Editorial Crítica, 2003. 1135 páginas.
Tit. Or. On the shoulders of giants . Trad. Introducción, David Jou. Sobre las revoluciones… Carlos Mínguez y Mercedes Testal. Diálogo… Carlos Solís y Javier Sádaba. Las armonías… José Luis Arántegui Tamayo. Principios… Eloy Rada García. Einstein, Javier García Sanz.
Dicen que en los artículos de los periódicos hay que poner la información en orden de relevancia, para que el editor pueda cortarlo sin que se pierdan datos. Siguiendo esta regla lo primero que tengo que decir es que este libro es un engaño, un timo, una estafa al lector. Un artefacto editorial diseñado para sacar los cuartos a la gente y que aconsejo no comprar. Dicho ya esto, pueden saltarse tranquilamente el resto de la entrada o seguir leyendo si quieren saber como defiendo mi tesis.
Nos encontramos con un libraco de más de mil páginas y un precio superior a los cuarenta euros -ahora, que cuando lo compré me costó bastante más. El nombre de Stephen Hawking puede llevar al comprador a pensar que se trata de algún libro de divulgación científica al estilo de la Historia del tiempo, e incluso en alguna web he visto a alguien definirlo así (ése no se ha leído ni la contraportada). Pero no. Primer engaño. No es un ensayo, sino la recopilación del texto íntegro de cinco de los libros más importantes en la historia de la física y la astronomía: Sobre las revoluciones de las esferas celestiales de Nicolás Copérnico, Diálogos sobre las dos nuevas ciencias de Galileo Galilei, Las armonías del mundo de Johannes Kepler, Principios matemáticos de Isaac Newton y El principio de la relatividad de Albert Einstein.
Bueno, pensará alguien, no está mal; cinco libros clave de la ciencia comentados por un gran físico. Seguro que se aprende algo. Tampoco. El señor Hawking se limita a poner el nombre en la portada y -supongo- a pasar por caja. Cada uno de los libros tiene una breve introducción de apenas cuatro páginas (por ejemplo, hay mucha más y mejor información de los autores en la wikipedia). Los libros en sí no están comentados, no tienen apenas notas y las que hay parecen puestas al azar; ni clarifican, ni destacan.
Deben estar pensando que soy masoquista. Algo sí, pero con matices. Creo que el libro es un engaño puesto que se vende lo que no es, pero no creo que sea un mal libro. Muchas veces es interesante ir a las fuentes de los descubrimientos para poder apreciar como surgieron, los tanteos de los científicos, su intuición… y algo de eso puede verse en este libro. Vamos a la reseña propiamente dicha.
Sobre las revoluciones de las esferas celestiales de Nicolás Copérnico
La iglesia no manda tanto como antes, y de ahí las rabietas que llevamos presenciando unos cuantos años. Quieren pero no pueden. Las cosas no eran así en la época de Copérnico, hasta el punto de que retrasó la publicación de De Revolutionibus Orbium Coelestium más de trece años y avisando de que sólo era una hipótesis. Sabía la que se le iba a caer encima. Contradecir a las escrituras y afirmar que era el sol y no la tierra el centro del firmamento incluyó al libro dentro del índice de libros prohibidos de la iglesia hasta el año 1835.
El libro empieza defendiendo el heliocentrismo con diversas razones de aire precientífico. Todavía Galileo Galilei no había desarrollado el método científico. Para poder desarrollar su modelo del mundo incluye todo el aparato matemático que necesita, incluyendo una completa exposición de la trigonometría plana y esférica, así como una multitud de tablas de declinaciones. Estas tablas serían útiles en su momento, pero para mí, que no me voy a poner a comprobar los datos, sobran un poco. Aquí hubieran sido de utilidad unas buenas notas.
El mayor problema del sistema Ptolemaico era que para poder explicar los movimientos de los planetas necesitaba recurrir a un ingenioso invento matemático: los epiciclos. Se suponía que los planetas giraban alrededor de la tierra, pero a la vez giraban sobre un círculo más pequeño situado en su órbita. Uno podría suponer que con el sistema Heliocéntrico desaparecían los epiciclos, pero esto no era así. Como Copérnico pensaba que el movimiento de los planetas era circular en vez de las elipses que son en realidad necesitaba seguir usándolos, aunque en menor cantidad. Más que por simplificar los cálculos de las posiciones de los planetas el sistema acabó imponiéndose por las contribuciones de Galileo y Kepler.
