Graciela García. Art Brut.

marzo 22, 2023

Graciela García, Art Brut
Sans Soleil, 2018. 330 páginas.

Ampliación del mismo libro publicado en 2015, y el mejor con diferencia que he leído de este tema. Muy bien documentado, excelente la organización temática, amplia selección de autores, abundante bibliografía y múltiples fotografías de obras de los artistas. Su lectura ha sido instructiva y emocionante. Me han fascinado los diversos universos de estas personas que se mueven en los márgenes de la racionalidad, con obsesiones que muchas veces convergen en las mismas repeticiones y resultados plásticos.

He descubierto multitud de artistas y he visto representados a todos los que conocía, porque aunque seguro que la nómina de citados no es exhaustiva sí que es lo suficientemente amplia como para que no quede fuera nadie de importancia. Se nos da el contexto biográfico -que muchas veces explica las circunstancias de la obra- y una descripción de su imaginario, agrupados en diferentes secciones: repeticiones, visiones, escrituras, bordados, reciclajes…

Algunas de las historias inspiran relatos o novelas. Qué decir de alguien que ha encontrado el sentido del universo, que es 7129/6105195. O de un pobre loco en un sanatorio español que escribía páginas y páginas explicando la persecución de la que era objeto, o quien escribió con un cuchillo en el suelo de madera de su habitación, o quien construye muñecas de manera obsesiva con materiales de desecho. Todo un catálogo de arte en estado extremo, porque estas personas no creaban para ganara dinero o ser famosas, sino porque algo desde dentro les empujaba a hacerlo.

Maravilloso.

https://elhombrejazmin.com/wp-content/imagenes/2018/03/07-Buey.jpg

http://www.geifco.org/actionart/actionart01/nmP/_cuerpoImagen/nebreda/nebreda.htm

EGEA jose manuel

N. N.

No suele relacionarse el trabajo creativo mediúmnico con las intervenciones del entorno, no obstante, existen algunos ejemplos, como el misterioso Castillo de Coral de Edward Leedskalnin (Latvia, 1887-1951), en Florida. Leedskalnin trabajó siempre después del ocaso, para que nadie pudiera descubrir el secreto que explicaría cómo pudo un hombre menudo y enfermizo, sin ayuda de aparatos de construcción, levantar una fortaleza con piedras de coral de más de treinta toneladas. Dejó como única pista esta misteriosa frase: “El secreto del universo es 7129/6105195”.

Leedskalnin afirmaba haber descubierto el método con el que los egipcios habían construido las pirámides. Se dice que trabajó durante treinta años para reconquistar al amor de su vida, Agness Scuffs, y que intentó probar su inteligencia superior construyendo este castillo. A pesar de la hazaña, ella nunca volvió.

Otro entorno, realizado esta vez bajo petición expresa de los espíritus, es Pasa-quan. Su autor no era propiamente un médium, es decir, no se comunicaba con el Más Allá, sino que más bien recibía órdenes bajo forma de visiones, similares a las de Bispo Do Rosário. A la hora de hablar sobre su trabajo, Eddie Owens Martin (Georgia, 1908-1985) incide en la motivación “profana” y en la “espiritual”:

Construí este lugar para tener algo con lo que identificarme, porque no hay nada en esta sociedad con lo que me identifique o que desee emular.

Aquí puedo estar en mi propio mundo con mis templos y mis dibujos y con el espíritu de Dios. No tengo nada contra el resto de la gente y sus creencias. No le estoy pidiendo a nadie que siga mi camino o que haga como yo.

Aunque, cuando me haya ido, me seguirán como la noche al día.

(Patterson, 1987 [San EOM al escritor de su biografía]).

Owens nació en una familia de granjeros y desde niño mostró una sensibilidad superior a la de su padre y a la del resto de sus hermanos. Su madre le enseñó a leer y a escribir en secreto, lo que le fue útil cuando decidió abandonar su casa a los catorce años. Su padre había matado a un perro que le habían regalado los vecinos y este hecho le dolió tanto que abandonó el hogar familiar para siempre. Recorrió Georgia y Florida recogiendo fruta y terminó en Nueva York, donde se relacionó enseguida con gente de las artes.


En otros casos la convivencia entre el texto y las imágenes parece responder a una necesidad explicativa; es decir, que ambos conviven con la voluntad de explicar clara y detalladamente algo. Es el caso de la multitud de dibujos narrados creados por Buey.

Buey (1910-?) ingresó en 1944 en un sanatorio para enfermos mentales a la edad de treinta y cuatro años. Durante el período de guerra se autolesionó pegándose un tiro en la mano para ser retirado. Su enfermedad se inició tras el fallecimiento de su madre, momento en que su familia empezó a observar comportamientos extraños, molestaba a las chicas del pueblo, tenía insomnio y abundantes alucinaciones auditivas.

