Leí este libro hace unos cuantos años y lo reseñé aquí: Conversación con el monstruo. Lo saqué de la biblioteca San Pau. Y este ejemplar me lo encontré en los descartes que hace la biblioteca Joan Miró; no sé si es el mismo (y cómo ha ido a parar allí) ni por qué se descarta. Pero me alegro de ello; lo quiero tener en la biblioteca.
Es una novela de iniciación, el joven Pasternak va encontrándose en su camino vital a una serie de personajes entrañables y monstruosos -en el buen sentido de la palabra. Acabará viviendo en un pueblo de Barcelona (y sabiendo que Covadlo también uno quisiera saber que hay de autobiográfico aquí), felizmente casado, pero con nostalgia de la vida que vivió y la que pudo vivir.
Aunque recordaba perfectamente a sus personajes no recordaba la importancia del judaismo del autor -que empieza su andadura en una especie de boys scouts judíos. Tampoco las visiones de otras vidas posibles y sus encuentros con esa realidad paralela.
Me gustó entonces, y me gusta ahora. No he encontrado ninguna reseña en la blogosfera, salvo la mía. Merece mejor suerte.
Calificación: Muy bueno.
Un día, un libro (5/365)
Extracto:
—Es que acabo de ducharme —dije—. Ahora practico boxeo.
—Pero, Ernesto… ¡vos siempre con tus disparates! ¿Eso es lo que querés ser?, ¿un boxeador?
—No; quiero ser escritor —afirmé.
—¿Y para eso practicas boxeo?
—Por supuesto, quiero ser un escritor vital, y no un cagatintas. Los mejores escritores fueron medio vagabundos y atorrantes y ejercieron toda clase de oficios. Además, si aprendo a pegar bien, podré castigar a los críticos que me maltraten.
—¡Ay, ay, ay! ¡No tenes remedio!
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