Diálogos sobre las dos nuevas ciencias de Galileo Galilei
Galileo Galilei es el creador del método científico; establecer hipótesis y realizar experimentos para comprobarlas. Sus aportaciones a la ciencia fueron muchas -es quizás el mayor hombro en el que se apoyó Newton- y también sufrió la censura de la iglesia, aunque parece ser que más por cabezonería que por otra cosa, ya que el papa le tenía simpatía.
Esta obra es un diálogo entre tres personajes: Salviati, que representa al autor y expone sus teorías, Sagredo una persona normal pero inteligente y Simplicio, cuyo nombre lo dice todo y es el que se dedica a contradecir a Salviati, con escaso éxito como es de imaginar. Con estos mismos sujetos escribió su más famosa Diálogo sobre los principales sistemas del mundo, dónde defendía el sistema Copernicano. En este libro discute acerca de las leyes de la mecánica, la caida de los objetos -que cerquita estuvo de las leyes del movimiento-, los péndulos, la resistencia de los objetos…
Es el libro más entretenido del volumen y el que más he disfrutado. Describe métodos experimentales realmente ingeniosos y algunos completamente visionarios. Para explicar que algo puede tener infinitos vacíos y ser, sin embargo, finito, pone el ejemplo de una circunferencia con otra interior. Si la hacemos rodar una vuelta tanto la exterior como la interior han recorrido el mismo camino, pero una es más pequeña que otra. Tendría que venir Cantor mucho tiempo después para explicarlo.
Las armonías del mundo de Johannes Kepler
Algún día tengo que releer Los sonámbulos de Koestler para reseñarlo aquí y contar algo más de la vida de Kepler. Tuvo que tragar carros y carretas cuando trabajó con Tycho Brahe. Galileo no le hizo el menor caso. Su madre fue acusada de brujería. Él mismo era bastante hipocondríaco y algo místico. Aún así gracias a las observaciones de Brahe y una fina intuición logró desentrañar el movimiento planetario -el otro hombro de Newton- al usar elipses en vez de círculos.
Si el anterior era el libro más entretenido éste es el más infumable. Está seleccionado porque es el que describe la tercera ley de Kepler, la de las proporciones -y la que primero olvidamos en la escuela- y es la primera vez que se publica en castellano, pero está lleno de misticismo y es un hueso duro de roer. Cada planeta tiene una melodía propia, y la de la tierra es Mi Fa Mi, porque -sic- reina la miseria y el hambre -miseria y famine-.
Principios matemáticos de Isaac Newton
No es descabellado decir que Newton es el mayor genio de la física de todos los tiempos -puesto disputado con Einstein. Sí, se apoyó en las leyes del movimiento de Galileo y en las del movimiento planetario de Kepler, pero con esos mimbres tejió un sistema físico que dominó la ciencia por completo hasta la llegada de la relatividad. No sólo en la física; todas las ciencias se hicieron newtonianas.
Y todo está aquí, en este libro. Empieza con unas cuantas definiciones, sigue con las leyes del movimiento y a partir de aquí se dedica a explicarlo todo: el movimiento de los planetas, la caída de los cuerpos, la gravedad, las mareas, los fluidos. Para esto tiene que desarrollar de cero un nuevo aparato matemático: el cálculo diferencial e integral, que tantas disputas le traería con Leibniz. Aquí es dónde más he echado de menos unas notas aclaratorias; de vez en cuando era capaz de ver que lo que se estaba demostrando era algo importante, pero no hubiera estado de más que un experto nos lo indicara y aclarara conceptos. Ocupa casi la mitad del libro.
El principio de la relatividad de Albert Einstein
Einstein no necesita presentación; seguramente es el físico más conocido de todos los tiempos. En el siglo XIX se creía que el edificio de la física ya estaba construído y que apenas faltaban cuatro detalles para completarlo. No sabían lo se venía encima; la mecánica cuántica y la relatividad iban a revolucionar la física y a invalidar todas las teorías anteriores. Einstein contribuyó al nacimiento de una y creo prácticamente de la nada la otra.
