Suma de Letras, 2004. 264 páginas.
En la cuarta entrega del laberinto mágico Aub intenta un experimento. Escribir un libro como si fuera un guión de cine. Es algo que le va bien al estilo del escritor, que tan buena mano tiene para los diálogos y las escenas. Sin embargo, en mi opinión, resulta ser el libro más flojo de los seis.
Se describe la vida de los prisioneros en los campos de refugiados franceses. Digo bien, prisioneros, porque se trataron más bien de campos de concentración, una antesala de lo que después serían los campos nazis. No es Aub el único que describe así la situación, y yo he podido hablar con gente que lo vivió en persona y así lo dicen. Se les trató como auténticos prisioneros de guerra.
Por eso dejo en segundo plano los fallos que pueda encontrar a la estética del libro y recomiendo su lectura aunque sólo sea por saber la historia. Aub aprovecha sus libros para discutir sobre ideología y a veces para enjuciar las decisiones de los dirigentes, pero en este y en su último libro denuncia una situación que no ha tenido mucho eco. El mal trato que dio Francia a los refugiados españoles fue un gran error histórico, un preámbulo al horror de la segunda guerra mundial.
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Extracto:[-]
Alemania y Rusia firman un pacto de no agresión. En Dantzig se publica un Decreto nombrando a
Forster jefe del Estado de la ciudad. El embajador inglés en Berlín, sir Neville Henderson, entrega a
Hitler un mensaje personal del jefe del gobierno británico, señor Chamberlain.
Actualidades alemanas: Letrero: 24 de agosto de 1936, superpuesto a la llegada de Ribbentrop a
Moscú.
INTERIOR DE UN BARRACÓN DEL CAMPO DE CONCENTRACIÓN DE VERNET D’ARIEGE
En una tarima de un metro de ancho están acostados Leo Weicsen y Juan. Hablan en voz baja.
WEICSEN. Me van a expulsar y me duele horriblemente. Desde que recuerdo, fui del partido.
JUAN ¿Qué has hecho?
WEICSEN. Provocar yo mismo mi expulsión.
JUAN. No te entiendo.
WEICSEN. Siempre luché por lo que consideré no sólo justo, sino irremediable.
JUAN ¿Y? ¿Ya no crees en la victoria del proletariado?
WEICSEN. Sí. Pero a este precio, no vale la pena.
JUAN ¿Qué precio?
WEICSEN. La guerra.
JUAN ¿Crees que la firma del pacto germano-soviético es la guerra?
WEICSEN. Sí.
JUAN ¿Te das cuenta de lo que va a ganar la URSS?
WEICSEN. Desde aquí, encerrados, fuera de juego como estamos, es posible que se pueda considerar así. Pero piensa en los millones de trabajadores que van a morir.
JUAN ¿No habíamos quedado en que de todos modos habría guerra?
VOZ DE KARPATY ¿Queréis callar?
WEICSEN. (Más bajo.) Es otra cosa. No se puede hacer lo que Stalin ha hecho. No es decente.
JUAN. Pues lo hizo.
WEICSEN. Contra ello me rebelo.
JUAN. Te vas a quedar solo.
WEICSEN. Lo sé.
JUAN. Ni yo te dirigiré la palabra.
WEICSEN. Lo sé.
JUAN. Pediré que me trasladen a otra barraca.
WEICSEN. No te preocupes, ya lo harán ellos por su cuenta.
JUAN. Acabarás vendido.
WEICSEN ¿Lo crees?
JUAN. No, pero… podrías pensarlo un poco más.
WEICSEN. Es inútil: le di la carta a Carlos.
VOZ DE KARPATY ¿Queréis callar, hijos de Satanás? ¿No podéis discutir tonterías a otra hora?
VOCES. ¡Chist! ¡Chist!
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