Alfaguara, 2015. 192 páginas. Una familia depositan las cenizas del abuelo muerto en el pantano que cubre el pueblo en el cual vivió. Vemos los pensamientos de cada uno de ellos reflexionando sobre la vida y la muerte. Sólo hay algo peor que un libro malo. Un libro malo y aburrido. Éste, en concreto, se me caía de las manos. Y eso que yo he leído cosas malas. La estructura de los puntos de vista múltiples podía dar mucho juego. Se podía contar algún secreto familiar aportando diferentes versiones. Se podría hacer un juego de estilos contraponiendo lenguajes. Se podrían haber hecho muchas cosas, pero el autor no hace nada de nada. Todos los personajes hablan igual y todos cuentan lo mismo, reflexiones de peseta sobre los tiempos pasados y presentes. Algunas de vergüenza ajena. Sólo se dejan leer la primera historia, el punto de vista de la abuela y la última, el hijo discapacitado. El resto sobra por completo. Dicho esto la edición que tengo yo es la quinta, y no sé muy bien qué conclusión se puede sacar del hecho. Un tostón infumable. Quizá tendría que visitar más estas montañas. Quizá, ahora que el abuelo va a descansar…