Minuscula, 2020. 200 páginas.
Tit. or. What it means when a man falls from the sky. Trad. Maia Figueria Evans.
Incluye los siguientes relatos:
Un futuro halagüeño
Historias de guerra
Rebelde
Luz
La segunda oportunidad
Caídas
¿Quién te recibirá en casa?
Las hijas de Buchi
Qué pasa cuando un hombre cae
Glory
¿Qué es un volcán?
Redención
Algunos, como el primero, magnífico, nos cuentan historias de mujeres africanas que sobreviven como pueden en un ambiente hostil incluso cuando son de clase media alta. Otros se codean con el realismo mágico; en ¿Quién te recibirá en casa? las mujeres fabrican a sus niños con los materiales que tienen a mano y esperan un año para que cobren vida. En el relato que da título al libro hay fórmulas matemáticas que permiten eliminar la tristeza o levitar.
Aunque tengo preferencia por este tipo de relatos que juguetean con elementos irreales creo que la autora brilla más cuando cuenta historias pegadas a la tierra. El cuento Luz lo he leído dos veces y en las dos se me ha encogido el corazón al llegar al final. Claro que cualquier cuento que hable de un padre y su hija tiene ese poder.
Todo un descubrimiento. Muy recomendable.
Bibi, que es tan bonita como no lo ha sido su madre. Bibi, tozuda como su madre siempre ha sido. Se pelean desde que estaba en el útero: le pesaba tanto en la cérvix que un ligero trote habría bastado para hacerla salir. Confinada en su cama, la madre de Bibi se resintió con ella y le hervía la sangre de tal modo que la niña debería habérsele cocido dentro. Tres años después, Ezinma, que era bonita, pero de ese modo manejable que no ofende a nadie. Es un fantasma de Bibi, más pálida de piel y de personalidad, pero es encantadora como sabe ser Bibi cuando quiere algo. Bibi la odia. No, Ezinma no puede jugar con sus juguetes; no, Ezinma no puede ir con ella y sus amigas al colegio; no, Ezinma no puede pedirle una compresa, que se haga una con papel higiénico y se aguante. Ezinma crece anhelando el afecto de su hermana.
Cuando Bibi tiene veintiún años y a sus padres les cuesta esfuerzo pagarle la matrícula de la universidad, Bibi conoce a Godwin, de piel amarilla y mandíbula cuadrada como su padre, y se enamora. Se enamora más aún cuando su madre le advierte que se aleje de él. Y cuando su madre insiste y le dice: «Tú no sabes cómo son los de su familia, pero yo sí», Bibi le responde: «Lo que pasa es que te fastidia que mi hombre sea mejor que el tuyo», y su madre le da una bofetada y con eso se acaba la conversación. Ezinma les hace de correveidile, un trabajo para el que la han reclutado a la fuerza desde que era pequeña; así Bibi está al tanto de las novedades de la familia a pesar de que su madre exige que Ezinma la repudie.
Godwin se gana el pan mejor que el padre de Bibi, que ahora es un comerciante modesto. Alquila un piso para ella. Le presta un coche. La ciega con una constelación de regalos y cosas que nunca ha tenido, como dinero y orgasmos. El día que Bibi menciona el matrimonio, él se marcha,
y ella no sabe nada de él durante doce días. Doce días que ponen de riguroso relieve el contenido de su cuenta bancada; doce días durante los cuales ella vive en un piso a nombre de él, conduce un coche que también está a nombre de él y se pregunta cuán valioso será ese apellido para que no se lo quiera dar. Y cuando él por fin vuelve y se la encuentra haciendo las maletas, la agarra del pelo y estira y le grita que hasta eso es suyo, y ella cae en la cuenta, por el puñetazo que le cae, de que quizá su madre tuviera razón.
No es un reencuentro tierno. Bibi casi no puede abrir el ojo derecho de la hinchazón y su madre se niega a abrir la boca, y ninguna de las dos se mira ni dice nada. El padre, que nunca ha podido con la tensión que hay entre ambas porque le trae a la memoria su niñez turbulenta, le da un apretón en el hombro a Bibi y se marcha, y es esa ligera presión lo que hace que se le salten las lágrimas. No tarda en sollozar, y su madre continúa impasible, pero vuelve la cara para que nadie vea que tiene las mejillas mojadas. Ezinma se lleva a Bibi al baño, el que han compartido y por el que se han peleado desde que saben hablar. La sienta en la tapa del váter y le limpia las magulladuras. Cuando acaba, Bibi sigue teniendo un aspecto horrible. Cuando se levanta a mirarse, el espejo las refleja a ambas.
—Estoy horrible —dice Bibi.
—Es verdad —contesta Ezinma.
Y enseguida se ríen y al verse reflejadas se dan cuenta por primera vez de que tienen sonrisas idénticas. ¿Cómo han tardado tanto en verlo? Ninguna de las dos lo sabe. A Bibi le preocupan las cosas que ha dejado en el apartamento. Ezinma le dice que no se preocupe, que ella irá a buscarlas.
—¿Por qué eres tan buena conmigo? —pregunta Bibi.
—Por costumbre —responde Ezinma.
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