Signifer libros, 2012. 246 páginas.
Con la religión me pasa como con la coprofagia; me parece repugnante, pero si a alguien le gusta, santo y bueno. Mientras no me hagas comer tu mierda, cada uno en su casa que haga lo que quiera.
Por eso aunque ateo soy poco militante y no suelo leer excesivos libros que critiquen a la religión, aunque de vez en cuando, como es el caso, caiga alguno. El comentario que sigue debería ser más extenso y sesudo, pero los 40 grados de calor que estoy sufriendo no me incitan a grandes esfuerzos.
El libro está estructurado en dos partes. En la primera se hace un recorrido bastante extenso del estado de la cuestión mente-cerebro. ¿Por qué? La tesis del autor es que la religión no es algo que surja de modo natural en el ser humano, sino que deriva del animismo, éste sí más extendido. Si el alma no existe, mucho menos las religiones que en ella se sustentan. Como se indica en la contraportada la religiosidad es un producto de la mente humana siguiendo una senda equivocada. Esta primera parte concluye con que los conocimientos científicos actuales, aunque estén lejos de dar una explicación satisfactoria del funcionamiento de la conciencia, si nos permiten descartar la noción de alma.
La segunda parte es una recopilación de diferentes textos del autor, de los que destacaría los dos que defienden la existencia de un Jesús histórico por las dificultades de los textos paulinos y los evangelios para reconciliar el personaje real con el mito que estaban construyendo.
En general, el libro es bastante correcto, pero personalmente tengo bastantes críticas que realizar, de diferentes calados. En la primera parte se abusa de las cursivas, hasta el punto que entorpecen la lectura (en una frase se llegan a poner y quitar cursivas más de cuatro veces). No sé si es cuestión del autor o de la editorial, porque en los textos recopilados abundan las cursivas pero no tanto. En esta segunda parte, sin embargo, hay textos que se han escaneado incorrectamente y no se han corregido. Como son palabras que no existen se nota que no han pasado ni siquiera un corrector ortográfico, y eso, editorialmente, es bastante cutre.
El libro en general es poco claro; a mí me costó entender bastante el interés del autor en el dilema mente-cerebro y su relación con la religión (aunque puede ser que yo estuviera espeso). La primera parte está escrita ‘a la contra’, presentando muchas y extensas citas de otros autores y criticándolas. No es que yo no entienda este procedimiento -que suelo usar frecuentemente- pero lo que puede estar bien a la hora de realizar una reseña no lo veo tan apropiado si uno quiere presentar una tesis propia. Además, esta crítica constante no parece dirigirse a ningún fin concreto.
Se critica a Popper que, como siempre, no es bien entendido. Al autor le sorprende que Popper realice furibundos ataques contra el Marxismo y el Psicoanálisis y sea benevolente con la religión. Dejando de lado la afirmación del autor de los beneficios que las dos ideologías han reportado en la humanidad (discutibles en el caso del Marxismo, aunque esté de acuerdo en que han existido, inexistentes en el caso del psicoanálisis), Puente Ojea no se percata que lo que Popper critica es su pretensión de cientifismo y no la ideología en sí.
En conclusión, un conjunto bastante desigual.
Calificación: Pese a contener partes interesantes, no me ha gustado.
Un día, un libro (353/365)
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