Estuche que contiene un opúsculo a cargo de Servando Rocha sobre diferentes cementerios de Madrid, con un artículo crepúsculos de Jordi Chantres sobre la costumbre de visitar cementerios en los años previos a la guerra civil. Un poster/ilustración con ‘recortes’ necrófilos en su parte trasera de Diana Calabaza Cósmica y dos mapas con los cementerios perdidos de Madrid y Barcelona que en su parte trasera incluyen un estudio de Javier Calvo sobre los de Barcelona.
Un artefacto muy paladeable que hará las delicias de los amantes de la psicogeografía, con abundantes fotografías y quizás -en mi modesta opinión- con menos texto del que me hubiera gustado. El de Javier Calvo, al estar donde está, es de complicada lectura. Y es que estos experimentos están muy bien porque se despliegan y tal pero para leerlos son un engorro.
Ojo, lo he disfrutado un montón. Otra reseña: Camposanto.
Bueno.
El cristianismo entra en Barcelona, como en el resto de España, en el siglo IV. Ya en la Antigüedad tardía, de los siglos IV al VI, el panorama funerario de Barcino se reestructura. Para empezar, es el momento en que empiezan a aparecer las primeras basílicas cristianas, de las que se sabe bastante poco en general. En el siglo VI la ciudad ya tiene una sede episcopal consolidada dentro de la muralla, fundada dos siglos antes, con la construcción de la primera basílica y el primer baptisterio donde está la actual catedral. Durante esos dos siglos, el conjuntq episcopal crece y crece hasta ocupar una cuarta parte del recinto amurallado. Aunque evidentemente los edificios que se ven ahora en esa zona son modernos (o tardo medievales en el mejor de los casos), el visitante actual puede apreciar todavía las dimensiones del fastuoso conjunto episcopal-catedralicio: de la Tapineria y la vía Laye-tana hasta la plaça de Sant Iu, y desde la plaça de Sant Jaume hasta la plaça Nova: una ciudad sagrada dentro de la ciudad, delimitada y asentada ya desde el Bajo Imperio romano.
Al mismo tiempo que se desarrolló esta zona, fueron apareciendo basílicas nuevas: dentro de las murallas las de Sant Miquel (en el actual carrer Ferran) y las de Sants Just i Pastor (a la vuelta de la esquina del ágora). Fuera de las murallas, los primeros núcleos apenas documentados de las futuras parroquias medievales de Barcelona: Santa Maria de les Arenes (más tarde Santa Maria del Mar), Sant Pere de les Puelles, Santa Anna, Santa Maria del Pi y Sant Pau del Camp. Los muertos seguían enterrándose en los caminos, pero ahora también en torno a las basílicas. La razón es la cercanía de las reliquias de los mártires que se guardan en estos centros de culto. Privilegio de proximidad. El entierro cerca de sus restos asegura la protección de los mártires.
Hay dos lugares en esta Barcino paleocristiana que merecen comentario aparte. El primero es la basílica de Sants Just i Pastor, uno de los sitios más fascinantes del casco antiguo de la ciudad.
La basílica de Sants Just i Pastor es conocida por ser poco conocida. Aunque es literalmente la iglesia más antigua de la ciudad, y su ubicación no puede ser más privilegiada, también es una edificación particularmente invisible. En parte se debe a que está medio escondida en una placita a la que se accede por un callejón muy fácil de pasar por alto. Y en parte porque, aunque pases por delante, es muy fácil no verla. Humilde y austera, con una fachada minúscula y rematada por un ventanal y una torrecita que contrastan con el boato neo-gótico del resto de la zona, uno puede pasar perfectamente por delante sin fijarse a menos que levante la vista en el momento oportuno. Por dentro, su única nave gótica tampoco resulta particularmente espectacular.
La magnitud de los tesoros arqueológicos que hay debajo de la basílica no se conoció hasta hace poco más de una década, a raíz de unas obras en la pavimentación del interior.
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