Salto de página, 2007, 2011. 152 páginas.
Me vino recomendado por muchas fuentes como algo extraordinario dentro del género y sí, es cierto que su lenguaje es original, con esas frases cortas y tajantes, pero se me hizo insoportablemente aburrido e incluso pretencioso, hasta el punto que el otro libro del autor ni siquiera he intentado leerlo.
No me gustó.
La caza
En el Asentamiento sólo quedaron una guardia de seguridad y los inútiles. Los demás fueron al Lugar de Caza.
Los secretarios los organizaron en grupos de diez, con un responsable que tenía la obligación de llevarlos juntos y en absoluto silencio. Todos tenían los pies forrados con trapos.
Caminaron un rato largo. No se cruzaron con nadie.
Llegaron al Lugar.
Eran ruinas, rodeadas de matorrales espinosos, algunos tan altos como una persona.
Desde lejos se veían algunas paredes, vigas, puertas, ventanas vacías como ojos de calavera. Todo cubierto de musgo, hongos y enredaderas de hojas negras.
En el centro había una construcción circular un poco más alta, pero Plop sabía que nunca iban a poder llegar allí.
Los formaron, en absoluto silencio, en tres círculos.
En el primero iban los cazadores profesionales, los de mayor experiencia, los de Voluntarios Uno y los que habían estado en* otras cacerías. Tenían palos y cuchillos ensartados en varas.
Delante de cada cuatro o cinco de ellos iba caminando desnudo un Voluntario Dos. Con las manos atadas y los pies maneados para que no pudiera correr.
En el segundo círculo estaban los jóvenes y algunos viejos todavía ágiles. Con bolsas, palos y el resto de los cuchillos. Allí estaba Plop.
En el tercero, los chicos y los viejos más inútiles. Con bolsas y algunos palos que habían podido recoger.
Avanzaron.
Al entrar en la maleza se escucharon los primeros maullidos y los gatos empezaron a saltar sobre los Voluntarios Dos.
Antes de que llegaran a destrozarlos fueron reventados por la primera línea de cazadores.
Los tiraban para atrás, donde los remataban si hacía falta.
Los Voluntarios Dos duraron poco. Pero a esa altura el primer círculo era bastante cerrado y los gatos sólo podían escapar pasando por encima.
Para eso servía el segundo círculo. Les pegaban y los dejaban para el tercer círculo, que debía cargarlos en las bolsas.
Algunos gatos no estaban tan maltrechos y se defendían. Intentaban escaparse, atacaban a los de atrás, los más débiles y peor protegidos.
Se oían los gritos.
Cada tanto alguno del primer círculo caía cubierto de animales.
Sus compañeros lo rodeaban; apaleaban y acuchillaban lo que podían. En general el caído no sobrevivía, pero dejaba mucha caza lista para llevar.
A medida que avanzaban aumentaba la cantidad de bichos que se escapaban del primer círculo.
Era trabajo para el segundo círculo, más para que no los atacaran que para llenar las bolsas.
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