Lengua de trapo, 2006. 132 páginas. Un profesor descubre que hay dos tipos que lo quieren matar. Consigue hacerse con una pistola para protegerse, pero las cosas se complicarán demasiado, e incluso se verá involucrado el cerdo que cría en casa. Relectura involuntaria, retorné al autor por el Atlas y este primero ya lo había leído. Lo he recordado por el detalle de que el protagonista tiene un cerdo en casa, porque el resto de la trama se me olvidó por completo, porque es bastante olvidable. Creo que la novela tiene algunos mimbres interesantes (el delincuente escritor, la transformación del protagonista, la parodia de novela negra) pero no acaban de cuajar. Aún así, se lee con gusto. Entretenida. Mientras Claudio desayunaba un trozo de pan y un vaso de agua con azúcar, apenas pudo pensar en aquel álgido momento por el que atravesaba su Tesis Doctoral. Cerró los ojos para ubicarse mejor, pues desde hacía cinco años estaba desarrollando aquella investigación acerca de la Oscuridad. No la oscuridad física, desde luego, sino la Oscuridad simbólica, o dicho de otro modo: aquellos valores metafísicos o de otra índole que el hombre había relacionado con la oscuridad desde tiempo inmemorial. Con los…
Lengua de trapo, 2002. 125 páginas. Islas y hambre Acostumbrado a que los libros de la editorial Lengua de trapo que he leído tengan siempre un aire humorístico entre socarrón y surrealista me ha sorprendido la seriedad de esta colección de cuentos de Ronaldo Menéndez. El libro incluye los siguientes: Primera parte: Hambre Carne Últimas escenas conyugales ABC diario Cerdos y hombres o El extraño caso de A Segunda parte: La isla de Pascalí La verticalidad de las cosas La isla de Pascalí Eguereguá, la potencia De modo que esto es la muerte Hambre y muerte aparecen más o menos directamente en todos los relatos, algunos -como el primero- de una crudeza extraordinaria. La calidad media de los relatos es alta, lo suficiente para haber ya comprado otro libro del autor. Recomendable. Extracto:[-] Ni nardos ni caracolas tienen el cutis tan fino, pude haber pensado. Y eso que Yeni pertenecía al oriente de la isla, donde la sinceridad ortogonal del sol y la irresponsable costumbre de no aplicarse cremas (pues no las hay) garantizan cierta condición apergaminada de la piel. Imagino que Yeni tenía algo de mulata, aunque no se notara a simple vista. Para percibirlo se necesitaba una mirada…