Editorial Bibliópolis, 1993. 224 páginas.
Tit. Or. Não estamos divertidos, A verdadeira invasão dos marcianos y Disney no céu entre os dumbos. Trad. Antonio Rivas y Jesús Gómez.
Teniendo que visitar Portugal dentro del recorrido del reto 2008 quise evitar los tópicos y encontré esta novela de ciencia ficción de un autor para mí desconocido. Todo libro del género que no proviene de los USA está siempre bajo sospecha, un prejuicio que deberíamos ir exterminando e incluso darle la vuelta. Últimamente parece que es al revés.
El libro se compone de tres novelas cortas. Las dos primeras están relacionadas entre sí, aunque pueden leerse independientemente. Los títulos son los siguientes:
No nos complace
La invasión marciana ha ocurrido como en la novela de Wells, aunque este todavía no la había escrito. Aprovechando la tecnología marciana la humanidad alcanza marte. En uno de los desembarcos viaja como tripulación Wells, Verne, Edgar Rice Burroughs y dos personajes literarios, Moreau y John Carter. Encontrarán más de una sorpresa.
La verdadera invasión marciana
La humanidad vive un periodo de tranquilidad y bonanza gracias a la tecnología y el gobierno de sociedades extraterrestres. Pero Herbert Goodfellow no cree en la perfección de esta sociedad, en la que no puede leer libros que no estén aprobados por las autoridades e intentará cambiar el estado de las cosas.
Disney en el cielo entre los dumbos
El centro de la galaxia está estallando y todas las razas huyen a la periferia. Los DUmbos, una extraña especie alienígena que se alimenta de recuerdos se ha enfrentado con la humanidad. En una solitaria estación espacial un hombre recibe la visita de un Dumbo muy peculiar.
En la ficha de Bibliopolis, La verdadera guerra de los mundos hay enlaces a muchas reseñas. A mí es un libro que me ha encantado, pero entiendo lo que dice el autor en el epílogo, que los editores no se atrevían con su producto. Es ciencia ficción de la buena, pero con calidad literaria. Es posible que al aficionado medio le resulte extraño por su lenguaje y al no aficionado por su tema.
En cualquier caso, un libro excepcional. Uno quisiera más ciencia ficción de este estilo.
Reto 2008: Portugal.
Escuchando: El Uno Por Cien. Rosendo.
Extracto:[-]
Fuera chasquean los paneles de cavorita, mientras se abren y cierran en busca de apoyo en la Luna distante, esforzándose por frenar la caída contra la curvatura planetaria, por hacer que la nave acompañe al resto del enjambre. Pero nada. En las situaciones de este tipo es Murphy quien manda. Un rayo de calor procedente de las estaciones de defensa marcianas, de aquéllas que aún funcionan a base de muelles, relojería y baterías eléctricas, dotadas de dispositivos de hombre muerto —disculpemos la expresión—, barre e¡ cielo una, dos, tres veces, hasta que se le descargan las baterías. Y qué es lo que va a acertar en esa descarga inútil, si no es el módulo en el que viajan Wells, Julio, dos soldados y el piloto que ahora lucha, frenético, contra las docenas de botones, manivelas y palancas que constituyen la base móvil de las placas de cavorita. El paracaídas ardió, como acostumbran a arder los artefactos de este tipo cuando son forzados más allá del límite. Algunos paneles se bloquearon, con las clavijas carbonizadas. Otros, al estropearse los rodillos que los retenían en su lugar, se amontonaron unos sobre otros provocando movimientos descontrolados en los giroscopios del aparato. El vector de impacto se redujo, pero no desapareció por completo y se volvió aleatorio. El módulo se separó de sus compañeros, pasó sobre el ecuador e inició un descenso descontrolado rumbo a las mesetas del sur. Wells tiene el visor de un periscopio sobre la cabeza y le bastaría con alzar las manos y mirar, pero, ¿qué incauto se arriesgaría a perder un ojo por culpa de ¡as sacudidas del cilindro? La esfera de plástico rellena de gel que protegía su sueño durante el viaje se abrió, como se suponía que debía hacer; parte del líquido fue reabsorbido por el sistema de drenaje, y el resto, dado que nada funciona como es debido, se encharcaba en un extremo del módulo junto a los restos de gel de los demás cilindros. »Ciel, del, del», es el murmullo que parece salir de la gran barba del viejo Julio, pero Wells no se atreve a volver la cabeza; no es cosa de romperse el cuello