Libros del asteroide, 2017. 110 páginas. La sombra de un niño ahogado en un lago, Salomon, el hermano de su padre, persigue al protagonista toda su niñez. Hasta que, ya adulto, se dedica a investigar para descubrir que las cosas no eran como el pensaba pero que, a la vez, sí que lo eran. Un prodigio de concisión, en apenas 100 páginas nos habla de la muerte, del duelo, de la memoria, de la familia, de la importancia de recordar, e incluso de que hay otras vidas de las que nada sabemos y que cargan con su cruz a cuestas. Me ha encantado. Muy bueno. No sé en qué momento el inglés reemplazó el español. No sé si lo reemplazó realmente, o si más bien adopté el inglés como una especie de vestimenta que me permitiera ingresar y moverme con libertad en mi nuevo mundo. Apenas tenía diez años, pero acaso entendía ya que una lengua es también una escafandra. Días o semanas después de haber llegado a Estados Unidos —a un suburbio en el sur de Florida llamado Plantation—, y casi sin darnos cuenta, mis hermanos y yo empezamos a hablar solo en inglés. A nuestros padres, quienes nos…
Pre-textos, 2008. 106 páginas. Incluye los siguientes cuentos: Lejano Fumata Blanca Twaineando Epístrofe El Boxeador Polaco Discurso De Póvoa En los que el narrador es en muchos casos un trasunto del autor y no sabemos muy bien si estamos ante una autoficción o un recurso más. Muy bueno Lejano, donde un profesor que se enfrenta día tras día a la indiferencia de los alumnos se ve deslumbrado por la calidad de los textos de uno de ellos y cómo las cosas no van siempre por los cauces preestablecidos. También está muy bien El Boxeador Polaco recogiendo una historia de su abuelo que salvó la vide en un campo de concentración gracias a los consejos que le dio el boxeador del título y que su nieto narra con pulso firme sin caer en sentimentalismos pero con gran capacidad motivadora. Libro inencontrable, casi escondido, pero de una calidad exscelente. Otras reseñas: El boxeador polaco y en el indispensable Devaneos: El boxeador polaco. Muy recomendable. Esto es tuyo, le dije, entregándole su cuaderno y el poema que me había enviado por correo. Pensé que intentaría rechazarlos, pero los recibió sin comentario alguno. Una señora descalza pasó ofreciendo semillas de marañón. Ya leí sus…