En el sanatorio, Buey produjo multitud de escritos combinados con dibujos en los que daba cuenta de sus delirios persecutorios, su sensación de infortunio inmerecido y su sentimiento de amenaza. Al igual que en el modelo de Sartre, el otro es un perseguidor cuya mirada es comparada a una hemorragia por el daño que produce en el ser-para-sí. Como suele ser habitual en el delirio persecutorio, “los malos” rara vez se comunican directamente con el perseguido, que se ve obligado a revisar de continuo las causas de su infortunio, tan pronto se trata de Franco, como de unos aviadores o de una cuestión internacional. El caso es que Buey siente que, entre otras cosas, no consigue casarse con ninguna chica a pesar del amor que éstas le profesan.

Pensé que Franco quería que fuese a Madrid. Todo el cielo está lleno de aviadores. A veces me obligan a hacer instrucción y otras cosas, por ejemplo, aburrir el tabaco. Empecé a sentir dolores en los testículos, como si ellos me los apretasen. Sentía también como las chicas del pueblo se enamoraban de mí. Lo notaba especialmente en la Mirada. Después, cuando hablaba con las familias resultaba que no querían casarse (Testimonio de Buey).

Lamentablemente, su producción se ha perdido y sólo quedan algunos registros recogidos en publicaciones psiquiátricas.


Antes de entrar en el psiquiátrico ce Heidelberg, Emma Hauck (1878-928) no conseguía llevar bien su vida de esposa con hijos. Se le diagnosticó esquizofrenia incurable y permaneció en la clínica hasta su fallecimiento. Parece que ella sí pudo hacerse con lápiz y papel. Su cuaderno es una larga carta a su marido escrita desde el psiquiátrico. Aprovechaba todos los rincones de la hoja superponiendo unas frases a otras. El resultado es difícil de leer, pero parece que necesitaba llenar el vacío de su existencia más que comunicarse realmente con su marido. A veces repite obsesivamente palabras y frases como mantras:

Ven, ven, cariño, ¿Cuánto tengo que esperar hasta que te dignes a venir a buscar a tu mujer?/ Ven, ven, ven/ No puedo soportar seguir sin ti/ Quiero estar contigo/ No importa/ Ven, ven, ven/ ¿Me quieres?/ Ven, ven, ven.

Poco antes de suicidarse, Jeannot (Francia, 1939-1972) grabó en el suelo de su casa un texto frenético sobre su sufrimiento, su soledad y sus delirios. Se valió de un cuchillo para inscribir, en mayúsculas y sin puntuación, todos los tormentos que habían sido contenidos en esa casa durante décadas. Finalmente se dejó morir de hambre unos meses después del entierro de su madre.

Jeannot era hijo de una familia acomodada de un pequeño pueblo de agricultores en Francia. Tras el suicidio de su padre, tuvo que hacerse cargo de la granja, pero la familia parecía estigmatizada tras el trágico suceso y se replegaron sobre sí mismos, huyendo de los rumores que acusaban al padre de incesto. Poco a poco, dejaron languidecer el negocio familiar y las relaciones con los vecinos se complicaron. Su madre, su hermana y él parecían vivir una psicosis compartida en la que el exterior era un universo amenazante. El hacía rondas nocturnas con el tractor y un rifle, mientras que las dos mujeres apenas salían de la casa. El fallecimiento de su madre en 1971 sumió a Jeannot, quien posiblemente tuviera esquizofrenia, en una crisis cuyo testimonio es el llamado Suelo de Jeannot. El cuerpo sin vida de su madre fue descubierto en una silla por un veterinario que venía a examinar a los animales. Las autoridades locales cedieron al empecinamiento de Jeannot por mantener el cuerpo en la casa y se enterró a la difunta bajo las escaleras. Ya unos años antes, treinta gendarmes que debían obligarle a abandonar la casa tuvieron que ceder ante su resistencia, dejando a la familia como estaba, unida y aislada con sus demonios.

El famoso suelo que recibe su nombre está grabado con letras mayúsculas, lo que nos remite a un apunte del doctor Escudero Valverde, quien ha observado que los esquizofrénicos tienden a expresarse en caja alta: “entre ellos son frecuentes las mayúsculas, así como el tamaño desproporcionado de éstas”. Mientras que las minúsculas llevan implícito el gesto caligráfico (y revelan a los grafólogos mucha información sobre el autor), las mayúsculas son algo más impersonales. Si es cierto que los esquizofrénicos perciben las letras como entes dotados de corporeidad, es lógico que prefieran manipularlas en su faceta desligada.

Como August Walla o Jeannot, Willem Van Genk (Holanda, 1927-2005) es otro de los autores esquizofrénicos que prefieren la caja alta. Sus obras son un catalizador de imágenes, textos, materiales e ideas atropelladas que el autor desea plasmar con urgencia. Van Genk fue una persona en alerta continua, atemorizada por los vehículos que se desplazan por cable, la religión y los peluqueros. Sus trabajos son ricos en textos que rellenan los espacios y, a menudo, se solapan con las imágenes. Willem Van Genk toma citas de fuentes diversas y las reformula a su manera, reescribiéndolas o recomponiéndolas a modo de collage. El aspecto de sus obras es afín al imaginario punk, con textos de factura expresiva y una pulsión de comunicación que podría llamar1; “ecolalia gráfica”, con imágenes potentes superpuestas de forma caótica y colores contrastados. Sus composiciones transmiten una necesidad muy fuert; casi violenta, de expresarse.

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