Manuel Puig. El beso de la mujer araña.

julio 4, 2014

Seix-Barral, 1988. 288 páginas.

Manuel Puig, El beso de la mujer araña
Encuentro

Tenía muchas ganas de leer este libro y por suerte no había visto la película, aunque sí la entrevista en el programa A fondo: Manuel Puig.

El libro es una sucesión de escenas dialogadas entre dos presos, uno político y otro homosexual. La linealidad de la historia se interrumpe con una serie de notas al pie de página de caracter psicoanalista y unas breves incursiones de los pensamientos de los protagonistas. Una parte importante la constituyen las películas que el homosexual narra al preso político y que tienen relación indirecta con el transcurso de la historia.

Los pies de página me han sobrado por completo -mi habitual enemistad al psicoanálisis- y las películas a veces me aburrían. Pero el libro me ha gustado mucho, la historia está bien contada y me cayó en el momento justo. Me enganché a la lectura.

Puede que el planteamiento sea sencillo y los recursos estilísticos pocos, pero están bien escogidos y su simplicidad le da una frescura muy de agradecer.

Especialmente recomendado a sensibleros como yo.


Extracto:[-]

—Y vos no querés pensar en tu compañera.
—Pero es como si no pudiese evitarlo,… porque me encariño con cualquier cosa que tenga algo de ella.
—Contame un poco cómo es.
—Daría… cualquier cosa por poder abrazarla, aunque fuera un momento sólo.
—Ya llegará el día.
—Es que a veces pienso que no va a llegar.
—Vos no estás a cadena perpetua.
—Es que a ella le puede pasar algo.
—Escribile, decile que no se arriesgue, que vos la necesitas.
—Eso nunca. Si vas a pensar así nunca vas a poder cambiar nada en el mundo.
—¿Y vos te crees que vas a cambiar el mundo?
—Sí, y no importa que te rías. … Da risa decirlo, pero lo que yo tengo que hacer antes que nada… es cambiar el mundo.
—Pero no podes cambiarlo de golpe, y vos solo no vas a poder.
—Es que no estoy solo, ¡eso es!… ¿me oís?… ahí está la verdad, ¡eso es lo importante!… En este momento no estoy solo, estoy con ella y con todos los que piensan como ella y yo, ¡eso es!,… y no me lo tengo que olvidar. Es ésa la punta del ovillo que a veces se me escapa. Pero por suerte ya la tengo. Y no la voy a soltar. …Yo no estoy lejos de todos mis compañeros, ¡estoy con ellos!, ¡ahora, en este momento!…, no importa que no los pueda ver.
—Si así te podes conformar, fenómeno.
—¡Mira que sos idiota!
—Qué palabras…
—No seas irritante entonces… No digas eso, como si 1 fuese yo un iluso que se engaña con cualquier cosa, ¡ sabes que no es así! No soy un charlatán que habla de po-
lítica en el bar, ¿no?, la prueba es que estoy acá, ¡no en un bar!
—Perdóname. —Está bien…
—Me ibas a contar de tu compañera y no me contaste más nada.
—No, mejor nos olvidamos de eso. —Como quieras.
—Aunque no tendría por qué no hablar. No me tiene que hacer martablar de ella. —Si te hace mal no…
—No me tiene que hacer mal… Lo único que mejor no te digo es el nombre.
—Yo ahora me acordé el nombre de la artista que hace de arquitecta. —¿Cómo es? —Jane Randolph. —Nunca la oí nombrar.
—Es de hace mucho, del cuarenta, por ahí. A tu compañera le podemos decir Jane Randolph. —Jane Randolph.
—Jane Randolph en… El misterio de la celda siete. —Una de las iniciales le va… -¿Cuál?
—¿Qué querés que te cuente de ella? —Lo que quieras, el tipo de chica que es. —Tiene veinticuatro años, Molina. Dos menos que yo. —Trece menos que yo.
—Siempre fue revolucionaria. Primero le dio por… bueno, con vos no voy a tener escrúpulos… le dio por la revolución sexual. —Contame por favor.
—Ella es de un hogar burgués, gente no muy rica, pero vos sabes, desahogada, casa de dos pisos en Caballito.

Un comentario

  • Frida julio 6, 2014en10:32 am

    Esta novela cuenta una historia preciosa… Cuando la leí, fue toda una revelación.

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