Juan Francisco Ferré. Providence.

julio 7, 2014

Juan Francisco Ferré, Providence
Anagrama, 2009. 588 páginas.

Tenía muchas ganas de leer este libro, aunque cuando vi en la solapilla que el autor fue editor de aquella antología Mutantes que tanto me decepcionó me quedé un poco frío. No sabía la que me venía encima.

El argumento así por encima es sencillo; un cineasta, Alex Franco, se va metiendo en diferentes embolaos desde la presentación de su película hasta su viaje a los Estados Unidos donde ejercerá de profesor de universidad, tendrá que escribir un guión de un misterioso documental, y se acostará con todo lo que se le ponga por delante.

Me ha parecido infumable. Concatenación de sucesos increíbles con reflexiones soporiferas donde las escenas de sexo (que otras reseñas consideran excesivas) son lo mejor de la obra, no tanto por el tema sino porque son casi lo único que está bien escrito. Los diálogos son tan malos que en un momento dado pensé que igual eran algún juego metaliterario que me estaba perdiendo. Cita de la obra:

Me aburren sus excesos verbales y me intrigan sus referencias esotéricas.

A mí las referencias esotéricas no me han llegado ni a intrigar, ni les veo pies ni cabeza. No le veo el sentido al supuesto pacto con el diablo del principio, que tenga un hermano gemelo, lo del videojuego… acumular cosas raras no le funcionó a Lost y menos aquí. Y no me ha gustado no por abstruso o complicado, sino por insustancial. No entiendo a que vienen tantas páginas para no contar nada. Si lo breve si bueno dos veces bueno, lo malo si largo malo al cuadrado. Le gustó a Portnoy, cuya Constatación brutal del presente es todo lo que este libro no es: arriesgado, complejo y, sobre todo, bien escrito.

No todo es malo, hay un breve fragmento que mancilla la memoria de Lovecraft poniéndolo de pajillero y asesino en serie que está bastante bien. El resto, horroroso. Llegó a ser finalista del premio Herralde, no sé muy bien cómo. Aquí también ha gustado: Providence, de Juan Francisco Ferré . Aquí menos: Juan Francisco Ferré: Providence y Providence, de Juan Francisco Ferré .

Calificación: Denunciable al tribunal de La Haya.

Extracto:
Un observatorio privilegiado desde el que contemplar con buena perspectiva la mutación histórica por la que todo en este momento parece estar desplazándose hacia el este. Mire China, por ejemplo, ¿qué piensa usted de la experiencia china? ¿Ha estado usted alguna vez allí? Créame, yo sí he estado, y le aseguro que es increíble lo que se puede ver allí… Lo confieso, me molesta su presunción, me molesta su insinuación, me molesta la petulancia con que habla de lo que ignora sabiendo que la profesora idólatra absorbe cada una de sus palabras como si provinieran de unos belfos oraculares y no de un bocazas sin ideas propias. Y me molesta, sobre todo, el paralelismo, como es evidente, el paralelismo posible entre nosotros, por supuesto, aunque yo no estoy aquí exactamente por lo mismo ni mi película guarda ningún parecido, ni siquiera remoto, con su presuntuoso proyecto. Me habla de las horas que pasa al día informándose y escribiendo y le replico que no se esfuerce tanto en perfeccionar el estilo o la trama, que, en el mejor de los casos, sólo está escribiendo un borrador que el cine, si llega a prestarle atención, sin duda mejorará. Se ríe porque lo entiende mal, como un sarcasmo mío hacia los excesos del cine comercial, al que dice detestar. Me ofende su candor. No se entera de nada. Espera ganar muchos nuevos lectores con la novela en curso, conquistar nuevos territorios estéticos y al mismo tiempo conseguir mayor repercusión crítica para su exigente literatura. Cuando le pido cifras como prueba de su ambición, el muy ingenuo me habla de diez mil ejemplares como mínimo y cien mil como máximo, al menos ése es el sueño de su editor. Me río otra vez en su cara, más bien triste. Pobres escritores, pobres editores, pobres lectores. La literatura está en fase de liquidación de existencias por cierre del negocio, les digo con insolencia, a él y a la torva analista de sus textos que calla como si careciera de otro discurso aparte de ensalzar el talento amenazado de su protegido, por más campañas de lectura institucional que se hagan y más propaganda comercial de las editoriales. En ruinas y franca bancarrota, a ver si nos vamos enterando. Como nadie me pregunta por mi última película tomo yo la iniciativa y les digo que ya la han visto más de cuatrocientos mil espectadores sólo en nuestro país, a pesar de que nadie allí la considera un éxito. Ahora comienza la distribución internacional, que no creo que vaya a ser boyante tampoco. Este tío no tiene ni idea del mundo en el que vive. No entiende nada tampoco de economía política, la magna ciencia de nuestro tiempo, como me enseñó mi difunto padre en una de sus muchas y muy útiles lecciones de vida, algún día le rendiré el homenaje postumo que se merece, por lo pronto le dediqué La fiesta grande, ya es algo…

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