Libros de la catarata, 2019. 130 páginas. Ensayo a favor de utilizar lenguaje inclusivo de una manera consciente y con cabeza. Sin caer en excesos como ‘todxs’ que están bien para hacer visible el problema pero que no constituyen una solución. Pero aportando propuestas concretas y prácticas. En la contraportada podemos leer la siguiente anécdota que ilustra muy bien cual es el problema: «Los niños que terminen pueden ir al recreo», dice la maestra. Julia se queda sentada en su pupitre, esperando su turno. «Fulanita, he dicho que podéis ir al recreo» y, como Julia permanece inmóvil, al final le explica que con «niños» se refiere también a las niñas. Horas más tarde, el profesor de gimnasia dice: «Los niños que quieran formar parte del equipo de fútbol que levanten la mano». Julia alza la mano, decidida, a lo que el profesor, incómodo, reacciona: «He dicho los niños». Julia, estupefacta, no entiende nada. «¿Pero no había dicho ‘los niños’?». Y así, las mujeres, desde pequeñas, tienen que aprender a deducir cuándo están incluidas y cuándo no. Aunque la anécdota puede parecer divertida, en realidad no lo es. No basta decir que en castellano el masculino es el neutro y lavarnos…