En la cada vez más imprescindible Jot Down (y que les va muy bien, lo que es motivo de alegría), puede leerse esta imprescindible entrevista:
Quim Monzó y Enric González o cómo construir un idioma
Algunas perlas:
Bien, entonces, si haciendo plásticapublicitaria facturábamos mil doscientas, alguien dijo, ¿y por qué no lo llamamos Grafismo? Patapam: mil seiscientas pelas por hacer lo mismo que cuando hacías Dibujo Publicitario y cobrabas seiscientas. A pesar de esas mejoras, alguien dijo: no, grafismo es muy impreciso, ahora lo llamaremos Diseño Gráfico… ¡Patapam! Entonces la factura ya subió al límite, y ahí se quedó. Se trataba de redactar muy bien la factura, hinchándola con retórica barata, de forma que pudiesen pasar a ser cien mil trescientas. Con Ramon Barnils dimos cursos de redacción de facturas para diseñadores gráficos. Dimos un curso que duró todo un trimestre.
Sobre eso de hablar de uno mismo: hay un modelo de columnista que solo habla de lo que hace él. Si este columnista tiene una trayectoria dilatada y consolidada y una imagen pública consolidada, el público lo acepta. Porque te lo imaginas en acción, haciendo tal cosa o tal otra. Sin embargo, si no tiene una imagen consolidada, a veces da vergüenza ajena. Porque te das cuenta de que va de gran señor y en realidad no es sino un petimetre. Escriben, por ejemplo: “Esta mañana he roto con la mujer que amaba…” Y piensas: ¿a mí qué coño me importa? El lector común ya ha pasado página. Tú no, porque tienes el morbo de seguir para ver cuántas confesiones ridículas más hace. También hay quien, en vez de escribir columnas, escribe sermones. Y está la columna-mitin, a base de consignas. No diremos nombres pero es fácil poner caras a cada uno de esos modelos. Una columna necesita solo una pequeña idea, explicada claramente. Con una columna no salvarás el mundo, y hay gente que cree que con una columna hará la Revolución Francesa. La Revolución Francesa ya hace muchos años que la hicieron.
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