Felipe Benítez Reyes. Por regiones fingidas.

enero 26, 2024

Felipe Benítez Reyes, Por regiones fingidas
Renacimiento, 2020. 164 páginas.

Recopilación de cuatro libros del autor donde la minificción es la reina. La primera parte, Pompas fantásticas se compone de relatos de una extensión más o menos normal, todos con un componente fantástico. Aparecen, entre otros, un insecto convertido en Samsa, el hombre invisible, o un árabe empeñado en encontrar a una mujer con un sabor especial en su sexo y que acaba en una comitiva con tres reyes.

El segundo, Las ficciones en vilo es una recopilación de microrrelatos que alcanzan altura en apenas dos o tres párrafos (dejo muestras). La tercera, Formulaciones tautológicas arrancan de un grabado del estilo de los que hacía Ernst u otros surrealistas y a partir de ahí construye una historia en la que aparecen los elementos del dibujo. Acaba con Destino y pantomima, la sección más breve, compuesta por relatos más pegados a lo cotidiano pero con abundancia de imaginación.

Todo junto es un muestrario de las diferentes habilidades del autor y de su talento. No todos los relatos me han parecido igualmente buenos, pero todos tienen algo por lo que merecen la pena ser leídos.

Bueno.


EL SERVICIO SECRETO
Esto no lo sabe nadie, pero yo sí, por mi trabajo: en el preciso instante en que nuestro paisano Ricardo Henestroza murió, mientras almorzaba, había en su plato un total de cuarenta y ocho guisantes procedentes de las huertas de Co-nil y apenas medio mililitro de salsa verdosa.
Para que conste.

LAS EDADES DEL HOMBRE
1. LA MAGIA
Querido Gaspar, querido Melchor y querido Baltasar…
2. LA NOSTALGIA
Sabía que eran los padres, pero, en la duermevela, el sonido de las zapatillas arrastradas era el de las babuchas puntiagudas de unos reyes.
3. LA NEURALGIA
La vejez tiene dos grandes ventajas. De la primera no me acuerdo, pero de la segunda sí: saber, con certeza absoluta, que los reyes magos son los padres, aunque reconozco que hay madrugadas en que oigo en la oscuridad el arrastre de unas zapatillas y, supongo que a causa del entresueño y de los medicamentos, se me despierta la ilusión antigua por las cosas regaladas.
Sé que se trata de mi compañero de habitación, que se pasa la noche yendo y viniendo del cuarto de baño, pero lo cierto es que ese sonido amortiguado y furtivo a veces me hace dudar, y entonces refulge en el techo una estrella.

VIDA PÚBLICA DE UN ZAPATERO
Hubo una vez en nuestra localidad un zapatero remendón que, cada vez que le llegaba para reparar el calzado de la señora Pinardo, ponía en su magnetofón una cassette con los valses escogidos de Strauss.
Y un día de tantos se murió.

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