Editorial Tusquets, 2001. 685 páginas.
Tit. Or. Nejimaki-dori Kuronikuru. Trad. Lourdes Porta y Junichi Matsuura.
Este fue el primer libro que leí de Murakami, hace ya unos años. Me gustó. Tanto que en su momento ya lo apunté como pendiente de relectura. Lo presté mucho, también, aunque a nadie pareció hacerle la misma gracia que a mí. Cuando empecé el esclavo lector pensé que era hora de volver a leerlo.
Tooru Okada está en el paro. Ha dejado su trabajo en un bufete de abogados y no parece tener prisa por buscar un nuevo trabajo. Un día recibe la llamada de una mujer misteriosa que parece proponerle sexo telefónico. Y a partir de ese momento su vida cambiará. Desaparecerá su gato y, más tarde, su mujer. Aparecerán extraños personajes en su vida, algunos con poderes mágicos, a veces en sueños particularmente realistas. Todo parece estar relacionado con el-pájaro-que-da-cuerda, un pájaro que emite un sonido como de dar cuerda al mundo, y que sólo unos pocos parecen oir.
Releí este libro en medio de una gripe especialmente virulenta, lo que contribuyó a acentuar aún más la extraña mezcla de realidad y fantasía de sus páginas. Al igual que en La caza del carnero salvaje la realidad no es lo que parece; poderes ocultos parecen estar sueltos por el mundo y hay gente que son sus depositarios.
El protagonista quiere recuperar a su mujer, y tendrá que recorrer un largo y extraño camino para conseguirlo. Pero confía en ella y en sí mismo, poca cosa en comparación con los enemigos a los que se enfrenta. La primera vez que lo leí me impresionó tanto la fuerza de la confianza del protagonista que hizo que me replanteara mi actitud ante determinadas cosas. Mejor que un libro de autoayuda.
Murakami tiene muy buena mano describiendo treintañeros sin proyecto vital, aparentemente inanes, que repentinamente parecen tener mejor temple que el acero. Y también destaca describiendo el mal que parece dominar a ciertas personas y que parece venir de otro mundo, un mundo inhóspito y terrible, porque más terrible sería si ese mal es sencillamente humano.
Un libro que merece la pena. Yo ya lo he leído dos veces. Por algo será.
Escuchando: El Fabricante de alas de Mariposa. El Niño Gusano.
Extracto:[-]
En las casas antiguas, por el contrario, apenas se apreciaba algún signo de vida. En el seto, a modo de biombo, se distribuían con habilidad diferentes tipos de arbustos y por los intersticios podían verse amplios jardines bien cuidados.
En el rincón de un patio trasero había un solitario árbol de Navidad, seco y de color marrón. En otro jardín se amontonaban juguetes infantiles, revelación de infancias ya pasadas de varias personas. Un triciclo, un juego de aros, una espada de plástico, una pelota de goma, una tortuga de juguete, un pequeño bate de béisbol… Había un jardín donde habían instalado una canasta de baloncesto, otro con unas preciosas sillas de jardín alrededor de una mesa de cerámica. Aquellas sillas blancas llevaban aparentemente meses (quizás años) sin usarse y estaban cubiertas de tierra. Encima de la mesa, arrastrados y adheridos por la lluvia, unos pétalos de magnolia de color carmesí.
En otra casa, a través de una puerta corredera con el marco de aluminio, podía verse de una sola mirada toda la sala de estar. Había un tresillo de cuero, un televisor de grandes dimensiones, un aparador (y encima una pecera con peces tropicales y dos trofeos) y una lámpara de pie de diseño. Parecía el decorado de una telenovela. También había un jardín con una caseta enorme para un perro grande, pero el perro no se veía por ningún lado y la puerta estaba abierta de par en par. La tela metálica de la puerta estaba abombada, como si alguien llevara meses descargando todo su peso contra ella desde el interior.
La casa abandonada de la que hablaba Kumiko se encontraba un poco más allá de la casa de la perrera. Comprendí al primer golpe de vista que la casa estaba deshabitada. Y que no llevaba vacía precisamente unos dos o tres meses. Era una casa de dos plantas bastante moderna, pero los cerrojos de las contraventanas, cerradas a cal y canto, estaban oxidados y sobre la barandilla de las ventanas del primer piso se extendía una pátina de herrumbre rojiza. En el pequeño jardín se erguía una estatua de piedra de un pájaro con las alas extendidas. La estatua se apoyaba sobre un pedestal que de alto alcanzaba el pecho de una persona, a su alrededor crecían frondosos los hierbajos, y las puntas de los
tallos de vara de oro que eran especialmente altos llegaban a tocar los pies del pájaro. Éste -aunque no sé qué tipo de pájaro debía de ser-aparecía con las alas desplegadas como si, de un momento a otro, fuera a levantar el vuelo en aquel jardín inhóspito. Aparte de aquella estatua no había otro adorno en el jardín. Frente a la casa se amontonaban algunas sillas de plástico de aspecto anticuado y, a su lado, una azalea mostraba sus flores de un brillante color rojo extrañamente irreal. Y hierbajos.
