Las afueras, 2021. 128 páginas.
Ensayos en clave autobiográfica donde la autora nos habla de diferentes temas que abordan su intimidad familiar, sus inseguridades, sus miedos, los problemas de ser mujer en una sociedad machista y con una extrema violencia estructural contra las mujeres.
Me lo vendieron, precisamente, como una denuncia de esa violencia y, aunque es cierto que está presente en muchas páginas, nunca es el tema central, sino una circunstancia más de la autora que se enfrenta, como cualquier mujer en el mundo, a acoso sexual, a juicios por su cuerpo, a la fama que tiene su pueblo de traidores por su alianza con Cortés.
Estoy enlazando dos libros del mismo corte y los dos son excelentes. Muy bien escrito y los temas que trata, imprescindibles.
Muy bueno.
Cuando una va creciendo no puede identificar la violencia arraigada en la cotidianidad. Por eso en la preparatoria un profesor me metió la mano bajo la blusa a mitad de una asesoría; por eso cuando me fui a hacer una prueba de embarazo —siempre me dio pavor esa posibilidad— el laboratorista me explicó que uno de los síntomas principales es la inflamación de los senos y me apretó uno con la mano; por eso, desde que comencé a tomar talleres de escritura, ya perdí la cuenta de los profesores que han intentado propasarse conmigo.
Me pongo furiosa pero no hago nada, solo los evito en silencio. Hago lo mismo que de adolescente, llevarme todo dentro. Pero ya no quiero. Pienso en mi madre llorando en el rellano de las escaleras. No recuerdo por qué lo hacía, pero lloraba y yo no podía protegerla.
Creo que dentro de un libro como ese bien podrían estar mis palabras. Al teclearlas, surgen las mismas dudas. ¿A alguien puede interesarle lo que pienso? ¿Debería eso importarme? Yo, como LMMD, siento ansia por mostrar lo que tengo dentro. Sé que hay algo que tengo que decir: a veces no sé cómo, pero otras dudo incluso que valga la pena.
Cuando camino por la calle, observo, a veces demasiado, ala gente. Escucho conversaciones ajenas. La Ciudad de México es una suerte de Aleph, repleto de voces precarizadas, respirando aire sucio y recibiendo la inclemente radiación solar, que empeora con la ausencia de árboles. Pienso en las historias por contar. Sé que no podré alcanzar todas las subjetividades. Como no puedo alcanzar tantas cosas.
«Nunca podré leer todos los libros que quiero, nunca podré ser toda la gente que quiero, ni vivir las vidas que quiero. ¿Y qué es lo que quiero? Quiero vivir y sentir todas las sombras, tonos y variaciones de la experiencia mental y física posibles. Y estoy terriblemente limitada», escribió en su diario Sylvia Plath, en 1950.
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