En la primavera de 1905 Einstein mandó cuatro artículos a la revista alemana Annalen der Physik, y cada uno de ellos era una gran contribución a la física. Un punto de vista heurístico sobre la producción y transformación de luz. demostraba mediante el efecto fotoeléctrico que la luz podía considerarse como particulas individuales, fotones. Esto fue el origen de la dualidad onda-partícula y es la base de la mecánica cuántica. Sobre el movimiento requerido por la teoría cinética molecular del calor de pequeñas partículas suspendidas en un líquido estacionario explicaba el movimiento browniano como las colisiones de los átomos, considerados por aquel entonces un concepto útil pero imaginario. Sobre la electrodinámica de cuerpos en movimiento es, pese a su brevedad, la exposición y demostración de la teoría de la relatividad restringida. Basándose en los resultados experimentales que demostraban que la velocidad de la luz era la misma independientemente del observador dedujo unas nuevas ecuaciones del movimiento un tanto contrarias a la intuición, pero que encajaban perfectamente con las observaciones. Por último ¿Depende la inercia de un cuerpo de su contenido de energía? demostraba la equivalencia entre masa y energía, demostraba la famosa ecuación E=mc2 y sentaba las bases de la energía nuclear. En este libro encontramos los dos últimos artículos.
Por si esto fuera poco Einstein presentó en 1915 las bases de su teoría de la relatividad general, que revolucionó el concepto de espacio y tiempo; ya no existía un marco preferente o absoluto y la gravedad dejaba de ser un campo para convertirse en la geometría del universo. Sobre esta matería se incluyen cinco artículos: Fundamentos de la teoría de la relatividad general, El principio de Hamilton y la teoría de la relatividad general, Sobre la influencia de la gravitación en la propagación de la luz, Consideraciones cosmológicas sobre la teoría de la relatividad general y ¿Desempeñan los campos gravitatorios un papel esencial en le estructura de las partículas elementales de la materia?
Es la parte más dura matemáticamente hablando del libro, pero también la más interesante.
Visto lo visto podría parecer que la selección, al fin y al cabo, no está tan mal. Depende. Si ya conoces todo lo que aquí se explica porque lo has leído en otros libros de divulgación el libro puede resultar interesante. Pero en ese caso quizás también sea innecesario. Pero si es la primera vez que te enfrentas a estos conceptos el libro no te va a enseñar mucho. Sinceramente no soy capaz de pensar en el lector ideal de este libro. Historiadores de la física o profesionales con interés arqueológico. Para el resto -yo incluído- hay mejores libros de divulgación.
Escuchando: Va A Estallar El Obús. Obús.
Extracto:[-]
SALV. ES ciertamente aguda la objeción del señor Simplicio, por lo que es necesario o bien dejarla como insoluble o encontrar una solución no menos sutil. Aunque el aire comprimido pesaba, cómo lo hemos visto, lo mismo que la arena, dejará de pesar una vez puesto en libertad en su elemento, mientras que la arena conservará evidentemente su peso. Por esa razón, para realizar tal experiencia convenía elegir un lugar y un medio en donde el aire, no menos que la arena, pudiera pesar; porque, como tantas veces se ha dicho, el medio sustrae del peso de cualquier cuerpo sumergido en él el peso de una porción de dicho medio igual al volumen del cuerpo inmerso; de modo que el aire le quita todo el peso al aire. Para realizar, por tanto, la experiencia con todo rigor, habría que hacerla en el vacío, en donde todo cuerpo ejercería toda su gravedad, sin disminución alguna. Así que si nosotros pesáramos, señor Simplicio, una porción de aire en el vacío ¿quedaríais asegurado y convencido del hecho?
SIMP. Sin duda alguna, sólo que se trata de desear o de buscar lo imposible.
SALV. Será bien grande el favor que me deberéis si realizo yo esta vez, en gracia vuestra, lo imposible. No quiero, sin embargo, venderos lo que ya os he dado, porque en la experiencia que acabo de describiros hemos pesado el aire en el vacío y no en el aire o en cualquier otro medio lleno. Si al cuerpo inmerso en un medio fluido se le quita algo de su peso, proviene esto, señor Simplicio, de que el medio se resiste a dejarse abrir, a dejarse apartar para ser finalmente elevado; testimonio de lo cual es su prontitud en llenar el espacio que ocupaba tan pronto como el cuerpo inmerso lo abandona; porque si el medio no se resistiese a ningún efecto de tal inmersión, nada haría en contra de aquélla. Decidme ahora, cuando tenéis en el aire el frasco, lleno ya con el mismo aire, que se encuentra contenido naturalmente, ¿qué división, qué separación o, en definitiva, qué cambio puede padecer el aire del medio exterior por efecto del aire suplementario, que se infunde, por la fuerza, en el frasco? ¿Aumenta, acaso, el frasco de modo que el aire del medio tenga que retirarse para dejarle sitio? Ciertamente, no. Podemos, sin embargo, afirmar que el aire introducido en el recipiente no queda inmerso en el aire circundante, al no ocupar espacio alguno, sino que es como si lo metiéramos en el vacío. Más aún, lo metemos ahí realmente, ya que se coloca en los vacíos que no llena totalmente el aire no condensado. No soy capaz, verdaderamente, de ver diferencia alguna entre dos naturalezas de medio interior y medio exterior, cuando en ésta el exterior no presiona en modo alguno al interior y en aquélla, el interior no hace nada para rechazar al exterior. Tales son las condiciones de cualquier materia en el vacío y del aire comprimido en el recipiente. El peso, por tanto, que encontramos en el aire condensado es el mismo que encontraríamos si estuviera esparcido libremente en el vacío. Bien es verdad que el peso de la arena utilizada como equilibrante lo hemos obtenido al aire libre y que, en el vacío, habría sobrepasado la justa medida. H»; que decir, pues, que el aire pesado es, en realidad, algo más pesado que la arena que su vio de contrapeso; es decir, de lo que pesaría la misma cantidad de aire en el vacío.
