Recorrido desde los años 60 del Madrid más macarra desde aquellos de la Costa Fleming hasta tiempos más modernos. Gente de mal vivir que deambula por los barrios de Lavapiés, Malasaña o La Prosperidad antes de gentrificaciones y que junta a rockers con jevis, pioneros del hip hop o incluso pijos que han salido ovejas negras y se mueven en estos ambientes como pez en el agua.
Todo bajo la sombra de la droga, especialmente de la heroína a finales de los 70 y los 80, que hacía que muchos robaran para pagarse la adicción y que otros traficaran con el ambiente de violencia que esto conlleva. Como yo no soy madrileño ni vivo allí mucho de lo que cuenta me es desconocido, pero el ambiente y los tipos no solo son interseculares, sino que son también universales.
Se nutre de informantes orales, lo que le da un sabor especial al libro y aunque no podamos poner la mano en el fuego sobre la verosimilitud de las historias que aquí se cuentan, todas tienen su puntito canalla. Confieso que al final estaba un poco saturado de tanto macarrismo, pero he disfrutado mucho del libro.
Bueno.
«Ya en otro barrio yo conocí a uno que eso ya es crimen organizado. Eso ya no es macarras de barrio. Aunque yo no he visto nada. Yo he visto cosas que no cuadran y de ahí se pueden deducir otras cosas». Le tiro de la lengua: «Yo en mi barrio siempre he sido muy bien considerado. Porque yo siempre he sido un chaval que no me he metido con nadie, pero tampoco dejaba que nadie me tocase los huevos y nunca he fallado a nadie. Además, la gente pilla confianza conmigo muy rápido. Por circunstancias, acabé de amigo con una persona muy bien relacionada. Su pinta no me impactó. Me impactó la casa que tenía, las cosas que en ella había, que ves que hay mucho dinero ahí. En realidad, ya sabes quién es, porque se sabe todo. Ves los coches que lleva. Ves que ese chaval no es como los demás. El tío era de puta madre. Un tío de putísima madre. De risas, súper bien, pidiendo comida y a todo trapo. No a todo trapo de dinero, sino a todo trapo de hacerte sentir bien en su casa. Fui varias veces a su casa y el pavo se reía mucho conmigo. Nos veíamos de colegas. Aún así, ¿nunca has estado con una persona que si tú ves que mis ojos son azules y él te dice que son negros, tú tienes que decir que son negros? Tú sabes que son azules, pero tienes que decir que son negros. No te lo dice amenazadoramente, pero es algo que está en el ambiente. Sabes que te va a obligar a decir que son negros, entonces, cuanto antes lo digas, mejor. Esa persona logra eso porque es súper dominante y porque da miedo. Pues, si has conocido a alguien así, yo te puedo asegurar que al 99 % de las personas que son así, ese tío les iba hacer decir que eso era negro, aunque fuese azul. Le he visto dominar a todo tipo de personas, en todo tipo de situaciones». «Un ejemplo… Estamos en un restaurante de cachondeo y aparece un grupo de ciclados [cachas que consumen ciclos para ser más musculosos] y se nos quedan mirando. Porque esos tipos eran muy dominantes, eran gente muy chunga. Me ven haciendo bromas, y mi colega ya los está mirando con cara de asesino. Y se acerca el más chulo de ellos. Y según está viniendo, yo ya le veo en la cara que se ha cagado. Por el camino se cagó. Dijo: “Madre mía, me he equivocado”. Si ves a ese chaval y eres mínimamente inteligente,
sabes que no tienes que meterte por medio. Solamente hay que verlo, la manera en que te mira». «En eso, que yo veo que mi colega tiene el cuchillo de carne agarrado. Pero agarrado, bien agarrado. Porque él sabe agarrar un cuchillo y eso tú lo notas. Y, según llega el cachas, mi colega le dice: “¿Qué?”. Y el pibito está cagado. Tú lo ves y está acojonado. Lo está viendo con el cuchillo y sabe que, como se equivoque con las palabras, le va a apuñalar. Se da cuenta de que no es ningún farol. El otro contesta: “Yo te conozco, ¿no? Tú trabajabas de puerta conmigo en una discoteca, ¿no?”. Mi colega le dice: “No he trabajado contigo y lo sabes perfectamente. Lo que pasa es que te has pasado de listo. Te has acercado, y te has cagado vivo. Eso es lo que te ha pasado. A la que sí que conozco es a la puta de tu novia. Esa que está ahí. ¡Dile que venga!”. Se puso a hablar con ella, se puso a flirtear con ella descaradamente».
«Entre otras cosas, yo trabajo con ordenadores. En una ocasión, a través de un colega me llega una oferta de una tía que quiere realizar unas campañas de posicionamiento en buscadores. Voy a verla y le digo: “Yo sé de esto, pero no me quiero poner. Te puedo dejar montadas las campañas y cuando tengas a alguien le digo cómo funciona todo”. Entonces, les monto las campañas, y para montar las campañas hay que tener el número de cuenta. Pero yo ni lo miré, lo copié enfrente de ella para poder iniciar las campañas. A los dos días me llama un notas y me dice que quién soy yo. Que le he robado. Un macarra de provincia. Yo le digo que no sé de qué me está hablando. Me dice que está con la tipa esa, y que le faltan mil euros, o no sé cuánto era, y que he sido yo porque tenía su número de cuenta. Yo lo niego todo y le pregunto: “¿Sabes dónde estoy?”. Y el pavo me dice que no, que quiere saberlo. Entonces le cuelgo [risas]. Y el tío empieza a llamarme y decirme que me va a matar. Yo le digo: “Lo primero es que me encuentres, y luego habrá que ver si me matas o no… Además, deberías saber con quién estás trabajando”. Habría sido la piba la que le había robado. Entonces llamé a un colega mío que es muy, muy malo, para contarle lo que me había pasado. Me contestó: “¿Te ha dicho que te va a matar? El que lo dice no lo hace y el que lo hace no lo dice. Así que tú tranquilo que no te va a matar”. “Me tranquilizas”, le digo yo [risas].
No hay comentarios