Sylvia Aguilar Zéleny. Basura.

octubre 22, 2024

Sylvia Aguilar Zéleny, Basura
Tránsito, 2022. 250 páginas.

En Ciudad Juárez se nos despliega la vida de tres mujeres, Alicia, una joven que vive en el basurero y que arrastra un pasado turbio de abusos y malos tratos. Griselda, una médica que hace un trabajo de campo en ese basurero. Reyna, que regenta un prostíbulo que sirve de refugio. Unas vidas que se acaban entrelazando.

Una historia sólida con ritmo de thriller en la que destaca las narraciones de la vida completamente falta de cariño de Alicia, con una infancia cruda como la sangre y la manera de buscarse la vida de Reyna, en ese margen que ha sido y es, por desgracia, el destino de tantas mujeres trans.

No tiene tanta vanguardia estilística como otras obras de la colección pero te atrapa de principio a fin, lo que también se agradece de vez en cuando.

Bueno.


Hemos escuchado que están por tener electricidad, y esto por iniciativa de ellos mismos, no del municipio. El que se muere de hambre aquí es porque es flojo, nos dijo una señora que, aparentemente, es tercera generación en este lugar: La gente tira de todo y nosotros almacenamos, vendemos o hacemos trueque, pero de hambre no nos morimos.
A estas dos señoras me las trajo la líder de la manada, Henry se encargó de convencerla de hablar con nosotros. Y ella, muy abusada, preguntó si le pagaríamos por traernos más personas a entrevistar, le dije que no con dinero sino con despensas. Me miró directo a los ojos, amenazante casi y me dijo: Pero más te vale que sea de cosas buenas. Me dijo y se dio la vuelta.
—Es muy extraña, tía. Parece niña y adulta al mismo tiempo. Lleva el cabello en una cola o suelto pero siempre con una gorra. Se viste de negro y se pone encima una camisa de hombre.
—Pero ¿y si mamá se enoja? Yo no quiero que se enoje conmigo.
Por un segundo pensé que la tía había dicho: Pero ¿y si su mamá se enoja? Pero no, la tía estaba en otro lado, no me estaba escuchando, ya se había ido a otro lugar. Los
episodios comienzan a tomar otro rumbo. No supe qué hacer ni qué decir.
—No se va a enojar, Mayela. Ahora, acaba tu comida y luego a ver la tele.
La tía le obedeció. Magda levantó los platos, limpió la mesa. Tardé en reaccionar y entender lo que había hecho.
—O sea que hay que construirle una normalidad alrededor de sus lapsos.
—No hay que construir nada, sólo seguirle el rollo. No es tan difícil.
Magda es la persona ideal para cuidar de la tía. Es paciente, tiene iniciativa. Se ganó muy pronto su confianza. Cuando la entrevistamos me dijo que los pacientes como la tía son viajeros en el tiempo, tienen lo que cualquier persona desea: escaparse de la realidad y recuperar memorias que le dan placer.
—Yo no sé tú, pero yo quisiera volver a la infancia y jugar fut con mis hermanos. Me decían que no porque era mujer.
Magda nos repitió lo que el doctor y lo que yo misma le dije a Norma desde el inicio: Esta enfermedad es un viaje sin regreso. Pero a diferencia de lo que dijo el doctor, ella hizo hincapié en la importancia de que sea un viaje cómodo: Lindo en la medida de lo posible.
Llegó con muy buenas referencias, pero creo que fue esa capacidad de analizar la situación y la empatia que demostró desde el principio lo que nos convenció de contratarla.
—Son viajeros en el tiempo y a veces hay que viajar con ellos.

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