Alrevés, 2017. 174 páginas. Una pareja que pasa apuros económicos se lanza a un plan arriesgado: secuestrar a su sobrino y pedir rescate a su padre, que se quedó con la empresa familiar y puede pagarlo. Pero lo que parece un plan perfecto se complicará al ponerlo en práctica. Narrado por los diferentes participantes del drama (los dos hermanos y sus respectivas parejas) en primera persona se aleja del formato de la novela negra habitual de crimen-resolución para enfocarse en una visión más psicológica del drama. El secuestro es una excusa para dibujar las miserias que arrastran los protagonistas. Recomendable. Per alguna raó indesxifrable, la mare sentia passió pel country, molt abans que estigués de moda fer l’ase a les festes locals ballant quatre passes mal donades amb botes camperes i barrets de cowboy. Al capvespre, fent manetes al seient del darrere del seu cotxe nou, el Rai no parava d’explicar-me que viuria a prop del Camp Nou, de la facultat on aniria… Abans de pujar a l’autobús en direcció a la ciutat, ja no hi era, i molt aviat jo tan sols seria un record entranyable. Vaig fer cas a la mare, que d’aquestes coses en sap un munt….
Alrevés, 2015. 288 páginas. Conocí a la autora en una fiesta y le prometí leer este libro. Novela negra ambientada en Barcelona que hace especial hincapié en las relaciones personales de la subinspectora protagonista y con paseo por los barrios bajos incluido. Mucha acción, ritmo trepidante y escenas de alta tensión erótica. De los que enganchan. Como defecto algún personaje (pienso en la anterior amante de Malena) resulta algo tópico por lo mala malosa. Ágil y entretenida. —Seguramente usted y yo tengamos conceptos distintos de lo que significa ser una buena persona. —Cometió un error, un error tremendo, pero la gente tiene derecho a una segunda oportunidad. —La cuestión, señor Mieres —tomó aire y lo soltó despacio—, es que no hay una segunda oportunidad para las víctimas. Eso es algo que se olvida demasiado a menudo. El daño es irreparable. Se hizo un silencio rocoso. Agustín Mieres se pasó la mano por la calva, que iba ganando terreno a un exiguo batallón de pelo apostado en los lados del cráneo. Santa-na miró de reojo a su compañera, que remoloneaba por la unidad haciendo tiempo. —Si le parece, haremos una cosa: quedamos mañana a las diez y nos acercamos a su…