Jorge Carrión. Contra Amazon.

junio 22, 2020

Jorge Carrión, Contra Amazon
Galaxia Gutenberg, 2019. 180 páginas.

El libro toma el título de un manifiesto del autor contra Amazon de siete puntos que se hizo bastante viral y debieron pensar que por qué no publicarlo junto con otros artículos que hablen de librerías y se mencione a Amazon.

Coincido con algunas razones, no tanto con otras y tengo mis propios motivos para que no me guste Amazon, aunque considero que no todo es malo. Creo que estamos montando también una especie de mitología de una arcadia que nunca existió. Yo casi nunca e he encontrado con el librero simpático que me oriente en mis lecturas. Esto me ha pasado más en bibliotecas.

Me han gustado más los artículos que más que ser relleno constituyen el plato fuerte del libro y dado el amor de Jorge por los libros se disfruta mucho. Y en estos artículos estoy más de acuerdo con mucho de lo que dice, como lo de que menos mitificar a los libros y más al contenido.

Agradable lectura, recomendable a los amantes de libros y librerías.

II. UNIVERSIDADES

El otro día bajé a la biblioteca de la universidad en que trabajo en busca de un ejemplar de Nadja de Bretón que necesitaba para una clase y que no encontraba en mi propia biblioteca. Allí estaba, en el mismo lugar que debía de ocupar en 1998, cuando leí todos los libros surrealistas que encontré, interesado en su teoría del amor (y en mis prácticas): Mobile de Michel Butor. Pero entonces no lo vi. Lo hice siete años más tarde, en la biblioteca de la Universidad de Chicago, con todo un invierno de lecturas por delante. Tengo la sensación de que las librerías muestran, seductoras, casi obscenas, los libros en su haber: porque te los quieren vender; las bibliotecas, en cambio, los ocultan o al menos los disimulan, como si se contentaran con atesorarlos. Pero también es cierto que es tu mirada la que escanea los lomos de los libros, que es en tu atención o en tus caprichos donde los títulos y sus autores se revelan o pasan desapercibidos.

La biblioteca de la Universitat Pompeu Fabra era muy joven cuando yo entré en primero de Humanidades. Era tan joven que sus secciones aún no tenían nombre. A medida que una biblioteca envejece comienza a albergar donaciones, colecciones, archivos, cada cual con el nombre del donante, del erudito, del jubilado o del muerto. El verbo «fatigar» lo vinculamos con Borges cuando se trata de una biblioteca. Yo soy un fatigador de librerías y bibliotecas: me encanta pasar horas mirando las estanterías, una por una, anaquel por anaquel, lomo por lomo. Lo he hecho en jornadas de lluvia en muchas ciudades del mundo. Y en jornadas de nieve sólo en una: Chicago. Nunca me he sentido tan solo como aquellas semanas de principios de 2005. Llegué a pasar doce o trece horas en aquella biblioteca gigantesca. Antes de descubrir el servicio de préstamo interbibliotecario, que te permitía consultar cualquier libro en posesión de cualquier biblioteca de Estados Unidos, pasé muchas horas en la sección de literatura española, descubriendo libros de viaje y ensayos que sólo puedes encontrar así, en el Google predigital que es la deambulación por cualquier laberinto de libros. Mi hilo de Ariadna: todos aquellos títulos y páginas, su desorden secreto. Estar solo: no hay peor minotauro.

Acostumbrado a una biblioteca tan joven como la de mi universidad, la de Chicago -y antes de ella la de la Universidad de barcelona- me conectaron con un concepto clave de la cultura: el de fondo. Esa memoria posible de un cierto estado de la cultura y del mundo. Ese fragmento que nunca acabarás de conocer de un todo que nunca pudo estar reunido. A menudo los fondos son pozos sin fondo, lugares donde los manuscritos inéditos y las cartas más importantes pueden existir sin ser vistos (ni, aún peor, leídos). En el fondo del pozo de la historia de la Universidad de Chicago, o simplemente en la primera piedra de su colección de libros, encontramos el primero de los muchos nombres propios que vendrían después: William Rainey Harper. Su erudición y sus experimentos pedagógicos llegaron a oídos de Rockefeller, quien le prometió 600.000 dólares para que creara un centro de educación superior en el Medio Oeste capaz de competir con Yale. Finalmente fueron ochenta los millones destinados a la Universidad de Chicago, porque además de escribir manuales de hebreo y griego, además de urdir estrategias para que los más pobres o los que tenían un empleo también pudieran beneficiarse de estudios de alto nivel, era un excelente gestor. Creó la editorial universitaria que todavía sobrevive. En cambio, la William Rainey Harper Memorial Library fue cerrada en 2009. El mensaje de la página web Librarything no puede ser más contundente:

University of Chicago – William Rainey Harper Library Status: Defunct Type: Library

Web site: http://www.lib.uchicago.edu/e/harper/

Description: On 12 June 2009, the William Rainey Harper Memorial Library was closed, and its collections were transferred to Regenstein Library.

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