Editorial Planeta, 2004. 421 páginas.
La vuelta al milenio en ochenta mundos
Si comentaba el otro día que Juan Madrid era un escritor de novela negra ‘de casta’, muy diferente es el caso de Manuel Vazquez Montalbán. Todas las novelas de la serie de Carvalho, pese a estar inscritas en la más pura tradición de la novela negra, siempre han sido una excusa para que el autor nos obsequiara con un fino análisis sociológico-literario de su entorno más cercano. No en vano la génesis de Carvalho se encuentra en la novela ‘Yo maté a Kennedy’, una pirotecnia verbal y estilística más cerca de Breton que de Hammet. Pero con independencia del uso libertino de Montalbán del género, siempre se ha ceñido a los canones del mismo, con unos argumentos que algunas veces rondan lo sublime (como en el caso de ‘Los mares del sur’, quizá mi preferida).
No es este el caso. En Milenio Carvalho, Montalbán pasea a la pareja protagonista por un viaje alrededor del mundo, con la única (y difusa motivación) de una posible persecución de Carvalho por parte de un pez gordo barcelonés. Aprovecha el autor para presentarnos una extensa y curiosa galería de personajes, y una cartografía territorial y culinaria digna de aparecer en las mejores enciclopedias.
Bajo el nombre falso y extremadamente literario de Bouvard y Pecuchet (porque hubiera sido imposible utilizar los de Quijote y Sancho), viajarán a Italia, Grecia, Israel, Turquía y Kabul, perseguidos por misteriosos sicarios, envueltos en turbios asuntos de droga, convertidos en forzosos emisarios del Mosad, llegando a convertirse en secuestradores al estilo Willy Fog. Por el camino se presentarán Madame Lissieux, una francesa que desaparecerá misteriosamente, Malena, una argentino-israelí agente del Mossad y Paganel, un descreído empeñado en hacer una cartografía de las religiones del mundo.
Una primera parte que termina en el triángulo del opio, y que, leída con la muerte de Montalbán todavía en la memoria, sabe a despedida y a premonición. Las referencias a la muerte son contínuas, y uno no sabe si es que era intención del autor despedirse por fin de Carvalho, o que de alguna manera era él quien se despedía de nosotros. Siempre se ha señalado la circunstancia de que, al contrario que en casi todas las obras del género, Carvalho envejeciera con el tiempo; algo indispensable si quería ser un reflejo de la sociedad de su momento. Y, al fin y al cabo, todo escritor pone algo de su alma en cada personaje.
A la mitad de recorrido, con todavía la incertidumbre de como acabará este viaje, acompaño a Biscuter y Carvalho con ilusión y esperanza.
(Un día, un libro 43/365)
4 comentarios
Tú si que pones el alma en tus posts. Tu ritmo de trabajo «posteador» es digno de admiración y eres un ejemplo para todo aquel que diga que no dispone de tiempo para leer.
Sigue así, amigo.
Un abrazo
Joer, pues espero que no sea tan infumable como «El Premio». A partir de leerla me quité de Carvalho. Y eso que he disfrutado mucho con otras novelas suyas como Los Mares del Sur o Los Pájaros de Bangkok (la que más me ha gustado).
«El que es tonto lleva la tontería consigo.»
pOR EJEMPLO, TU.
Me encanta leer, y eso es lo que quiero transmitir, la pasión por la lectura.
MP, a mí me gustó ‘El premio’ aunque mi preferida sigue siendo, de calle, ‘Los mares del sur’.
pETER, me alegra tener un troll en mis páginas. Es una pena que, para una vez que me insultan, demuestren tan poca imaginación.
Podrías haber dicho: El que es tonto lleva la tontería consigo, pero tú eres tan tonto que no puedes llevar ni eso. Podías haberte metido con el blog: No se para que lees tanto si se ve que no te aprovecha. Incluso podrías citar a los clásicos: Tu eres cola, yo pegamento.
Pero no. En fin, para corresponder a la inanidad de tu pensamiento tendré que decirte: Y tú más.
P.D. Mírate el teclado que tienes atascada una tecla.