Editorial Alamut, 2009. 498 páginas.
Tit. Or. The stars, like dust. The currents of space, Pebble in the sky. Trad. Carlos Gardini.
Pese a su fama, Asimov no es uno de mis escritores preferidos de ciencia ficción. Pero pensaba que siempre tenÃa una calidad mÃnima que hace que sus relatos, aunque no me maravillen, los lea con agrado. También pensaba que habÃa leÃdo toda su obra de ficción. Y me equivocaba en las dos.
Se me habÃa pasado esta TrilogÃa del imperio compuesta por las novelas Polvo de estrellas, Las corrientes del espacio y Un guijarro en el cielo. Ha sido un gran acierto de mi mujer resolver mi ignorancia con este regalo. Pero después de leerlo hubiera preferido seguir en la ignorancia.
Las tres novelas ocurren antes de la fundación, cuando el imperio galáctico todavÃa no se habÃa formado. La primera gira alrededor de las andanzas de un joven granjero -pero de una familia de renombre- y una princesa y su tÃo para buscar un supuesto mundo rebelde que los libre de la dominación de los tirannios (sutilezas no, gracias). La segunda se centra en un mundo dónde florece el kyrt, una planta muy buscada en toda la galaxia y que no ha conseguido cultivarse en ningún otro mundo. Un espacioanalista ha descubierto algo que pone en peligro la vida de todo el planeta, pero una mano oscura consigue quitarlo de la circulación, aunque no definitivamente. La última está ambientada en una tierra destruia y radioactiva que ignora que es el origen de la humanidad, a excepción de una secta religiosa y un arqueólogo con atrevidas tesis. Pero la tierra prepara en secreto una venganza.
Aunque se lee con facilidad y el argumento te atrapa bastante, los personajes son más planos de lo que es habitual en Asimov y las historias parecen más indicadas para un público juvenil por la sencillez de sus supuestos. En Polvo de estrellas la traducción me chirriaba en ocasiones, algo extraño porque el traductor no es un cualquiera y las otras dos están bien traducidas. En mi opinión no está a la altura de otras obras de Asimov, y si esa altura no era para mà muy alta, se quedan peligrosamente debajo de mÃninos. Para fans irredentos.
Extracto:[-]
Pongo en negrita un chiste macabro que se sigue adaptando y por lo visto se seguirá contando dentro de muchos siglos:
Ésta era su oportunidad de ponerse a prueba. Estaba en un avión donde sólo habÃa terrÃcolas, y se sentÃa cómodo. O casi. Bueno, sentÃa cierto nerviosismo.
Arvardan miró las caras comunes y normales de los demás pasajeros. ! Se suponÃa que los terrÃcolas eran diferentes, pero, ¿habrÃa podido distinguirlos de los hombres comunes si se hubiera cruzado con ellos en una multitud? Le parecÃa que no. Las mujeres no eran desagradables… Frunció las cejas. Desde luego, aun la tolerancia tenÃa sus lÃmites. El matrimonio mixto, por ejemplo, era impensable.
El avión era, en su perspectiva, un vehÃculo pequeño de construcción imperfecta. Usaba energÃa atómica, pero la aplicación del principio distaba de ser eficiente. Ante todo, la unidad energética no estaba bien protegida. Quizá la presencia de rayos gamma y una alta densidad de neutrones en la atmósfera fueran menos importantes para los terrÃcolas que para otros.
Entonces la vista lo cautivó. Desde el color morado oscuro de la extrema estratosfera, la Tierra presentaba un aspecto fabuloso. Los vastos y brumosos parajes que se veÃan (en parte oscurecidos por apiñamientos de nubes iluminadas por el sol) mostraban la tonalidad naranja de un desierto. Detrás de ellos, alejándose lentamente del estratojet, se veÃa la borrosa y blanda lÃnea nocturna, en cuyas sombras chispeaban las zonas radiactivas.
Apartó los ojos de la ventanilla al oÃr risas. Una pareja de edad, robusta y simpática, era el centro de atención.
Arvardan codeó a su vecino.
—¿Qué sucede?
—Cumplen cuarenta años de casados, y están haciendo la gran gira.
—¿La gran gira?
—Alrededor del mundo.
El hombre mayor, rojo de placer, contaba vivazmente sus experiencias e impresiones. En ocasiones su esposa intercalaba meticulosas correcciones sobre detalles intrascendentes, que eran recibidas con óptimo humor. Los demás escuchaban fascinados, y Arvardan pensó que los terrÃcolas eran tan cálidos y humanos como cualquier pueblo de la Galaxia.
—¿Y cuándo le llegan los Sesenta? —preguntó alguien.
—Dentro de un mes —fue la jovial respuesta—. El 16 de noviembre.
—Ojalá le toque un dÃa agradable —dijo su interlocutor—. Mi padre llegó a los Sesenta en medio de una lluvia torrencial. Nunca vi semejante diluvio. Yo iba con él (ya sabe, la gente quiere compañÃa en un dÃa asÃ), y él se quejaba de la lluvia a cada paso del camino. TenÃamos un biciclo abierto, y nos empapamos. Le dije: «Oye, papá, ¿de qué te quejas? Piensa que yo tengo que regresar».
Estalló una carcajada general, y la pareja del aniversario la compartió de buena gana. Arvardan se estremeció al sentir una clara e incómoda sospecha.
4 comentarios
Esos, esos como yo que le perdonamos todo a Asimov más que nada porque el acné juvenil y Asimov van muy unidos, en mi vida… Pero como siempre tienes razón….
Lo mejor de Asimov es su inagotable vena humorÃstica. Azazel es una buena prueba de ello
Saludos.
Pues yo aún no he leÃdo nada de Asimov, ¡pobre Isaac! Siempre en la wish-list y eternamente postergado. Por lo menos ya sé con qué novelas suyas no debo empezar.
Mon, este libro hay que pillarlo a tiempo. Hace veinte años me hubiera gustado. Hoy, después de leer toda su obra, me parece flojillo.
Panta, Asimov cuando querÃa te arrancaba sonrisas a puñados y más de una cacajada…
The Walking City, efectivamente no empieces por aquÃ. Asimov tiene cosas buenas, algunas incluso muy buenas -aunque para gustos…