Arkadi y Borís Strugatski. Mil millones de años hasta el fin del mundo.

octubre 11, 2022

Arkadi y Borís Strugatski, Mil millones de años hasta el fin del mundo
Sexto piso, 2017. 170 páginas.
Tit. or. За миллиард лет до конца света. Trad. Fernando Otero Macías.

Cuando Dmitri Maliánov está a punto de hacer un descubrimiento capital en el curso de su trabajo (unas ecuaciones matemáticas de aplicación astrofísica) todo parece conjurarse en su contra: visitas inesperadas, vecinos con peticiones misteriosas, paquetes no solicitados… Pero no es sólo él, a otros amigos suyos les está pasando lo mismo.

La idea que vertebra la obra (y que no destriparé aquí) es interesante. Pero lo mejor, como siempre, es la historia cotidiana que la envuelve, narrada con una maestría y estilo poco común en el género, más pendiente en general de las ideas que de la psicología de los personajes.

No es el caso de los hermanos Strugatski, que se acercan más a Chejov que a Asimov y que consiguen que sus obras sean originales y chispeantes, sin dejar de lado el transfondo científico que nos gusta a los aficionados a la ciencia ficción.

Muy bueno.

Extracto 4. … después volvió a llenar las copas. Propusieron brindar por la amistad. Sin darse un beso. ¿Por qué tiene que haber besos entre personas inteligentes? Aquí lo importante era la comunión espiritual. Brindaron por la amistad y charlaron un rato acerca de esa comunión espiritual, de los nuevos métodos obstétricos y también de la diferencia entre hombría, valor y temeridad. El riesling se terminó, Maliánov sacó la botella vacía al balcón y fue al mueble bar a por un cabernet. Decidieron tomar el cabernet en las copas favoritas de Irka, de cristal ahumado, previamente rellenas de hielo. Ala conversación sobre la feminidad, suscitada por la discusión sobre la hombría, le iba de perlas aquel tinto muy frío. Sería curioso saber qué clase de burros habían decidido que no hay que enfriar el vino tinto. Abordaron esta cuestión. ¿A que el tinto helado está buenísimo? Sí, no hay duda. Entre otras cosas, las mujeres que beben vino tinto helado se ponen estupendas. Hay por ahí un sitio donde acaban pareciendo brujas. ¿Dónde, concretamente? Por ahí. Estupenda expresión: por ahí. Es usted un cerdo por ahí. Me encanta ese giro. Por cierto, hablando de brujas… ¿Qué opinión tienes del matrimonio? Del matrimonio de verdad. Del matrimonio inteligente. El matrimonio es un contrato. Maliánov volvió a llenar las copas y desarrolló esta idea. En el sentido de que marido y mujer son ante todo amigos, y para ellos lo más importante es la amistad. La sinceridad y la amistad. El matrimonio es amistad. Un contrato sobre la amistad, ¿entiendes…? Mientras decía esto, tenía sujeta la rodilla desnuda de Lídochka y la sacudía para resultar más persuasivo. Fíjate en Irka y en mí. Tú conoces a Irka…
Llamaron a la puerta.
—¿Quién demonios puede ser? —Maliánov se sorprendió, viendo la hora que era—. Yo diría que estamos todos en casa.
Eran casi las diez. Repitiendo: «Verá usted, estamos todos en casa…», fue a abrir, y en el recibidor pisó a Kaliam, por descontado. Kaliam maulló.
—¡Ah, piérdete, Satanás…! -dijo Maliánov, y abrió la puerta.

No hay comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.