SIMP. Me parecía, ciertamente, que las experiencias descritas dejaban todavía algo que desear, pero ahora me veo completamente tranquilizado.
SALV. LO que yo he expuesto hasta el momento y de manera particular, lo que hace a las diferencias de peso que, por muy grandes que sean, no afectan en nada a las diferentes velocidades de los móviles, de modo que en lo que éstas dependen de sus pesos, todos deberían moverse a la misma velocidad; todo esto, repito, es tan nuevo y tan inverosímil a primera vista que si no hubiera forma de elucidarlo y hacerlo más claro que la luz del día, más valdría callarse y no decir nada. Pero como ya he abierto la boca, es necesario que no se me escape ninguna experiencia ni ningún argumento que lo pueda ratificar.
SAGR. NO sólo ésta, sino otras muchas de vuestras proposiciones están tan alejadas de las opiniones y doctrinas comúnmente aceptadas que si se les diera publicidad, suscitarían un buen número de opositores dada la innata inclinación de los hombres a no ver de buen grado que otros descubran con sus propios medios verdades o errores, que habían pasado desapercibidos para ellos. Dándoles el título de innovadores doctrinarios, tan poco grato a muchos oídos, se las ingenian para cortar los nudos que no pueden deshacer y para hacer saltar, con minas subterráneas, los edificios que habían construido, con los instrumentos [128] habituales, pacientes trabajadores. Pero como nos encontramos nosotros lejos de pretensiones semejantes, las experiencias y los razonamientos aducidos hasta el momento nos bastan para que quedemos tranquilos. En el caso, sin embargo, de que tengáis experiencias y razones aún más palpables, las escucharemos nosotros con sumo agrado.
SALV. La experiencia consistente en tomar dos cuerpos tan diferentes de peso como se pueda, haciéndolos caer desde cierta altura para observar así si sus velocidades son iguales, presenta alguna dificultad, ya que si la altura es grande, el medio, que bajo la presión del cuerpo que cae se abrirá siendo empujado lateralmente, opondrá un freno mucho mayor al escaso momento de un móvil muy ligero que a la gran fuerza [violenta] de uno muy pesado. De este modo, el cuerpo ligero, en un espacio largo, quedará muy retrasado. Y si, por el contrario, la altura es pequeña, se podría muy bien pensar o que no hay diferencia alguna de velocidad, o que es inobservable, en caso de haberla.
6 comentarios
Estuve a punto de comprarlo en la Abacus. Afortunadamente lo hojeé (tengo esta manía)y me dí cuenta a tiempo de la publicidad engañosa de la portada.
El libro que vale la pena es «El camino a la realidad» de Roger Penrose.
Me lo recomendó un compañero común (JMS) experto en termodinámica, y la verdad, no me está decepcionando. Es más, algunas partes (aunque el nivel matemático es elevado) son apasionantes.
Nevermore! Yo estoy con él, versión The road to reality XD
Espero no hacerlo durar más allá de setiembre…
Lo comento entonces.
(Palimp, estoy con H. Böll, frapada).
Tendré que echarle un vistazo al de Penrose, aunque La mente desnuda del emperador me dejó frío…
Me alegro del frape de Böll 🙂
Muchas gracias por tu advertencia, y que siga «flotando» en Internet hasta ahora.
Me has ahorrado una desilusión. «A hombros de» navegantes como tú, Internet aumenta su valor.
En cuanto a libros, les recomiendo «El sentido del universo» de Hubert Reeves. Tiene algunos años, pero me parece notable su comparaciòn de la estructura de la realidad con la de un alfabeto, entre otras ideas que usa para divulgaciòn científica.
Apuntado queda y gracias a ti por la visita.