Seix Barral, 2016. 530 páginas. Tit. or. The white road. Trad. Ramón Buenaventura. Después del exito de La liebre con ojos de ámbar de Waal se lanza a contarnos la historia de la porcelana, el oro blanco, que conoce de primera mano puesto que es ceramista y ha trabajado mucho con ella. De las montañas de China hasta los acantilados de Inglaterra se nos cuenta como el saber se ha ido transmitiendo, redescubriendo, investigando, para obtener esa sustancia tan particular y fascinante. Cómo se crean montañas de trozos rotos allí donde la tradición se pierde en la noche de los tiempos. Cómo ha obsesionado a las personas hasta extremos inimaginables. Todo mezclado con sus vivencias personales, ya que él también tuvo que dominar la porcelana, ir haciéndose un nombre, cocer vasijas decentes y por fin llegar a entrar en los museos con exposiciones que en ocasiones están escondidas. A veces el tono lánguido y moroso de la narración me ponía nervioso, pero en conjunto no está mal. Bueno. Si miro al sur desde aquí, desde el fondo del valle, alcanzo a distinguir el río, que tiene una anchura de varias decenas de metros y que cruza la ciudad, fluyendo desde…
Acantilado, 2012. 368 páginas. No puedo imaginar como se metió en mi cabeza la idea de que éste era un libro sobre genética. Supongo que por lo de la herencia oculta. Imaginen mi sorpresa cuando veo que es la historia familiar del autor contada a través de los netsukes heredados de un antepasado. Buena parte de lo que cuenta es bastante interesante, no en vano sus ancestros -los Ephrussi– fueron una familia rica e influyente a finales del XIX y principios del XX. El dueño de los netsukes aparece en un cuadro de Renoir y es una de las inspiraciones para el personaje de Charles Swann. El japonismo de fin de siglo hizo que los coleccionistas compraran a bulto todo lo relacionado con ese país y Charles consiguió una excelente colección que iría rodando por la familia hasta llegar al autor. Luego la colección iría a Odessa, recalaría en una Viena antes de la segunda guerra mundial, se salvaría de las manos de los nazis gracias a la criada: —No me podía llevar para ti nada muy valioso. Así que cada vez que pasaba iba pillando tres o cuatro figuritas del vestidor de la baronesa, esas con las que jugabais…