Blackie Books, 2011. 108 páginas.
Tit. Or. : La cote 400. Trad. María Enguix Tercero.
Mucho había oído hablar de este libro, que tenía ganas de leer.
Es el monólogo de una bibliotecaria -aunque supuestamente le habla a alguien que debió quedarse encerrado por la noche. En un torrente verbal sin concesiones arremeterá contra los lectores, los libros, las otras bibliotecarias, el sistema de clasificación y todo lo que se le ponga por delante.
Un libro muy divertido que se lee en un suspiro, te arranca carcajadas, se cierra con una sonrisa y deja en el recuerdo grandes citas. La protagonista se hace simpática pese a sus defectos y manías.
Perfectamente recomendable, lo leerán sin darse cuenta.
Calificación: Muy bueno.
Un día, un libro (297/365)
Extracto:
El amor lo encuentro en los libros. Leo mucho, y eso me consuela. Nunca estás sola cuando vives entre libros. Los libros me elevan. Lo importante es elevarse. Por eso me resulta especialmente penoso trabajar en el sótano, ¿no le parece que está oscuro? Los arquitectos nunca piensan en nosotros, en los de abajo. En realidad, los arquitectos nunca piensan en nada. Entiendo bastante de arquitectos, suelen venir a husmear a mi sección. Ah, pero a esos no los ayudo nunca. El primer arquitecto o estudiante de arquitectura que pasa, con sus gafas ridiculas y su carpeta de dibujos, paga por todos los demás. Ni un consejo, ni una sonrisa, niet. Estoy a favor de los castigos colectivos. Justicia pura y dura. El que concibió este sótano asfixiante me ha condenado definitiva y arbitrariamente al calabozo, así que, a cambio, yo los martirizo. Me vengo de ellos cuando les hago subir y bajar varias veces de una planta a otra antes de darles el libro que buscan, cuando les molesto con mis carritos mientras intentan con-
centrarse en su trabajo, cuando intento abrir por tercera vez la ventana que se atasca, cuando apago el aire acondicionado y lo vuelvo a encender. Cuando los acoso, a fin de cuentas. No me mire con esos ojos como platos, sé muy bien hasta dónde puedo llegar. Nadie se percata de este jue-guecito. Y, al fin y al cabo, nunca terminas de fiarte de los lectores. No lo digo por usted, lo digo en general: en el fondo, el lector solo viene a la biblioteca a desordenar. Por eso, para limitar los daños, es necesario vigilarlos de cerca. Mi misión puede resumirse así: impedir que los lectores perviertan el perfecto orden de mi sótano. No siempre lo consigo. A menudo hacen tonterías. Es inevitable. Roban, molestan, desordenan los libros, doblan las puntas de las páginas. Algunos hasta las arrancan. Arrancar las páginas, cada vez que lo pienso, ¡cuando una fotocopia solo cuesta siete céntimos de euro! Siempre son hombres. Como los maniáticos del subrayado, siempre hombres.
Ayúdeme a colocarlos otra vez, no sé qué mosca me ha picado. A veces tengo prontos raros. Un día, por ejemplo, leí un graffiti en la pared de los lavabos: hombre joven BUSCA MUJER JOVEN A LA QUE LE GUSTE LA
Crítica de la razón pura para aventura kantiana. Ponía hasta un número de móvil. No vaya a decírselo al director, pero, fui yo la que respondió debajo con un garabato: mujer madura BUSCA HOMBRE JOVEN QUE APRECIE LA
Crítica de la razón dialéctica para aventura sartriana. Evidentemente, no está al alcance del primero que pasa. No me contestó nadie. Bueno, tampoco me atreví a poner mi número de teléfono, la verdad. Pero no veo por qué no iba a divertirme yo también un poquito, en lugar de quedarme como una idiota, mirando a los lectores que ligan y los libros que se amontonan.
2 comentarios
Cuando lo leí comenté – y mira que soy perezoso para escribir, sobre todo elogios 🙂 – ‘Sophie ¿Ha mirado ud por un agujerito detrás del velo de las cosas?’
Saludos
Gracias por el enlace 🙂
Un abrazo.