Editorial Anagrama, 1999. 234 páginas.
Tit. Or. Heavy Water and Other Stories. Trad. Jesús Zulaika.
En la nueva biblioteca a la que voy de vez en cuando tienen una mesa con los libros más prestados. Todos ellos tienen una pegatina con el oscar a los más populares (supongo). Es una sorpresa ver que la mesa no está copada por pilares de la tierra, davincis, templarios y similares. También hay espacio para otro tipo de literatura, y entre ellos encontré este Mar gruesa de mi estimado escritor Martin Amis.
El libro es un compendio de nueve relatos, publicados en diferentes revistas (Granta, New Yorker, New Statement), de temáticas y estilos muy diferentes. Veamos la lista:
Un peldaño en la carrera
Mientras Alistair se las ve y se las desea para intentar colocar un guión en una sórdida revista, Luke disfruta de la buena vida y negocia los derechos de su último poema Soneto.
La muerte de Denton
Denton sabe que ocurrirá, serían tres, y actuarían con calma y determinación. Y que utilizarían la máquina.
El estado de inglaterra
Mal trabaja como gorila, aunque las cosas no le van muy bien ultimamente, se haya separado de su mujer, e intente ganarse el respeto y el cariño de su hijo.
Deja que cuente las veces
Vernon tiene una vida sexual milimetrada: tres veces y media a la semana. Pero en un viaje de negocios descubrirá un nuevo mundo lleno de promesas de felicidad ilimitadas: el onanismo.
La coincidencia de las artes
Rodney es un chico de buena familia que se gana bien la vida en Nueva York como retratista. El portero de su edificio está empeñado en que se lea su novela y acaba de comenzar un idilio con una chica que nunca le habla.
Mar gruesa
Una madre sobreprotectora está de crucero con su hijo de cuarenta años, deficiente mental.
El portero de Marte
Mientras en la tierra Pop Jones intenta averiguar quien ha violado a Timmy, en marte una delegación es recibida por un portero extraterrestre que tiene muy malas noticias para el planeta.
Narrativa hetero
En un mundo totalmente homosexual también hay valientes heteros que se atreven a salir del armario, y homos que admiten ser sus amigos.
Lo que me pasó en las vacaciones
Durante unas vacaciones también puede descubrirse lo que significa la muerte.
En la contraportada se afirma que estos cuentos son lo mejor que ha escrito el autor en años. Mi opinión es, sin embargo, que no es para tanto. La idea de que los poetas disfruten del éxito -y de la vida estresada- de los guionistas y viceversa no deja de ser curiosa, pero no da mucho de sí (lo mejor, la ironía encubierta: la vanguardia poética no va más allá del verso blanco)*. Un mundo donde la homosexualidad es la norma y la heterosexualidad marginal tampoco da lugar a situaciones especialmente sorprendentes.
En la línea habitual de Amis se inscriben El estado de inglaterra, La coincidencia de las artes y Mar gruesa, relato que da título al libro pero que considero el peor de los tres. Deja que cuente las veces es gracioso y fresco. Lo que me pasó en las vacaciones es un curioso experimento -escrito con faltas, como si fuera un niño- que creo que logra su objetivo.
Rozando la ciencia ficción se encuentra La muerte de Denton, extraño bucle obsesivo de un condenado y El portero de Marte, quizá el mejor relato del libro, donde expresa con maestría la indefensión básica del ser humano, tanto en la tierra como en el universo, y expone una curiosa genealogía cósmica bastante plausible con breves pero certeros trazos.
No es de lo mejor del autor, pero Amis en horas bajas sigue siendo más interesante que muchos autores en plena forma y los dos o tres relatos buenos salvan al libro.
(*) Curiosamente tanto este cuento como algunos de los demás me parecen mejores en el recuerdo -ya han pasado unos meses desde que escribí la reseña.
Escuchando: Nadar en tu sudor. Los Deltonos.
Extracto:[-]
»Caímos en una espiral. A las carreras armamentísticas les se guían indefectiblemente masivos conflictos. Nos acribillábamo mutuamente con todo tipo de arsenales sobremanera exóticos, en deliciosas y alambicadas secuencias de estocadas, fintas y contraataques. Pero al cabo nada pudo compararse a los drásticos efectos del intercambio termonuclear entre ambos bandos. Siempre acabábamos lanzándonos todo lo que teníamos a mano, en sucesivos despliegues de liquidación de arsenales. Después de una devastación, volvíamos a reconstruirlo todo con vistas a nuevas devastaciones. Nadie se quejaba. La tecnología de los refugios se había desarrollado enormemente. Las bajas podían recomponerse hasta quedar como nuevas. Y los muertos eran sencillamente resucitados (salvo, claro está, en los casos de volatilización absoluta de los cuerpos). Llegamos a considerar los inviernos nucleares como autóctonos de Marte. Los paréntesis de calma duraban siglos. Las batallas se dirimían en una tarde.
