Emilio Gavilanes. Historia secreta del mundo.

diciembre 14, 2022

Emilio Gavilanes, Historia secreta del mundo
Ediciones de la discreta, 2015. 250 páginas.

No incluyo lista de cuentos porque son muchísimos. Los temas también son variados. Están los que nos hablan desde los márgenes de la historia, personas y objetos que pasan desapercibidos al lado de grandes acontecimientos. También las historias personales crudas, sobre todo al final, de los sufrientes de situaciones en las que no han tenido arte ni parte pero que han destruído sus vidas.

Todo narrado con un tono poético muy particular, con ecos de Borges en ocasiones, pero para nada imitativo, estamos hablando de un escritor con mayúsculas con una voz muy personal. Fue el premio Setenil 2015, y muy merecido. Lo que no se merecía es esta portada que tira para atrás y que no encaja nada con el contenido, que es magnífico.

Dejo muestras de su buen hacer, personalmente he disfrutado muchísimo con su lectura.

Muy recomendable.

Leyenda medieval
Es la batalla de Clavijo. Las flechas cruzan el aire como vencejos. Cuando una de ellas le atraviesa el pecho, el caballero Don Gonzalo de Maqueda se siente herido de muerte.
“Señor, recuerda que le he hecho a mi madre la promesa de peregrinar un día a Santiago. No me dejes morir sin cumplirla. Concédeme, Señor, unos días más de vida. Solo para poder ir a Santiago.”
Cuando recupera el conocimiento se encuentra en la casa familiar. Aunque goza de los atentos cuidados de su madre tarda varios meses en restablecerse.
Puede andar sin ayuda allá por noviembre, cuando el frío desaloja los caminos.
Pasa el invierno en la cocina, junto al fuego, el aprendiz de Sol.
La primavera trae ríos verticales.
En junio, cuando ya tiene todo preparado para iniciar el viaje a Santiago, el rey lo requiere para una nueva guerra. Otra larga guerra, que esta vez dura diez años.
Vuelve sin una herida. Abraza a su madre y, por temor a que otra vez lo retenga una nueva obligación, se echa al camino para cumplir su promesa, sin darse un pequeño descanso.
Es verano. Se impone un paso rápido, pues quiere estar pronto de vuelta, para la sementera.
Entra en la catedral bajo el pórtico de la Gloria. Al arrodillarse delante del santo, siente el dolor, aquel mismo dolor mortal en el pecho.
Entonces sabe que se está muriendo en aquel campo de batalla y comprende que Dios solo le ha concedido ir a Santiago. No vivir más tiempo. No han transcurrido diez años. Nada en ese tiempo ha sido real.
Se pregunta si su madre, como él, no estará también ya muerta.


Las tapias del monasterio
Gaspar de Zúñiga. Hijo menor de familia de renombre. Siendo niño, cuando quería decir algo, sus hermanos siempre le interrumpían. A medida que fue creciendo nunca consiguió que nadie le escuchase callado. Todos cortaban su discurso. Siempre que tomaba la palabra sabía que en cualquier momento se la iban a arrebatar. Frustrado, se retiró del mundo a un monasterio e hizo voto de silencio. Un día, siendo anciano, escucha por la ventana de su celda a alguien que habla sin descanso. Entonces comprende que lo que le habría gustado no es callarse él, sino que se callaran los demás. Que el resto del mundo hubiese hecho voto de silencio. Y que su vida ha sido una equivocación.


La ballena blanca
Muchos edificios del viejo Nueva York están construidos con una piedra marrón procedente de las cercanas canteras de areniscas de Connecticut.
Cuando Melville trabajaba como inspector de aduanas en el puerto de Nueva York, muchas veces veía una escena incomprensible: marineros desembarcando rocas que abandonaban en tierra. Eran veleros mercantes que regresaban vacíos de Europa, con la única carga de rocas locales como lastre, areniscas escocesas de las que se desembarazaban en cuanto llegaban a puerto, y que después eran utilizadas por los constructores neoyorquinos. Hoy es imposible distinguir los edificios construidos con unas u otras rocas, porque las canteras de Connecticut y las de Escocia estuvieron en contacto durante el Triásico, formaban una misma masa. Después la dorsal que abrió el Adántico las fue separando en dos placas tectónicas distintas.
Doscientos millones de años después, las rocas salvaban una separación de siete mil kilómetros y volvían a estar juntas.