Me apoyé contra la verja que me llegaba hasta el pecho y contemplé el jardín unos instantes. Era en efecto el tipo de jardín que gusta a los gatos, pero no se veía ninguno por ninguna parte. Encima del tejado, una paloma posada en la antena de televisión proyectaba su arrullo monótono sobre aquella escena. La sombra del pájaro de piedra caía sobre los hierbajos que crecían exuberantes a su alrededor.
Saqué un caramelo de limón del bolsillo, lo desenvolví y me lo metí en la boca. Había aprovechado la ocasión de dejar el trabajo como pretexto para dejar de fumar y, desde entonces, a cambio, no podía vivir sin tener a mano un caramelo de limón. «Eres un caramelo-adicto», me decía mi mujer. «Se te van a llenar los dientes de caries.» Pero yo no podía dejar de chupar caramelos de limón. Mientras contemplaba el jardín, la paloma siguió posada en la antena arrullando en un idéntico tono regular, como un oficinista que fuera estampando un número en cada una de las hojas de un talonario. No sé cuánto tiempo estuve apoyado contra la verja. Recuerdo haber tirado el caramelo al suelo a medio chupar, cuando ya había dejado todo su dulzor en mi boca. Dirigí de nuevo la mirada hacia el lugar donde se proyectaba la sombra del pájaro de piedra. Y entonces me pareció oír una voz a mis espaldas que me llamaba.
Al volverme vi a una jovencita de pie en el patio trasero de la casa de enfrente. Era baja de estatura e iba peinada con una coleta. Llevaba gafas de sol oscuras con la montura de color caramelo y vestía una camisa sin mangas de color azul celeste. Pese a no haber terminado aún la estación de las lluvias, sus delgados brazos desnudos mostraban un bronceado uniforme y bonito. Tenía una mano metida en el bolsillo de los pantalones cortos y la otra apoyada sobre el portillo de bambú que le llegaba hasta la cintura, manteniendo de este modo un precario equilibrio. Entre ella y yo había una distancia de aproximadamente un metro.
-¡Uf! ¡Qué calor! -exclamó la chica.
-Sí, desde luego -dije yo.
61 comentarios
yo quiero empezar a leerlo nuevamente y sera la tercera vez. La primera lectura me hizo abrir las ventanas de mi cuarto, la segunda aún no se.
Se puede decir que me concidero un fan y bastante entendido en la literatura Japonesa. Tal como lo expresan en varios post anteriores, Haruki Murakami efectivamente tiende al mismo prototipo de personajes principales en sus novelas pero tratando de dejar lo obvio un poco de lado, es decir, el infaltable mundo fantástico y sus protagonista, cada una de sus novelas tiene un sabor en particular de la cultura nipona observada desde la triste, individualista y solitaria juventud del Japón de hoy en día. Murakami es el reflejo fantastico del Japón de los últimos años.
En cuanto a «El Pájaro que da ..» sin lugar a dudas debe ser la mejor de sus novelas hasta el día de hoy. La mezcla la amalgama entre lo real y lo fantastico sumado a una diversidad de escritura que a veces desconcierta al saltar de un capitulo a otro (especialmente en la parte final) hacen de este un libro más que recomendable para leer.
Y seamos honestos, es un libro que o bien se le ama o se le odia.
Slds
Yo ya leí ese libro, lo leí por una apuesta a que lo terminaba en 2 días, y lo termine
Me pareció muy buen libro, uno de cabecera
buen libro
no me gusto tanto, su mejor libro es EL FIN DEL MUNDO y una descabellado pais de las maravillas….PUNTO,…y es en serio. pura poesia
Es un excelente libro que lo catalogarìa como novela filosòfica. Cada personaje tiene algo que decir acerca de su propia percepciòn de la «realidad». Si bien de un estilo peculiar, me hizo acordar a Sàbato, Borges, Arlt y otros dada la profundidad de los pensamientos descritos y el halo de misterio con los que se tratan.
Lo acabo de terminar. Me dejó las puertas del cerebro abiertas, pero es muuuuy tedioso en algunas partes. Tambien lei kafka en la orilla y me gusto mucho. Pero creo q cronica… es un gran libro, pero extendido al pedo en muchos capitulos.
Este libro es lo máximo!!! llevo apenas dos veces de leerlo y creo q en cuanto termine la 2da estuve a punto de empezarlo de nuevo, Haruki Murakami es un grannnnnnnn escritor y la visión de la cultura japonesa lo hace aun mas interesante.
Lo recomiendo 10000%
Acabo de terminar de leer esta maravilla y me ha conmovido profundamente. Por momentos me sumergí tanto en ese mundo irreal que pensaba que estaba ahí dentro con el protagonista.
Es un gran libro que logra abrir el cerebro humano.Me encanto ver como cada personaje te muestra su
creencia de lo que podria ser su realidad.Capitulos amalgamados real y fantastico.QUE LO VUELVES A LEER Y TE LLEVA A UNA GRAN REFLEXION
yo aun no lo he leido, es dificil encontrar ese libro aca en venezuela, pero lei, kafka en la orilla, de que hablo cuando hablo de correr y sauce ciego mujer dormida, en verdad es otra cosa su estructura y la forma como maneja los hechos.