Salto de página, 2012. 96 páginas.
Los relatos que de Juan Carlos Márquez he ido leyendo en diferentes antologías siempre me han gustado, pero nunca había leído un libro suyo. No encuentro mejor manera de empezar que con esta reedición de su primer libro publicado. Cinco cuentos ambientados, como indica el título, en Norteamérica:
Delaware
Memphis
Bloomington
Saint-Raphaél
Churchill
Lo primero que llama la atención es lo original de los temas, estamos acostumbrados a la colonización televisiva de la cultura de los EEUU, pero no a leer relatos escritos aquí que hablen de allí. Además con la soltura de un verdadero nativo.
Lo segundo destacable es la calidad de los mismos, máxime tratándose de una priemra obra. Ahora no voy a descubrir a Juan Carlos Márquez, que ya está muy descubierto, pero tengo que recomendar este libro y correr a por los siguientes.
Calificación: Muy bueno.
Extracto:
Fue a la salida de Sudbury, en los límites de la ciudad, cuando nos encontramos a aquel muchacho plantado en medio de la carretera que hacía aspavientos con los brazos delante de un viejo Pontiac gris. Iba vestido con un traje marengo de franela bajo un anorak grana y tenía la cabeza rasurada como un marine, pero aun de lejos podía entreverse que sólo era un muchacho de veintipocos años, quizá algunos menos. No tuve más remedio que pisar el freno a fondo para no atropellarle. Bajé de la autocaravana y me acerqué para ofrecerle ayuda, pero no tuve tiempo de terminar mi ofrecimiento. Un segundo después me estaba encañonando con un revólver.
—Dame tu cartera, cabrón. Dame tu cartera primero y luego todo lo que llevéis de valor ahí dentro —dijo señalando con un movimiento de cabeza la Sailer, en cuyo interior Jill permanecía estática y muda tras la luna.
—No la llevo encima —contesté—. La dejé en la guantera.
—Maldita sea. Vamos por esa cartera, hijoputa. Y no quiero trucos. —La mano que empuñaba el revólver le temblaba como un muelle que no termina de volver a su posición.—
Date despacio la vuelta cuando yo te lo diga. Mejor, no. Acabo de cambiar de opinión. Que la traiga esa zorra. Dile a esa zorra que me traiga tu cartera.
Le transmití a Jill lo que me había ordenado, pero el mal-nacido no retiró un solo segundo el revólver de mi pecho mientras susurraba lo buena que estaba aquella putita. Que me entendía. Que yo era un pedazo de cabrón pero él haría lo mismo si pudiera. Que estaba claro que era mi amante porque nadie en sus cabales recorrería Canadá en autocaravana con su parienta. Que para mí sería el no va más poder follarme a una guarra como ésa cuando me viniera en gana. Más que sus palabras me hacía daño su mirada. Era una mirada fría y recóndita, impropia de un muchacho. No sé cómo explicarlo. Era como si una muñeca rusa me estuviera mirando con los ojos de la siguiente que contiene y así sucesivamente. El muchacho dejó de hablar en cuanto vio que Jill se acercaba con la cartera en una mano y salió a su encuentro. Estaba a punto de recoger la cartera cuando Jill le abofeteó con violencia. Entonces, doliéndose aún de la bofetada, le puso el revólver en la sien y ella se echó a reír.
—Si vas a matarme, hazlo cuanto antes, niñato —le espetó—. Y si no piensas hacerlo es mejor que te largues. Tengo cosas más importantes que hacer que perder el tiempo contigo. Pero la cartera se queda aquí, en mi mano, conmigo. Vamos, mocoso, mátame si tienes huevos. Aprieta el gatillo. —Jill intentó echar mano a la pistola y el muchacho la retiró y empezó a retroceder sin perderle la cara.— Entonces… no vas a matarme. Me decepcionas, Bill. ¿Porque te llamas Bill, o John, o Mike? Tus padres te pusieron uno de esos nombres de paleto, ¿verdad? Vamos, paleto, dispara. Sólo te caerá una cadena perpetua. Verás, soy de California. Con un poco de suerte puede que te frían en la silla. Yo estaré esperándote allí donde vaya y se lo contaré a todos: eh, tíos, mirad, ése es el imbécil al que frieron por un puñado de pavos.
2 comentarios
Justo lo empiezo hoy por recomendación tuya. A ver qué tal… ¿Leíste Tangram?
P.D. Te dejo un saludo en el blog 🙂
He leído ‘LLenad la tierra’. He visto el saludo, muchas gracias 🙂 (aunque me pilló enfermo en la cama)