Ignacio Cabria. Así creamos monstruos.

enero 22, 2024

Ignacio Cabria, Así creamos monstruos
Luciérnaga, 2023. 504 páginas.

Repaso de los diferentes monstruos que estudia la criptología, ciencia dedicada a investigar animales cuya existencia se pone en duda pero que han calado en la imaginación popular y todos los conocemos, aunque seamos escépticos.

Se hablan en estas páginas de monstruos marinos de tradición folclórica como el kraken o la serpiente gigante, las sirenas o el famoso monstruo del lago Ness Nessie que, a pesar de que nadie ha encontrado nada a pesar de que se ha buscado en el lago (que no es tan grande) del derecho y del revés. Pero no dejemos que la falta de evidencias nos estropee un destino turístico.

No podía faltar el abominable hombre de las nieves, el Yeti, que últimamente ha sido sustituido por el Bigfoot o Sasquatch, seguramente porque los americanos lo tienen más cerca de casa y porque hay una filmación -que se ha confesado como trampa- que revivió el interés por el simpático monstruo.

Se comentan otros bichos, como el chupacabras, e incluso se dan pinceladas sobre la propia disciplina. Pero lo principal del libro, en mi opinión, es el enfoque sociológico que mantiene. No es tan importante el monstruo, del que casi nunca hay una evidencia, sino cómo nos gusta encontrarlos, cómo se crean las leyendas, que nos han acompañado siempre, incluso en un siglo dominado por la tecnología.

No recuerdo haber leído nunca un libro sobre estos temas (o de cualquier otra pseudociencia) que sea a la vez exhaustivo, riguroso, ameno y, sobre todo, exquisitamente respetuoso con el material que trata sin dejar de ser escéptico. Mis más sinceras felicitaciones al autor.

Muy bueno.


El paso decisivo en la tendencia creciente a la naturalización de la leyenda y la creación del estereotipo de la gran serpiente de mar como criatura zoológica fue su inclusión por el obispo Erik Pontoppidan en su Historia Natural de Noruega (1755), donde antes hemos encontrado al kraken y a las sirenas. Pontoppidan describió una observación del capitán Lorenz von Ferry mientras navegaba por la costa noruega en 1745, que es un gran clásico del género. Según el comunicado que Von Ferry dirigió a la Corte de Justicia de Bergen, una gran serpiente marina «de la cual había oído tantas historias» pasó junto a su navío. Escribió: «La cabeza de esta serpiente marina, que se elevó más de dos pies sobre el agua, parecía la de un caballo… Tenía grandes ojos negros y unas crines blancas y largas, que colgaban hasta la superficie del agua. Además de la cabeza y el cuello, vimos siete u ocho pliegues, o volutas…».6 Von Ferry disparó con un fusil sobre la serpiente y esta se sumergió. Al acercarse al lugar donde estaba, vieron que «el agua se puso espesa y roja».7 Según Meurger y Gagnon, «el aserto de Von Ferry es prueba solo de una interpretación tradicional de un avistamiento que tuvo seis años antes de su declaración oficial, demasiado tiempo para tener un recuerdo fresco, pero suficiente para mezclar la memoria con los estereotipos colectivos».8
Mientras que Pontoppidan creyó estos testimonios directos, rechazó, sin embargo, como exagerados o ridículos los relatos de Olao Magno sobre la serpiente terrestre que se transmuta en serpiente marina, acusándolo de que «mezcla verdad y fábula juntos […] de acuerdo a las nociones supersticiosas de la época».9
Pontoppidan transformó el folklore en hecho naturalista al hacer una distinción clara entre los elementos culturales y los naturales de los relatos tradicionales. Como ha destacado Michel Meurger, en el siglo xvm se creía popularmente en Noruega en tres serpientes distintas: la de tierra, la de agua dulce y la de los mares, y se las consideraba mutaciones sucesivas en el paso de la tierra al mar, en cuyo proceso adquirían una cabeza de caballo con crines y orejas. De esos tres tipos, Pontoppidan solo considera verosímil la serpiente de mar, el sjoeorm, y cree que no se pueden comparar las «narraciones inciertas» de los campesinos, «mezcladas con fábulas y brujerías», sobre serpientes terrestres o lacustres, con los testimonios de «marinos experimentados» sobre el sjoeorm. Convertía así a la serpiente de mar en un animal que pudiera ser aceptado por la sociedad culta de su época. «Privilegiando solo el aspecto sjoeorm, Pontoppidan lo transformó en un problema científico, condenando los otros dos estados a la vida crepuscular de una creencia provinciana.»10 Racionalizó así a la serpiente de mar como una criatura con cabeza de caballo con crines y orejas, curiosamente parecida a las representaciones del lindorm que hacían los artesanos de su época. Según Meurger, los testigos de serpientes de mar dispusieron de esas representaciones artísticas del lindorm, que se podían observar en las esculturas de las iglesias, «para dar forma a cualquier cosa vagamente percibida en el mar». Es decir, los marinos pudieron inspirarse en aquellas representaciones para describir posteriormente sus observaciones. O como dice Daniel Loxton: «Pontoppidan trató una serpiente cultural como confirmación de testimonios visuales, en vez de como generador de informes».11
Al revisar los relatos antiguos sobre el monstruo marino con criterio naturalista, el obispo Pontoppidan transformó leyendas y mitos en un problema zoológico. Mediante la suma de testimonios de avistamientos, seleccionando los datos, resaltando la coherencia de las descripciones, construyó la realidad física del monstruo.

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