Debolsillo, 2012. 588 páginas.
Tit. Or. Il cimitero di Praga. Trad. Helena Lozano Miralles.
Aprovecho como siempre la ediciónd e bolsillo para leer a mi admirado Eco, en esta ocasión con una novela que fue bastante polémica en su momento, dado el tema que trata.
La trama es bastante fácil de resumir: Simonini es un falsificador de documentos que se ve envuelto en varios acontecimientos históricos, entre ellos la construcción de los famosos ‘Protocolos de los sabios de Sion‘, un libelo antisemita completamente falso que sirvió de soporte ideológico para la persecución de judíos en Rusia y Alemania.
Pero como en muchas novelas del autor la historia es una percha en la que ir colgando diferentes reflexiones, en este caso acerca de las conspiraciones y lo fácil que es construir una, sobre todo cuando la opinión pública está preparada para ello. El caso de los protocolos es palmario, porque a pesar de estar copiado de varias fuentes anteriores circuló como cierto. En el libro aparecen otras conspiraciones, como la Broma de Taxil.
Hay entrada (muy breve) en la wikipedia: El cementrio de Praga, y otras reseñas aquí: “El Cementerio de Praga”, de Umberto Eco y aquí: «El cementerio de Praga», de Umberto Eco .
Calificación: Bueno.
Extracto:
Pensándolo mejor, además, Dumas no se había inventado nada: sólo había dado forma de narración a lo que, según el abuelo, revelara el abate Barruel. Lo cual me sugería que, si quisiera vender de algún modo la revelación de un complot, no había de ofrecerle al cliente nada original, sino sólo y exclusivamente lo que ya sabía o lo que habría podido llegar a saber más fácilmente por otras vías. La gente cree sólo lo que ya sabe, y ésta era la belleza de la Forma Universal del Complot.
—Imaginarse como elemento necesario del orden del universo equivale, para nosotros, gentes de buenas lecturas, a la superstición para los analfabetos. No se cambia el mundo con las ideas. Las personas con pocas ideas están menos afectadas por el error, hacen lo que hacen todos y no molestan a nadie, y sobresalen, se enriquecen, alcanzan buenas posiciones: diputados, condecorados, hombres de letras de renombre, académicos, periodistas. ¿Puede uno ser necio cuando cuida tan bien sus intereses? El necio soy yo, que he querido batirme contra los molinos de viento.
Recuerdo que en 1892 empezamos una obra monstre titulada Le diable auxix* siécle, un conjunto de 240 fascículos que se seguirían durante unos treinta meses, en cuya cubierta se veía a un gran Lucifer que se reía sardónico, con alas de murciélago y cola de dragón,y un subtítulo que rezaba: «Los misterios del espiritismo, la francmasonería luci-férica, revelaciones completas sobre el paladismo, la teurgia y la goetia y todo el satanismo moderno, el magnetismo oculto, los médiums luci-féricos, la cabala de fin de siglo, la magia de la Rosa-Cruz, las posesiones en estado latente, los precursores del Anticristo».Todo ello atribuido a un misterioso doctor Bataille.
Como programamos, la obra no contenía nada que no hubiera sido escrito ya.Taxil o Bataille saquearon toda la literatura precedente, y construyeron un batiburrillo de cultos subterráneos,apariciones diabólicas, rituales horripilantes, regreso de liturgias templarías con el habitual Bafomet, y cosas de tal calado.También las ilustraciones estaban copiadas de otros libros de ciencias ocultas, los cuales ya se habían copiado entre ellos. Las únicas imágenes inéditas: los retratos de los grandes maestros masónicos, que tenían un poco la función de esos carteles que en las praderas norteamericanas indican
—Osmán Bey es un fanático y, además, es judío también él. Mejor mantenerse alejados. Yo no quiero destruir a los judíos, osaría decir que los judíos son mis mejores aliados. A mí me interesa la estabilidad moral del pueblo ruso y no deseo (y no lo desean las personas que pretendo complacer) que este pueblo dirija sus insatisfacciones hacia el zar. Así pues, necesita un enemigo. Es inútil ir a buscarle un enemigo, qué sé yo, entre los mongoles o los tártaros, como hicieron los autócratas de antaño. El enemigo para ser reconocible y temible debe estar en casa, o en el umbral de casa. De ahí los judíos. La divina providencia nos los ha dado, usémoslos, por Dios, y oremos para que siempre haya un judío que temer y odiar. Es necesario un enemigo para darle al pueblo una esperanza. Alguien ha dicho que el patriotismo es el último refugio de los canallas: los que no tienen principios morales se suelen envolver en una bandera, y los bastardos se remiten siempre a la pureza de su raza. La identidad nacional es el último recurso para los desheredados. Ahora bien, el sentimiento de la identidad se funda en el odio, en el odio hacia los que no son idénticos. Hay que cultivar el odio como pasión civil. El enemigo es el amigo de los pueblos. Hace falta alguien a quien odiar para sentirse justificados en la propia miseria. Siempre. El odio es la verdadera pasión primordial. Es el amor el que es una situación anómala. Por eso mataron a Cristo: hablaba contra natura.
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