Editorial Laetoli, 2007. 134 páginas.
Otro número de la colección ¡Vaya timo! en este caso dedicado a la criptozoología, el mismo tema que Monstruos de Eduardo Angulo ya reseñado en este Cuchitril. Con este libro me pasó una cosa curiosa; a la mitad de la lectura lo perdí y tuve que pedírselo a un amigo para poder acabarlo. Una verdadera suerte (el amigo, claro).
Como es habitual el autor, Carlos Chordá va desmontando uno a uno los mitos sobre monstruos misteriosos que todavía tienen seguidores. Es inevitable encontrase a los famosos Nessie y el Yeti, pero también tienen cabida animales más misteriosos como el hombre polilla, del que llegó a hacerse una película. Se critica también el método de los criptozoólogos que, al igual que otros vendedores de misterio, tienen poco de investigación y mucho de imaginación.
Pero esa crítica es, a mi entender, un defecto en el libro. Ignoro por qué muchos libros de esta colección están escritos en segunda persona, como si fueran un amigo que te está escribiendo una carta. Utilizando ese estilo es muy difícil no sonar condescendiente. Pero en este caso el libro está dedicado a los vendedores de misterio, por lo que al leerlo a veces parece que las críticas te las estén dirigiendo a ti como lector. Dan ganas de decir ¡oiga, que yo no creo en estas cosas!.
Dejando de lado cuestiones de estilo el contenido es esclarecedor y siempre está bien poder escuchar el lado escéptico de la moneda.
Extracto:[-]
Debo reconocer, no obstante, que la criptozoología (del griego kryptós, escondido; zóon, animal; y lagos, estudio), objeto de este librito, es una de las más inocuas de entre todas las pseudociencias que te empeñas en prestigiar. No es tan dañina como las que forman el grupo de las pseudomedicinas. Con éstas, el paciente, además de dinero, puede perder la vida, lo que por desgracia pasa muy a menudo. No es tan peligrosa para la integridad psicológica como los rituales de adivinación o de contacto con entes espirituales. Ni llega a destrozar familias, como las técnicas de hipnosis regresiva, capaces de hacer aflorar falsos recuerdos de abusos sexuales en la infancia. Creer que la criptozoología es una disciplina científica no es especialmente dañino.
Sin embargo, cuando alguien «se informa» de manera habitual en vuestras fuentes, puede llegar en algunas ocasiones a la tragedia personal, incluso debido a algo tan aparentemente inofensivo como la creencia en bichos como el yeti, el chupacabras o el monstruo del lago Ness. Este fue el caso de Jordi Magraner. Tras 15 años de infructuosa búsqueda del yeti pakistaní, y creyendo estar a punto de lograr el éxito definitivo, se negó a abandonar la remota región montañosa de Chitral incluso cuando se enteró de que los in-tegristas musulmanes lo habían puesto en el punto de mira. A los 35 años, vestido como uno más de la tribu de los kalash, minoría politeísta con la que convivía desde hacía varios años, murió cosido a puñaladas. Según muchos de quienes le conocían, había perdido el juicio.
Para acabar con esta presentación te propongo que disimulemos. Has leído bien, sí. Hagamos como que yo creo que tú crees en las bobadas que pregonas. Tú y yo sabemos que eso no es así. Por desgracia, no podemos decir lo mismo de tu público, ése que habitualmente lee tu revista, o tus libros, o te escucha por su aparato de radio, o ve tu exitoso programa de televisión mientras le miras a los ojos a través de la pantalla con esa cara de buena gente. Tú, en cambio, no puedes creerlo. No porque seas especialmente inteligente. Eso no lo sé, aunque sospecho que sí, lo que a mis ojos te hace todavía más culpable.
Tú, anónimo divulgador de lo paranormal, no puedes creerte semejante sarta de patrañas porque recibes la información en bruto, eliminas de ella todo aquello que pueda resolver el presunto enigma, añades datos falsos», introduces testimonios de encargo y recortas las opiniones de personas sensatas, dejando sólo aquello que te interesa dar a conocer y censurando lo que no conviene.
Y si hace falta, te inventas la noticia, ¿no es cierto? Al fin y al cabo, ¿quién ha dicho que es necesario que un fenómeno exista para ser un buen enigma? ¡Todo sea para que la máquina de fabricar dinero no se detenga! Porque, y yo te lo he oído decir así, como suena, «los enigmas no deben ser desvelados».
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