Seix-Barral, 2001. 447 páginas.
Comenta las vidas de los siguientes personajes:
Armando Buscarini o el arte de pasar hambre
Pedro Luis de Gálvez en la cárcel
Fernando Villegas Estrada en el café romántico
Mario Arnold, cazador de luceros
Silverio Lanza, ni en la vida ni en la muerte
Nicasio Pajares contra la indiada, la negrada y la gringada
Iván de Nogales, heteroclitorizado y efervescente
Xavier Bóveda, poeta de los pinos
El irreparable Gonzalo Seijas
Don Pedro Boluda les desea la paz mundial
Pedro Barrantes, delirante y tremendón
Vicente Massot, donde duerme el olvido
Eliodoro Puche, corazón de la noche
Daja-Tarto, truculento y casi omnívoro
Las rosas de Margarita de Pedroso
Que si los viéramos como personajes en una novela nos parecerían exagerados. Desde el riojano Buscarini (que ya comentamos aquí: Mis memorias) hasta la única mujer, Margarita de Pedroso, admiradora de Juan Ramón y algo fascista. Me ha sorprendido Pedro Boluda, que no es un poeta bohemio que vive del sable, sino alguien que se quedó más para allá que para aquí por la muerte de su hijo y se dedicó a versificar para conseguir la concordia entre clases y la paz mundial.
Aunque a veces la prosa de de Prada se contagie de frases campanudas de principio de siglo ha sido un disfrute de lectura. Documentación extensa y rigurosa, gran trabajo de investigación, abundante material gráfico y unas mini biografías muy bien narradas que parecen pequeñas novelas y se leen con mucho disfrute. Complementaré este libro con La novela de un literato que he localizado en la biblioteca y Kaputt que tengo en la eterna pila de libros pendientes. Para releer.
Muy bueno.
A veces se destapa con una reflexión nítida y quevedesca —«vivimos interinos en la tierra»—, y a veces opta por el galimatías ameno, como cuando, hablando del trigo, confunde el oficio de panadero con el sacramento de la Eucaristía; conociendo el talante piadoso de don Pedro Boluda, queda abolida la sospecha de blasfemia:
Míralos cómo aumentan
en su dorada espiga;
y se van multiplicando
tantos granos enseguida,
hasta que en pan los convierte
nuestro milagroso Dios.
Precursor del ultraísmo, homicida del alfabeto y creador de una nueva gramática tartajosa, don Pedro Boluda acometía sus recitados con gran despliegue de aspavientos y ademanes feroces que suscitaban la hilaridad entre sus paisanos, pero él confundía esta hilaridad con los síntomas de la emoción, y ponderaba: «Parece que están ustedes muy emocionados. Claro, es que cuanta más inteligencia tienen las personas que me escuchan, más se emocionan.» De los epitalamios y los poemas onomásticos fue derivando hacia los versos de abanico, muy solicitados entre damas de alto copete que habían nombrado a don Pedro Boluda bufón de sus veladas y subastas benéficas, y de los versos de abanico hacia la poesía de compromiso. No se recata don Pedro Boluda de denunciar a los patronos más leales a la plusvalía y de proponer soluciones a la emigración, aunque los consejos paternalistas que destina a los obreros delatan su desconocimiento de Marx:
Que los obreros se enferman de hambre
y no ganan, para el mínimo guisado.
¿No es una lástima que ocurra
lo que diariamente se ve?
¿Que el obrero no encuentre trabajo
ni tampoco se atienda a él?
¿Porqué España ha de consentir
que los obreros se vayan tan largo?
Darles un poco más de jornal,
para que así se vayan quedando.
Obreros, uniros todos en general
el trabajo da fuerza y salud;
vigoriza los nervios y quita el mal,
y trae el bienestar de la virtud.
Las alocuciones de don Pedro Boluda eran agasajadas con el regocijo unánime de patronos y proletarios, que hacían una tregua en su lucha de clases, para mofa de aquel desdichado. «Os doy las gracias por vuestro entusiasmo —decía don Pedro Boluda, con orgullo que se sobreponía al desconcierto—. Creía que había escrito una poesía en serio y ha resultado jocosa.» Y alguien, para proseguir la bullanga, lo aclamaba: «¡Viva el gran poeta jocoso!» Andrés Bolarín, un modernista de chambergo y chalina, gacetillero de cierto brío y guasón deliberado, a la vista del éxito chusco de don Pedro Boluda, lo invitó a insertar regularmente sus composiciones en las páginas del diario Murcia, donde ocupaba cargo de redactor jefe. La sección, nada más estrenarse, se convirtió en la más celebrada y pistonuda del periódico: allí, fueron apareciendo poemas en los que Boluda renegaba del progreso («¿No veis la enorme velocidad / de automóviles contra la Humanidad / causando un inmenso sufrimiento?»), exhortaba a los concejales a combatir una epidemia de triquinosis o proponía remedios contra la carestía de alimentos, en un tono entre campanudo y desternillante. Pero donde más vehemencia y encono incorporó fue en sus abominaciones de la Guerra Europea:
¡Por Dios, naciones, esto es horrible!
No permitir padezcan lo insufrible,
andar y prestarles vuestra atención,
pues por algo somos seres humanos.
¿No veis su sangre, que son nuestros hermanos
y que tenemos estrecha obligación?
2 comentarios
Apuntado queda, Juan Pablo. Recuerdo que la lectura de «Coños» me resultó graciosa, y «Las máscaras del héroe», me pareció una novela sobresaliente escrita por un Juan Manuel de tan solo 26 añitos.
A la de Assens le tengo echada el ojo. Espero a tu valoración.
Un abrazo,
Francisco
De la de Assens me leí la primera parte y me encantó, así que ahora que he localizado la reedición de la obra completa en cuanto pueda me la meriendo.