Penguin Random House, 2018. 171 páginas.
Tit. or. King Kong Théorie. Trad. Paul B. Preciado.
Que no todos los feminismos son iguales está claro. Este libro de Despentes no sólo está escrito para:
las torcidas, las que llevan la cabeza rapada, las que no saben vestirse, las que tienen miedo de oler mal, las que tienen los dientes podridos, las que no saben cómo montárselo, esas a las que los hombres no les hacen regalos, esas que follarían con cualquiera que quisiera hacérselo con ellas, las más zorras, las putitas, las mujeres que siempre tienen el coño seco, las que tienen tripa, las que querrían ser hombres, las que se creen hombres, las que sueñan con ser actrices porno, a las que les dan igual los hombres pero a las que sus amigas interesan, las que tienen el culo gordo, las que tienen vello duro y negro que no se depilan, las mujeres brutales, ruidosas, las que lo rompen todo cuando pasan, a las que no les gustan las perfumerías, las que llevan los labios demasiado rojos, las que están demasiado mal hechas como para poder vestirse como perritas calentonas pero que se mueren de ganas, las que quieren vestirse como hombres y llevar barba por la calle, las que quieren enseñarlo todo, las que son púdicas porque están acomplejadas, las que no saben decir que no, a las que se encierra para poder domesticarlas, las que dan miedo, las que dan pena, las que no dan ganas, las que tienen la piel flácida, la cara llena de arrugas, las que sueñan con hacerse un lifting, una liposucción, con cambiar de nariz pero que no tienen dinero para hacerlo, las que están desgastadas, las que no tienen a nadie que las proteja excepto ellas mismas, las que no saben proteger, esas a las que sus hijos les dan igual, esas a las que les gusta beber en los bares hasta caerse al suelo, las que no saben guardar las apariencias;
Y también
para los hombres que no tienen ganas de proteger, para los que querrían hacerlo pero no saben cómo, los que no saben pelearse, los que lloran con facilidad, los que no son ambiciosos, ni competitivos, los que no la tienen grande, ni son agresivos, los que tienen miedo, los que son tímidos, vulnerables, los que prefieren ocuparse de la casa que ir a trabajar, los que son delicados, calvos, demasiado pobres como para gustar, los que tienen ganas de que les den por el culo, los que no quieren que nadie cuente con ellos, los que tienen miedo por la noche cuando están solos.
También escribe para criticar sin paños calientes el machismo de la sociedad en la que vivimos, para hablar de cómo fue violada y de cómo ejerció la prostitución, para explicarnos la película King Kong y para poner encima de la mesa la pornografía.
Opiniones polémicas. Si hace poco analizaba en La revuelta de las putas como los puticlubs de carretera eran verdaderos campos de concentración, aquí la autora defiende que cuando ella ejerció la prostitución se sentía empoderada y los hombres que utilizaron sus servicios fueron más amables, en general, que los que habían tenido una relación sin dinero por medio.
Pero todo teniendo claro desde dónde se escribe y que:
El sexo débil, eso siempre ha sido una broma. Podemos despreciar todo lo que queramos a las mujeres negras que vemos mover el culo con una eficacia perturbadora en los clips de 50 Cents, podemos compadecerlas pensando que se las utiliza y degrada como mujeres: son hijas de esclavas que han trabajado como los hombres, a las que se ha azotado como a los hombres. Angela Davis: «Pero a las mujeres no solo se les azotaba y mutilaba, también se les violaba». Preñadas a la fuerza y obligadas a criar sus hijos solas. Pero sobrevivieron. Lo que las mujeres han recorrido no es solo la historia de los hombres, como los hombres, sino su propia opresión específica. Una historia de una violencia inaudita. De ahí que surja una proposición simple: iros todos a tomar por el culo, con vuestra forma condescendiente de mirarnos, con vuestras simulaciones de fuerza garantizadas por el colectivo, vuestra protección puntual o vuestra manipulación de víctimas para las que la emancipación femenina sería algo difícil de soportar. Lo que sigue siendo difícil es ser mujer y aguantar todas vuestras estupideces. Las ventajas que vosotros sacáis de nuestra opresión en realidad son trampas. Cuando defendéis vuestros derechos masculinos, sois como los empleados de un gran hotel que se creen los propietarios de la finca… siervos arrogantes, eso es lo que sois.
Una lectura muy estimulante.
Muy bueno.
En la ciudad, King Kong arrasa con todo a su paso. Destruye rápidamente la civilización que veíamos en construcción al principio de la película. Esta fuerza que no hemos querido ni domesticar, ni respetar, ni tampoco dejarla donde estaba, es excesivamente grande para la ciudad que aplasta simplemente al caminar. Con una gran tranquilidad, la bestia busca a su rubia en una escena que no es erótica, sino que hace referencia a la infancia: te agarro de la mano y patinamos juntos, como en un vals. Y tú te ríes como un niño montado en un tiovivo encantado. Aquí no hay seducción erótica, sino una relación sensual evidente, lúdica, en la que la fuerza no cristaliza en dominación. King Kong o el caos anterior a los géneros.
Después los hombres en uniforme, la política, el Estado, intervienen para matar a la bestia. Subirse a lo más alto de los edificios, batirse con los aviones que son como mosquitos. Es su número lo que permite matar a la bestia. Y dejar a la rubia sola, lista para casarse con el héroe.
El director de cine, con los ojos desorbitados frente al cuerpo del animal fotografiado como un trofeo: «Los aviones no tienen la culpa. Es la bella la que ha matado a la bestia».
Palabra de director: mentira. La bella no ha elegido matar a la bestia. La bella se niega a participar en el espectáculo. Fue a buscarla en cuanto supo que se había escapado, se ha divertido sobre su mano mientras se deslizaban sobre el agua helada del parque, la ha seguido hasta la cumbre donde la han matado. Y después, la bella ha ido detrás de su chulo. La bella no ha podido impedir que los hombres trajeran a la bestia, ni que la mataran. Se deja proteger por el más deseante, el más fuerte, el más adaptado. Se ha distanciado de su potencia fundamental. Ese es nuestro mundo moderno.
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