Planeta, 2021. 154 páginas.
Tit. or. Zelfverwoestingsboek.
Panfleto que denuncia la obligación de ser feliz, productivo, guay, original, creativo, productivo y sobre todo consumista. Nunca se habían escrito tantos libros de autoayuda, nunca el pensamiento positivo ha estado más de moda y nunca hemos tenido tantos problemas mentales derivados de no encajar en lo que se está pidiendo de nosotros.
La metáfora de una clavija redonda en un agujero cuadrado se usó en un anuncio como defensa de aquellos que son originales y persiguen sus sueños, pero en vez de vendernos modelos imposibles, puesto que la mayoría tenemos un trabajo mediocre, una vida mediocre y bastante hacemos con seguir para adelante, la autora defiende ser una clavija improductiva, conformista, de cuerpo no normativo, sin preocuparse con ser el mejor ni el que más tiene, ser, en definitiva, la mejor manera de ser antisistema: no comprar el relato que nos venden.
Como se dice al comienzo:
Porque el problema no somos nosotros, el problema está en el mundo que nos rodea. Es un mundo enfocado en el más y mejor, donde nada nunca es suficiente y siempre hay que ser más productivo, sobre todo si es para consumir más. Y siempre es preferible hacerlo con una sonrisa. Al mismo tiempo, es un mundo en el que crecen la inseguridad existencial y la desigualdad, y en el que desaparecen las redes de seguridad; en el que la mayoría de las personas carecen crónicamente de tiempo y sentido de vida.
Este es un mundo creado por el capitalismo neoliberal. Aquí lo último que debes hacer es preguntarte cómo puedes mejorar. Debes preguntarte cómo puedes menoscabar al máximo un sistema que nos derriba a todos.
Y yo solo puedo decir, amén hermana.
Bueno.
poder estar quietas, para poder estar activas, para adormecer el dolor. Pero lo que necesitamos no son pastillas, yoga o diarios de gratitud, sino darnos cuenta de que nosotros no somos el problema. si sientes que no encajas en el mundo, decía Virginia Woolf, quizá no deberías preguntarte qué problema tienes tú, sino qué problema tiene el mundo.
En tiempos de Virginia Woolf, hace unos cien años, todavía estaba prohibido que una mujer fuese sola a la biblioteca. Dicho de otro modo, Virginia Woolf necesitaba la presencia de un hombre para poder hojear los libros que ella misma había escrito.
¿Qué haces en esa situación?
Puedes intentar colarte disfrazada de hombre, algo que a lo largo de la historia han hecho miles —más bien cientos de miles— de mujeres para poder seguir participando. Otra opción, más moderna, es luchar por ser la excepción; por ejemplo, pensando y expresándote como un hombre (véase Vayamos delante de Sheryl Sandberg o A las niñas buenas no les dan el despacho grande de Lois P. Frankel).
Pero también puedes pensar: a la mierda.
Si el mundo no para de decirte que no eres lo suficientemente bueno, sano, elegante, productivo, positivo, zen, o que no estás en forma, ya va siendo hora de que te preguntes qué es lo que ha fallado en el mundo.
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