antes de estrellarse contra el desierto de Marte. El viejo estafermo le martirizó el seso durante todo el viaje hasta el acelerador magnético del Congo, lo aburrió con detalles de crítica literaria, lo acusó de inventar, de no ser científicamente riguroso; como si el carcamal hubiera sido todo aquello que escribió, como si bastase un cañón para llegar a la Luna. Al joven Wells le encantaría tener otros compañeros de viaje, aunque fueran socialistas o librepensadores. Pero no; la dotación era reducida y quien subvencionó este módulo fue una editorial de noveluchas francesa. A causa de eso aquí está él: el creador de la novela científica codo con codo con el famoso escritor de Viajes extraordinarios, junto a unos cuantos soldados indispuestos que acaban de vomitar hasta la comida de hace un año y contribuyen así, con un poco de sí mismos, al caos de ese módulo extraviado. Otra sacudida. Rechinar de las juntas. La sensación de que el estómago quiere salir por la boca e ir de viaje muy lejos de allí, qu’est-ce que c’est ça, y el piloto que explica desde la proa:
—Estamos salvados. El paracaídas de emergencia se ha abierto…
No; a Wells no le complace nada de nada. Un reportaje no debería terminar así. Pero fíate de la tecnología robada a un pulpo, aunque se haya perfeccionado en las fábricas del Kaiser Guillermo. Si es que aún sobreviven algunas de estas criaturas pensantes, en las orillas de los canales casi secos. Si es que este planeta horrible aún consigue mantener un ecosistema capaz de maravillar a Charles Darwin. Wells lo duda. Duda que funcionen los sistemas de seguridad del módulo, que las placas de cavorita que quedan puedan mantener la nave de una pieza, que el piloto consiga abrir las hélices de frenado. Wells insistió un sinnúmero de veces en que un sistema de autogiro no sería funcional en una atmósfera menos densa, pero, ¿quién escuchó? Desde luego, no el froggy de Julio, que sostenía que no habría ningún problema por abrir una escotilla en pleno vacío.
Wells entrelaza los dedos tras la nuca, suspira, encomienda su alma a un creador cuya existencia siempre puso en duda, confía en que su estómago se dé cuenta de que la tráquea no es el lugar que le corresponde, se recuesta en el asiento que se le ajusta solícito a la columna, cierra los ojos pensando en que le apetecería fumarse una última pipa y, a continuación, llega un estruendo, y otro, y otro más. Las puertas de los compartimentos de carga se abren y vomitan su contenido: cascos, fusiles, comida seca y botellas de agua. «Ciel, del», insiste el gabacho. Los soldados dicen cosas peores: maldiciones que no es conveniente repetir delante de las damas. El cilindro rebota una vez, dos, tres; hace carambola contra un peñasco y desciende, rodando, por una pendiente que parece que no va a acabarse nunca, hasta que, por fin, se detiene.
Sorprendido, Wells descubre que aún sigue vivo. Que ha llegado a Marte. Él, y el piloto, los dos soldados y el viejo Julio, que seguro que está ya esbozando uno más de los insoportables pastiches que se venden allá en su tierra como rosquillas.
Wells sigue vivo, pero la situación no le complace en absoluto.
8 comentarios
La historia de Wells me fascinó cuando la leí de adolescente. Y recientemente la volví a disfrutar después de leer la segunda parte de La liga de los caballeros extraordinarios donde Moore toma como partida La guerra de los mundos y John Carter of Mars.
Barreiros se va mucho de la olla, y el libro es una vuelta de tuerca interesantísima sobre Wells. Es recomendable verlo a él en persona contando de qué va el libro, en especial el de los Dumbos.
Daína Chaviano, autora miamense de origen cubano, escribe ciencia ficción, cosa que es doblemente inusual porque escribe en ese género en castellano y es mujer. http://www.dainachaviano.com/
Nevermore, ‘La liga de los hombres extraordinarios’ me pareció… extraordinaria. Las referencias son innumerables, y la historia fabulosa.
Juanma, estoy seguro ¿Ha estado por aquí?
Gonzalo, me apunto la referencia que me das. Una escritora interesante y además hay cosas en la red de biblitoecas de aquí.
Sí, estuvo en la Semana Negra del 2005, y el hombre da mucho juego. 🙂
Que pena perdérselo…
jaja la guerra de los mundos es una novela facinante!
me encanto realmente!
lo feelicito1
31 de julio « ¿Qué escritor nació el…?