Lumen, 1989. 586 páginas.
Tit. or. Il pendolo di Foucault. Trad. Ricardo Pochtar, rev. Helena Lozano.
Templarios
Había leído este libro hace muchos años y apenas recordaba lo bueno que era en toda su extensión. Algo me sonaba de una lista malinterpretada por ocultistas y que en realidad no era para tanto, pero he disfrutado -seguramente más que en su momento- de todos los detalles de la trama.
Un buen resumen puede leerse en la wikipedia: El péndulo de Foucaukt y como voy con prisas no repetiré lo ya escrito.
Importante la crítica a las editoriales que hacen negocio con la gente que quiere publicar sus libros, una lacra que sigue existiendo todavía y ahora con internet todavía más. Por suerte los servicios de impresión bajo demanda permiten a cualquiera poder ver su libro publicado y no arruinarse en el proceso.
Pero el palo más gordo se lo llevan los amantes de conspiraciones históricas y del esoterismo en general, quedando completamente ridiculizados. Sin embargo y a pesar de losdardos certeros que sobre las novelas de templarios y griales lanza este libro años después El código DaVinci se hartaba de vender con los mismos tópicos gastados y volvía a poner de moda a templarios y otras hierbas. Una pena.
Calificación: Muy bueno.
Un día, un libro (159/365)
Extractos:
Aquel día empecé a volverme incrédulo.
Es decir, me arrepentí de haber sido crédulo. Había sido presa de una pasión mental. Tal es la credulidad.
No es que el incrédulo no deba creer en nada. No cree en todo. Cree en una cosa cada vez, y en una segunda cuando deriva de alguna manera de la primera. Avanza como un miope, es metódico, no aventura horizontes. Dos cosas no relacionadas entre sí, creer en las dos, y con la idea de que, en algún lugar, haya una tercera, oculta, que las vincula, esto es la credulidad.
La incredulidad, lejos de excluir la curiosidad, la sostiene. Desconfiando de las cadenas de ideas, de las ideas amaba la polifonía. Basta con no creer en ellas para que dos ideas, ambas falsas, puedan chocar entre sí creando un bello intervalo o un diabolus in música. No respetaba las ideas por las que otros apostaban la vida, pero dos o tres ideas que no respetaba podían formar una melodía. O un ritmo, preferentemente de jazz.
—¿Y si el estúpido fuese usted?
—Estaría en buena y muy antigua compañía.
—Pues sí, la estupidez nos rodea. Y quizá para un sistema lógico diferente nuestra estupidez sea sabiduría. Toda la historia de la lógica es un intento por definir una noción aceptable de estupidez. Demasiado ambicioso. Todo gran pensador es el estúpido de otro.
—El pensamiento como forma coherente de estupidez.
—No. La estupidez de un pensamiento es la incoherencia de otro pensamiento.
—Profundo. Son las dos, falta poco para que Pílades cierre y aún no hemos llegado a los locos.
—Ya llego. Al loco se le reconoce en seguida. Es un estúpido que no conoce los subterfugios. El estúpido trata de demostrar su tesis, tiene una lógica, cojeante, pero lógica es. En cambio, el loco no se preocupa por tener una lógica, avanza por cortocircuitos. Para él, todo demuestra todo. El loco tiene una idea fija, y todo lo que encuentra le sirve para confirmarla. Al loco se le reconoce porque se salta a la torera la obligación de probar lo que se dice; porque siempre está dispuesto a recibir revelaciones. Y le parecerá extraño, tarde o temprano el loco saca a relucir a los templarios.
—¿Siempre?
—También hay locos sin templarios, pero los más insidiosos son aquellos. Al principio no se los reconoce, parece que hablan de manera normal, pero luego, de repente… —Iba a pedir otro whisky, pero recapacitó y pidió la cuenta—. A propósito de los templarios. El otro día un tío me dejó un original sobre ese tema. Seguro que es un loco, pero con rostro humano. El texto empieza sin estridencias. ¿Querría darle una ojeada?
—Un poco confuso —dijo Diotallevi.
—Es que no sabes ver las relaciones. Y no valoras como corresponde esa interrogación que aparece dos veces: ¿quién se casó en las bodas de Cana? Las repeticiones son claves mágicas. Naturalmente, he completado algunas cosas, pero completar la verdad es prerrogativa del iniciado. Esta es mi interpretación: Jesús no fue crucificado, y por eso los templarios renegaban del crucifijo. La leyenda de José de Arimatea encubre una verdad más profunda: Jesús, y no el Grial, llega a Francia, a la Provenza de los cabalistas. Jesús es la metáfora del Rey del Mundo, del verdadero fundador de los rosacruces. ¿Y con quién llega Jesús? Con su esposa. ¿Por qué los Evangelios no dicen quién se casó en Cana? Porque eran las bodas de Jesús, de las que no se podía hablar porque se había casado con una meretriz, María Magdalena. Por eso desde entonces todos los iluminados, desde Simón el Mago hasta Postel, buscan el principio del eterno femenino en un burdel. Por tanto, Jesús es el fundador de la estirpe real de Francia.
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