
Prénseme la trampa
de tu hueso. Sienta
la presión de tu muerte. Sepa
el grado exacto de prensibilidad de la
muerte encarnada
de la carne descarnada
de tu esqueleto escarlata.
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