La pequeña deshollinadora
El signore Tonino vive en un suburbio de Milán. Son los años centrales del siglo XIX. Dispone de un pequeño ejército de niños de múltiples edades (lo que quiere decir de múldples tamaños), desde los tres hasta los once años, para limpiar todo tipo de chimeneas.
Es un hombre recto. No roba a los niños, como otros. Se los compra a sus padres en aldeas miserables de Suiza, de Viena, del Piamonte, o de la propia Lombardía. Para muchos padres es un gran negocio. Suprimen una boca en casa e ingresan algún dinero, un bien al que no suelen tener acceso, pues lo que producen solo da para la subsistencia, si acaso para trueques. –
Es un oficio en el que ocurren muchos accidentes. Muchos niños sufren caídas que les dejan malheridos, desgracia que se suele resolver en abandono, algunos mueren abrasados.
Aunque no acepta niñas en su compañía, ahora tiene una. Se llama Caterina y se la han regalado sus padres por la compra del hermano. Es más lista que el hambre y cabe en cualquier conducción, por estrecha que sea.
Hoy, desde temprano, los niños del señor Tonino limpian las chimeneas del palacio Bossi, propiedad del conde de Calabria. Hacia el mediodía parece que han acabado la
tarea y ya se disponen a marcharse, cuando el mayordomo repara en que aún falta uno de los hornos. Es tan pequeño que no cabe ninguno de los niños, excepto Caterina, que se cuela dentro con una facilidad cómica, como si no tuviera cuerpo.
Enseguida se oye cómo rasca las paredes, un ruido que se va alejando y que llega a parecer el de un ratón.
De pronto se detiene. Se oye una vocecita. Se ha atascado. Ha quedado encajada de tal forma que no puede ni avanzar ni retroceder.
Los más pequeños intentan llegar a ella. Le gritan instrucciones. Todo es inútil.
Su voz llega lejana. Solo la entiende su hermano.
-Dice que no ve.
Pasan horas hasta que el señor Tonino comprende que todo es imposible.
La única forma de sacarla es romper el tiro. El mayordomo no lo consiente sin permiso del señor y manda que vayan en su busca.
Al final de la tarde vuelven con una escueta nota: “Que paguen lo que rompan”.
Hace tiempo que ya no se oyen ruidos en la chimenea.
Cuando la sacan, ya no., respira. Las manos y la cara están negras, pero tiene una expresión extraña. Los párpados están cerrados, y como están limpios, pues solo debió cerrar los ojos en el último momento, resaltan en la negra cara como si estuvieran abiertos.
El señor Tonino la toma en brazos con toda delicadeza, como si durmiese. La niña tiene la boca abierta. Los labios y los dientes también están negros, de tanto tiempo como ha respirado el hollín, ahí encerrada.
El señor Tonino le asegura con gravedad al mayordomo que él se hará cargo del arreglo de la chimenea.
Todos los niños, cansados, esperan sentados en el suelo.


El joven Álvaro Cunqueiro en una taberna de Santiago
Aunque acabe de pasar, ya es algo remoto. Las cosas no se alejan lentamente hacia el pasado. Caen en él de golpe. Lo que acaba de ocurrir, por cerca que parezca, está tan lejos como lo que ocurrió hace miles de años.
Los troyanos meten en la ciudadela el caballo de madera. Judas besa a su maestro. Los bárbaros están entrando en Roma. Arturo y una flecha cualquiera parten desde sitios diferentes hacia el mismo punto. Leonardo retoca su San Juan. La cuchilla cae hacia el cuello de María Antonieta. Rosalía no sabe que está escribiendo el que será su último verso. La muchacha lo ha abandonado hace unos minutos. Todo eso ya es de la misma materia. Palabras.

Un comentario

  • Francisco diciembre 14, 2022en8:09 am

    Hola Juan Pablo, comparto tu valoración del libro de Gavilanes. A mí me gustó mucho.
    Un saludo, Francisco.

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