Incluye los siguientes relatos:
Resurrección del Doncel
Agueda/Agata
La dama boba
La infanta Ofelia
Las sergas de Hroswith
El señor Link visita a un autor
Vida y milagros de San Modesto de Trébede
La fiesta pasa
La alegría del dios
El mundo según Valdés
El Tercer Lugar
La obra maestra
Queríamos volar
Una hora al día
Muy bien trabajados, con temas que a veces tratan de literatura clásica, que me han sorprendido por su solidez y su calidad. Las sergas de Hroswith sigue la narración de una gesta en un tapiz e incluye el propio relato dentro del mismo en un juego de espejos. Vida y milagros de San Modesto de Trébede nos habla de un santo tan modesto que camufla su santidad de maldad. En El mundo según Valdés, relato que me trajo a esta antología, el escritor Valdés llega a nuestro tiempo y vemos que es lo que más le sorprende de la modernidad.
Me ha sorprendido muy gratamente. Una delicia.
Muy bueno.
Modesto viene del latín modestus, que significa humilde y discreto; aunque también podría venir del griego modes to, que significa «el señalado»; otros opinan que su origen es el romance modo esto por «este modo». Cualquiera que sea su etimología, el nombre cuadra muy bien a este santo, que fue humilde y discreto, señalado por sus milagros y de este modo se puso de manifiesto la gloria de Dios.
San Modesto nació en la ciudad italiana de Trébede y fue hijo primogénito de un acaudalado y noble mercader. Desde muy niño hizo honor a su nombre y despreció las riquezas mundanas y los honores que le correspondían por su nacimiento, para dedicarse por entero al servicio de Dios. A los siete años salió de su casa y se presentó en el convento de San Cla-raval, fundado por San Bernardo, solicitando ser admitido como hermano lego. Comoquiera que el abad lo rechazara a causa de su corta edad, el niño Modesto acató su decisión con gran humildad, se vistió de cilicio y se refugió en una cueva cercana, en espera de alcanzar la edad necesaria. Allí pasó trece años, durante los cuales se alimentó de amarga retama y bebió el agua que rezumaba por la roca de la cueva; y, por fin, a la edad de veinte años, fue admitido en el convento como motilón.
En él pasó treinta años de su vida, dedicado a los más bajos menesteres que otros frailes despreciaban, y dando ejemplo de modestia y mansedumbre. Tal era su humildad que no vacilaba en hacerse acreedor de los mayores castigos y las más duras penitencias, inculpándose de cuantos delitos y desmanes se cometían en la comarca: si una doncella resultaba violada, Modesto se acusaba a sí mismo de haberla mancillado, y padecía mansamente el castigo que se le imponía; cuantos robos, asaltos y pillajes se cometían en la región, Modesto se los atribuía, de modo que todos los paisanos y aun sus mismos compañeros de cenobio lo tenían por un auténtico engendro de Satanás. En cierta ocasión se produjo un voraz incendio en los campos, justo en vísperas de la siega, por lo que toda la cosecha se perdió; Modesto no vaciló en denunciarse a sí propio como incendiario, motivo por el cual fue lapidado por los campesinos y pasó muchos meses entre la vida y la muerte, dando a todos ejemplo de su conformidad con la voluntad divina.
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