AJEC, 20120. 118 páginas.
Barcelona sumergida
La editorial AJEC, además de tener siempre ofertas muy interesantes y de ofrecer libros electrónicos a buen precio, se preocupa por publicar autores patrios. Gracias a eso he podido leer este Hierático, ciberpunk anfetamínico ambientado en Barcelona.
El cambio climático ha aumentado el nivel del mar y Barcelona se encuentra medio sumergida en las aguas, como una Venecia post-apocalíptica. En sus calles se mueve Aitor, antiguo miembro de una agencia de espionaje expulsado sin honores y que malgasta sus días poniéndose hasta el culo de drogas en los tugurios más infectos. Hasta que recibirá un nuevo encargo: buscar el Demótico, un supuesto artefacto alienígena capaz de las cosas más sorprendentes.
Gustándome el estilo tenía que gustarme este libro, aunque seguro que no gusta a todo el mundo, incluídos los lectores habituales del género. Su fallo, en mi opinión, es que no aprovecha del todo las posibilidades que su propia trama plantea, tanto en la ambientación -esa Barcelona apenas perfilada y que hubiera dado mucho juego- como en las vueltas de tuerca de la simulación.
Es breve y acelerado, así que llegas al final casi sin darte cuenta -me lo leí entre café y café. Hay varias reseñas, en Fantasymundo Hierático y en el sitio de ciencia ficción, Hierático.
Calificación: Bueno.
Un día, un libro (177/365)
Extracto:
Cada uno de los componentes líquidos del cenagoso ordenador orgánico que era la ciudad se abrió de piernas. Crucé el umbral del portal del edificio de oficinas que albergaba mi despacho y salí. Brisa cálida, glutinosa. Aún así, vestido con vaqueros y camiseta y tres cuartos de batalla y botas impermeables de caza. El encuentro con el lagarto albino me había dejado detrás una estela de arrepentimiento automático y mala leche. La legión de insectos instalados en mi pulso, cosquilleándome la nuca y la espina dorsal, estableciendo las coordenadas de lo prioritario: primero, atender a la necesidad básica, rutina, y luego tratar de esquematizar una cadena trófica que reseguir en pos de ese Demótico.
¿El coronel Larraz, y por extensión la compañía, querían a un homúnculo huele-braguetas que se encargase de palear la mierda de sus establos conspirativos? Con dos cojones. Había accedido a que me clavasen un alfiler con ese rótulo y ahora no había vuelta atrás. Me moría de necesidad, pero también me picaba el dinero fresco en los bolsillos y la sobriedad forzosa del retraso a la hora de salir a por un poco de recreo me provocaba un regusto palatal a aventura en ciernes a través de un entorno descontrolado. Una forma aplacada y opaca del mono me hacía verlo todo como algo más irreal que la irrealidad de RealKonsens. Cuesta abajo químico. Tras la renovación de los votos de mamada recíproca con la compañía, ningún detector de mentiras me hubiese quitado la razón al perjurar que los canales del Ensanche, los campos de juncos enraizados en la planta baja de las casuchas abandonadas en el barrio de Gracia y los criaderos de mosquitos tigre alrededor de la Plaga del Diamant, eran sólo un nivel más de abstracción por debajo de Doppelgánger. Nada es cierto, Aitor, todo está permitido, me dije. Esnifa un poco de miedo y segrega adrenalina. Al fin y al cabo, es un trabajo fácil. Sé bien puta. ¿Eres una puta buena, o no? Cuidado con ese montón de basura. María La Gorda tiene lo que necesitas ahora mismo y, quién sabe, a lo mejor también le da a la información que requieres para avanzar. Aitor, juega afilado y veintiséis mil euros son tuyos, no pierdas eso de vista. No apartes los ojos del balón esta vez. Podrás largarte de aquí. De vuelta en el ruedo, chavalote. Sabes que sabes que no te gusta esto, te dices continuamente que te has quedado varado en esta ciudad sin policías ni alcaldes ni la puta madre que los parió, este pantano foco infeccioso de rate-ros-trapicheros-blandepinchos-asilados-comemierdas-furcias-modernos-ricachos-de-medio-pelo-mala-priva-malos-culos-mala-salud. Barcelona se hunde y aquí sólo quedáis cuatro ratas sordas. Piensa en ello. Recuérdatelo medio millar de veces. El tiempo pasa deprisa cuando uno divaga. Ya has llegado.
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