Piel de Zapa, 2022. 290 páginas.
Una conversación entre Daniel, un escritor y el narrador en un vuelo (con un acompañante francés que de tanto en tanto mete cuchara) es el arranque de una búsqueda de un misterioso personaje, el modelador de la historia, que parece ser capaz de influir en la realidad y cuyas sutiles huellas pueden adivinarse. ¿Conseguirán encontrarlo?
Novelón. Me ha gustado tanto que no sé por dónde empezar. La primera referencia sería Si una noche de invierno un viajero, un artefacto metanarrativo donde hay un narrador que es parte de la historia y no sabemos muy bien donde está el límite entre lo real y lo narrativo (pero claro, todo es narrativo porque estamos en unanovela ¿o no?). Y comparte con la obra del italiano el alejamiento de construcciones aburridas que solo buscan epatar al lector. La obra de Calvino es divertidísima y la de Casri, también.
Toda la complejidad que adorna al libro (pies de página entrometidos, diagramas con flechas, interrupciones en la narración que nos obligan a preguntarnos en qué nivel estamos) tienen un sentido, no están puestos por que sí. De tal modo que, por ejemplo, la conversación con la que se inicia la novela habla de mecánica cuántica y es, a la vez, una metáfora de la superposición de estados construída de una manera tan elegante que a mí me dejó con la boca abierta.
Hay pocos personajes y cada uno tiene una personalidad bien definida, son cualquier cosa menos personajes planos que estén ahí para figurar de tramoya en la trama. En ocasiones parece que estés de búsqueda con ellos y se les coge cariño. Podríamos quitar toda la parafernalia metanarrativa y aún así tendríamos una historia atractiva que me hubiera encantado leer.
Pero es que la complejidad está, y encaja a la perfección con la trama y los personajes, en una exquisita fusión de forma y fondo, porque la aventura que mueve a los protagonistas está en sintonía con la forma en la que se cuenta, y si lo que se busca es a alguien que es capaz de modificar la historia, las pequeñas historias de nuestros protagonistas son modeladas por la manera en cómo se cuentan.
Esta novela es muchas cosas, pero fundamentalmente nos habla -o al menos me lo parece a mí- de cómo se construye (y destruye) la realidad a partir de como nos la contamos. La manera de contarlo nos hace dudar de lo que estamos leyendo, que a su vez es una historia acerca de la importancia de la narración en la construcción de la historia. De nuevo todo encaja.
Es su primera novela y sorprende la madurez y la excelencia en la construcción. Desde luego parece que el autor llevara toda la vida escribiendo. Insisto en que, al contrario que otras obras vanguardistas que son muy rupturistas pero aburren hasta a las ovejas, esta nos entretiene de principio a fin y además mantiene alerta a nuestra inteligencia. No deja de sorprenderme que los mejores libros que estoy leyendo ultimamente vienen de editoriales y sitios poco conocidos. Me pasó con Die Zweisamkeit y me ha pasado con este modelador de la historia que, estoy seguro, volveré a releer muy pronto. Queremos más.
Imprescindible.
Daniel y Judith pasaron frente a una tienda del museo. Libros y bagatelas entremezclados, reproducciones baratas exhibidas como dulces en una tienda de golosinas. Daniel pensó en sus llamadas indulgencias intelectuales, especialmente libros, puesto que su aura cultural siempre suavizaba los sentimientos de culpabilidad por su compra compulsiva. Ya poseía tantos estantes abarrotados que tres vidas no justificarían toda la madera muerta en su biblioteca, pero esa no era razón suficiente para dejar de comprarlos. Vincent dijo, en su perfecto francés, que a quién diablos le importa ahora que solo era cuestión de tiempo antes de que la naturaleza tomara el control. Daniel había descubierto que la peor sensación de poseer un libro era no poder justificar el comprarlo dos veces, pero había pecado cuando se trataba de aquellos pocos incluidos en su lista de libros que se llevaría a una isla desierta. No podía dejar a ninguno de ellos, enterrados bajo polvo hasta el olvido en las desconchadas librerías de segunda mano. Esas novelas merecían un mejor final.
