Seguramente lo vi aquí: Ressenya: «Cortázar y los libros» y me apeteció. Marchamalo ha tenido acceso a la biblioteca de Cortázar que están en la fundación March y nos cuenta que hay y que no hay, las anotaciones, dedicatorias, apuntes y dibujos.
Es un libro breve, así que no pretende ser exhaustivo, pero nos ofrece un panorama curioso sobre las filias y fobias del genial escritor. Uno se alegra cuando coincide en los gustos y no tanto con las discrepancias, pero en conjunto es un libro delicioso que nos ofrece otra cara de Cortázar.
Abunda en material gráfico, lo que aumenta aún más su valor.
Calificación: Muy bueno.
Un día, un libro (315/365)
Extracto:
Otra de sus aficiones de infancia fueron las definiciones del diccionario. Pasaba horas sentado con un Pequeño Larousse que le habían regalado, en el que buscaba palabras y significados: goleta, porrón, tifus…
—¿Qué le ves al diccionario? —le preguntaban. -Todo.
También comenzó a escribir muy temprano. Ya con nueve o diez años el pequeño Coco había escrito una novelita -afortunadamente perdida, dijo él mismo-, y antes cuentos y algunos sonetos.
Cuando los dio a leer a su familia se encontró con que, incapaces de creer que un niño de su edad tuviera un dominio tal de la escritura, creyeron que los había sacado de alguna antología, haciéndolos pasar por propios.
Una noche, su madre insistió una y otra vez diciendo que le perdonaría que hubiera copiado, pero no que le mintiera.
Y contó Cortázar más de una vez la inmensa desazón que le produjo la desconfianza, la incredulidad de su madre, y que se impuso al halago que en el fondo significaba. Tanto le llegaría a marcar aquel recuerdo que, muchos años más tarde, anotaría en su edición de Confieso que he vivido, la autobiografía de Neruda: «También me pasó a mí. También mi madre creyó que yo plagiaba», cuando el poeta cuenta que en su casa, de niño, creyeron que su primer poema lo había copiado de algún libro.
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