Mondadori, 2004. 110 páginas. Novela sobre amantes de los libros hasta sus últimas consecuencias y cuyo título hace un spoiler del que te das cuenta al final. Personalmente, y pese al éxito que ha tenido -leo por ahí que ha sido traducida a 18 idiomas- me dejó bastante frío. Reseñas con cara y ojos aquí: La casa de papel y La casa de papel. Irónico que ahora una serie de televisión haya fagocitado el título. Las polémicas sobre la famosa frase se extendieron por la universidad y hubo un torneo de estudiantes bajo la convocatoria «Relaciones entre realidad y lenguaje». Se calcularon los pasos de Bluma en la vereda del Soho, los versos de los sonetos que habría llegado a leer, la velocidad del vehículo; se debatió con celo sobre la semiótica del tránsito en Londres, el contexto cultural, urbano y lingüístico del segundo en que la literatura y el mundo colapsaron sobre el cuerpo de la querida Bluma. Yo debí suplantarla en el Departamento de Lenguas Hispánicas, ocupar su oficina y hacerme cargo de sus cursos, nada seducido por el rumbo de las discusiones. Una mañana recibí un sobre dirigido a mi difunta colega. Traía sellos postales de Uruguay,…