Blackie Books, 2013. 380 páginas.
En una sociedad gobernada por un líder permanentemente electo la posibilidad de que un payaso se presente a la presidencia hace saltar por los aires la estructura de poder con asombrosas consecuencias.
Le cuesta arrancar pero gracias a los consejos del editor -intercalados metaficcionalmente dentro del propio texto- va mejorando y al final levanta el vuelo. Estas incursiones al principio me resultaban molestas pero se acaban fundiendo en la trama. Personalmente lo he visto más entretenido que punzante pero se deja leer. Dejo un fragmento sobre los escritores de cuentos que sí que tiene su gracia.
No está mal.
—Eso está mejor, pero sigue sin ser una respuesta ideal.
—¿La novela inevitablemente se nutre de la realidad?
—Ocho palabras y un adverbio en mente. Demasiado largo. Te editarán en todos los periódicos.
—¿La novela no señala, explora?
—Muy bien. Y luego, si tienes oportunidad, agrega que has tenido que evitar llamar a las cosas por su nombre para proteger tu vida y la vida de tus hijos.
—Yo no tengo hijos.
—Los tendrás, los tendrás. Aunque también para eso te estás demorando.
Esta vez era el turno de silbar del autor, pero él no se dio cuenta.
—Voy a serte sincera: lo ideal habría sido comenzar mucho antes. A estas alturas es imposible lanzarte como una joven promesa y es evidente que no tienes perfil de autor marca. A tu edad, la gente aquí ya ha publicado por lo menos tres o cuatro libros y…
—Yo he publicado varios cuentos.
—No, no, no. Los cuentos ni me los menciones. Novela. Si estás aquí es porque eres un novelista o podemos hacerte uno. ¿Cuántos autores marca cuentistas conoces?
El autor seguía sin saber qué era un autor marca, pero la pregunta era retórica: la agente no quería que intentara responderla.
—Ninguno. Los cuentos eran para cuando existían las revistas. Hoy escribir cuentos a tu edad es sinónimo de fracaso. ¿Sabes para qué sirven los cuentos?
Tenía toda la pinta de ser una nueva pregunta retórica. La mujer lo miraba con cara de digas lo que digas voy a darte una lección que no vas a olvidar nunca o, mejor, voy a limpiarte esas telarañas de la cabeza de una vez por todas. Por eso mismo, sin embargo, el autor no tenía pensando rendirse con facilidad. La pregunta era una oportunidad para sentar su posición, una invi-
tación involuntaria a declarar su poética. Y pensaba aprovecharla. Por supuesto que pensaba aprovecharla. En primer lugar, porque él ante todo se consideraba un cuentista y si se había dejado meter en esto de la novela no era más que para pagar el peaje necesario para que le publicaran su libro de cuentos. Hay cosas sobre el cuento que nunca se dicen y él iba a empezar a decirlas ahora.
—Yo creo que el cuento…
—No, no, no —lo detuvo en el acto la agente—. Si tú crees es porque no sabes. Yo en cambio no creo, sé. Así que aprende. En el mundo real, toma nota, los cuentos sirven para:
»UNO. Demostrar que eres capaz de escribir. Si eres un principiante y tienes afán de reconocimiento, escríbete un par de cuentos para que te presten atención mientras estás en condiciones de sacar una novela, es útil y no hace daño a nadie. Espero que ese sea tu caso.
»DOS. Demostrar que no has dejado de escribir. Si eres un escritor de verdad, esto es, un novelista, y estás tardando demasiado en sacar tu próxima novela, desempolvas algo que hayas dejado a medias y dices: Aquí va un aperitivo mientras acabo de cocinar el plato fuerte. Ese, evidentemente, no es tu caso.
»TRES. Demostrar que si fracasaste, no fue por tu culpa. Si ibas a ser novelista y terminaste de profesor de literatura o crítico o columnista de opinión o, Dios no lo quiera, tertuliano, siempre es conveniente tener a mano un cuento más o menos decente que te permita disfrazar tu incapacidad como uña opción de género: eres un escritor, un artista, faltaba más, pero por desgracia eres un maestro de una forma sin salida comercial. Como el mundo se rige por el autoengaño, esta es una alternativa con cierto prestigio en los círculos literarios. No obstante, por tu bien y el de nuestra relación espero que ese no sea nunca tu caso.
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