»No parece tener mucho sentido, ¿no? Más tarde, los marcianos dieron en argüir que se trataba de una etapa necesaria en su desarrollo militar. Sentían que eran… ricos en tiempo. No sabían, como yo sé, que esto les sucede a todos los mundos de tipo V en la fase poshistórica. Sin excepción. Se vuelven locos.
»La Guerra de Hidrógeno de las Dos Naciones duró 112 millones de años, y seis meses después le siguió la Guerra de los 70 Millones de Años, en la cual el uso de armas basadas en la gravedad cuántica incrementaron a extremos inimaginables la potencia de fuego de ambos bandos. Para entonces otro factor estaban haciendo presa de la salud mental de los marcianos: la inmortalidad. En realidad esta palabra no resulta de gran utilidad. Pongámoslo de este modo: en Marte todo el mundo anhelaba una identidad personal sin término en el tiempo. Y en el contexto de los mundos de tipo V eso siempre afectaba a la cabeza. Hubo otra gran guerra, la Guerra de la Gran Fuerza Nuclear, que se prolongó por espacio de 284 millones de años. Cuando salieron de ella, el sentimiento general era que Marte se había estancado. Así que decidieron dejar de hacer gilipolleces. A propósito: vosotros, en esta fase, seguíais siendo un mero remedo de un pozo séptico. Bien, ¿y por qué no? Erais un magnífico remedo de un pozo séptico.
»Para empezar, había asuntos que atender en nuestro patio trasero. La Gente del Miedo y la Gente del Pánico se unieron para enfrentarse a un enemigo común. Un enemigo cercano.
El portero de Marte guardó silencio. Su cabeza, con su arco de acero, adoptó una postura inquisitiva. Vladimir Voronezh, uno de los Laureados rusos (su campo era la formación de las galaxias), tomó la palabta y dijo:
-Estimado señor, presiento que ahora va a decirnos que, en un pasado remoto, la vida surgió en alguna otra parte del sistema solar.
-En efecto. Tenéis que dejar esa costumbre de pensar en el «milagro» de la vida, en el fabuloso «accidente» de inteligencia, etcétera. Puedo aseguraros que en este universo la cognición es tan común como la saliva. Al ser un mundo de tipo V, Marte, en su fase de Riqueza Total, era extremadamente insular. Pese a disponer de la adecuada tecnología, no sentía ningún interés por la exploración espacial. Pero era perfectamente consciente de la coexistencia de dos mundos de tipo W: Júpiter y…
-¿Júpiter? -exclamó lord Kenrick Douglas, un científico alto, barbado y célebre, del campo de los quásares-. Señor, nosotros sabemos algo del sistema solar. Júpiter es un gigante de gas. Tiene una cotona de nubes heladas de un espesor de 1.000 kilómetros y una corteza de hidrógeno líquido. Nuestras sondas suicidas nos dicen que no hay superficie sólida en ese planeta. ¿Nos va a decir qué aspecto tenían los habitantes de Júpiter? ¿De medusas con transformadores? ¿Con trajes de submarinistas?
Esta chanza arrancó risas inquietas en el auditorio. El portero de Marte se puso tenso ante las risas, pero no como quien se siente agraviado, sino con concentración y curiosidad. Dijo:
-¿Puedo hacerte una pregunta? -Parecía dirigirse a Miss Mundo-. ¿Os reís porque os ha parecido gracioso o porque pensáis que ha dicho una gilipollez? No. No importa. Déjame decirte, señor lord laureado con el Nobel, que Júpiter no fue siempre un gigante de gas. Originalmente era mucho más pequeño y más denso.
3 comentarios
Dios santo! Los Deltonos, ¡¡la mejor banda de power blues de este país!!
Suya es la frase; hoy me siento triste, me he comprado un compac disc. No hays que comprar compac disc, hay que comprar vinilo. ¡Viva el vinilo!
Como se nota que te tira la SF.
Te he enviado un correo, pero no sé porque narices me lo ha rebotado. Te dejo mi mensaje aqui.
«¿Qué tal J.P.? Más vale tarde que nunca.
Dime día hora y lugar y si no tengo ningún inconveniente de causa
mayor allí estaré como un clavo.
Estuve ocupado estos días pero tengo ganas de hablar contigo.»
Un abrazo.
Vigo
Los Deltonos son muy grandes 🙂