Conocía la faceta de Piñera como dramaturgo, pero nunca me había acercado a sus cuentos. En este magnífica edición de Cátedra se recopilan los dos volúmenes publicados, bien acompañados de un estudio como es habitual en esta colección y con notas a pie de página indicando cambios en diferentes ediciones.
Los cuentos son muy en la línea de las fábulas de Kafka, pasadas por el tamiz del absurdo pero con un inconfundible aroma de la escuela francesa. Y en mi opinión adolece de los mismos defectos que le achacaba a buena parte de los cuentos de Kafka. En mi opinión han envejecido fatal, e incluso se puede decir que ya eran viejos cuando se escribieron. Porque son contemporáneos de la revolución de Borges. Ahora mismo me estoy leyendo los cuentos de ‘Mundo animal’ de Benedetto de la misma época y nada que ver.
Aquí y allá hay cuentos breves y brillantes (dejo muestras). Incluso algunos de los cuentos largos, que nos sumergen en un ambiente onírico donde las cosas que ocurren no tienen ningún sentido aunque finjan tenerlo, están bastante bien. Un ejemplo de esto es El álbum, donde un inquilino se ve arrastrado a un extraño ritual alrededor del álbum de fotos de la dueña de la pensión.. Pero hay muchísimas páginas que, como el título, me han dejado frío. No he sido capaz de entrar en los códigos que nos plantea.
Aún así, ha sido una lectura estimulante, aunque haya sido a ratos.
Se deja leer.
En el insomnio
El hombre se acuesta temprano. No puede conciliar el sueño. Da vueltas, como es lógico, en la cama. Se enreda entre las sábanas. Enciende un cigarrillo. Lee un poco. Vuelve a apagar la luz. Pero no puede dormir. A las tres de la mañana se levanta. Despierta al amigo de al lado y le confía que no puede dormir. Le pide consejo. El amigo le aconseja que haga un pequeño paseo a fin de cansarse un poco. Que enseguida tome una taza de tilo y que apague la luz. Hace todo esto pero no logra dormir. Se vuelve a levantar. Esta vez acude al médico. Como siempre sucede, el médico habla mucho pero el hombre no se duerme. A las seis de la mañana carga un revólver y se levanta la tapa de los sesos. El hombre está muerto pero no ha podido quedarse dormido. El insomnio es una cosa muy persistente.
Natación
He aprendido a nadar en seco. Resulta más ventajoso que hacerlo en el agua. No hay el temor a hundirse pues uno ya está en el fondo, y por la misma razón se está ahogado de antemano. También se evita que tengan que pescarnos a la luz de un farol o en la claridad deslumbrante de un hermoso día. Por último, la ausencia de agua evitará que nos hinchemos.
No voy a negar que nadar en seco tiene algo de agónico. A primera vista se pensaría en los estertores de la muerte. Sin embargo, eso tiene de distinto con ella: que al par que se agoniza uno está bien vivo, bien alerta, escuchando la música que entra por la ventana y mirando el gusano que se arrastra por el suelo.
Al principio mis amigos censuraron esta decisión. Se hurtaban a mis miradas y sollozaban en los rincones. Felizmente, ya pasó la crisis. Ahora saben que me siento cómodo nadando en seco. De vez en cuando hundo mis manos en las losas de mármol y les entrego un pececillo que atrapo en las profundidades submarinas.
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