‘El modelador me hizo pensar en la relación entre realidad y ficción’, dijo Daniel, ‘en que la ficción se lee como si fuera real hasta que la lectura se detiene y entonces la ficción se vuelve en eso, ficción, para el lector. La paradoja de la ficción es un truco mental, una pirueta mental, y el puente que permite a la ficción tocar la realidad se derrumba en cuanto se construye.’
Yo también pensé en ello, pero formulo la paradoja de manera diferente. Para mí, el gran Gatsby es más real que uno de mis abuelos. Amo a ese personaje hecho con palabras más que al hombre que murió cuando yo tenía cuatro años. Le compadezco más, simpatizo más con él, su dolor me conmueve cada vez que leo sus frases. Sin embargo, mi mente racional me dice que él no es real, que todo es falso. Las ficciones son algo extraño. Lo mismo sucede con películas y obras de teatro. El cerebro de cualquiera debería gritar “Espera un segundo, piensa en esto. ¿Eres un idiota? ¿De verdad estás llorando por ese actor profesional que finge sufrir? ¡Sabes que está a punto de dejar de sollo/.ai y hacer una reverencia
en cuanto empiecen los aplausos!” Pero nos dejamos engañar de todos modos. Peor que eso, queremos creerlo. Puede que seamos simplemente irracionales, o tal vez sea una cualidad sencilla y hermosa, como lo expresó Coleridge. Su citada “suspensión voluntaria de la incredulidad”. Aún así, no sé por qué nos gustan las ficciones si no podemos creer en ellas.
‘Me dio que pensar sobre mi próximo proyecto largo’, continuó diciendo Daniel. ‘Ahora tengo dudas, quizás lo que quiero escribir es el puente equivocado entre ficción y realidad. A veces, lo veo con tanta claridad, pero…’
‘Bueno, no todos los libros nos afectan, como no todo lo real nos conmueve’, dijo Judith al llegar a la planta baja. ‘Sería aterrador aunque bello si todo en la vida nos hiciera sentir algo real, pero no es así. No somos tan inteligentes. Creemos que podemos comprender el infinito y más, pero esa es solo otra muestra de nuestra limitación. La inteligencia es algo peligroso. Incluso la poca que poseemos hace que los animales como nosotros se comporten tal y como las hormonas afectan a los adolescentes. Creemos que podemos comprenderlo todo y que siempre tenemos la razón, pero somos tan limitados. “El sueño de la razón” es un elegante eslogan para ir puestos de serotonina. No, leemos periódicos llenos de muerte y sufrimiento y no sentimos nada, incluso cuando sabemos que el contenido es verdadero.’
‘Somos así de egoístas.’
‘No, no lo somos. Ese es nuestro ego adolescente hablando. La verdad es que no podemos comprender lo que dicen los periódicos. Para la mayoría de nosotros, lo que realmente muestran es inalcanzable. Verlo con los ojos bien abiertos nos abrumaría, nos rompería.’
‘Maldita sea, mira que sois aburridos’, dijo Daisy al saltar sobre los hombros de Judith y montarla a caballo durante unos segundos hasta que sus brazos cedieron. ‘Lo sabía, dos profesores entran en algún lugar siempre es el comienzo de un mal chiste. Ella es una especialista, ¿lo sabías?’
3 comentarios
Hola Juan Pablo, gracias por la mención. Me apunto el libro de Casri para leerlo sin falta en cuanto pueda.
Un abrazo,
Francisco.
Mención inevitable. Me parece injusto que el talento no se reconozca mientras las mediocridades nos invaden. Un abrazo.
El modelador de la historia (J. Casri) | Devaneos: Diario de lecturas (2006-2023)