Editorial Anagrama, 1995. 144 páginas.
Me gusta Tizón, me gusta su prosa y su libro Velocidad de los jardines es de una extraña perfección. Pero esta Seda salvaje no me ha acabado de convencer.
La prosa es impecable, y lo mejor del libro. Sólo por eso merece la pena leerlo. Pero la novela no acaba de cuajar, el obsesivo protagonista empeñado en descubrir lo que hace su novia por vía de un detective a ratos resulta increíble y el desarrollo de la historia no tiene mucho sentido. Como dice el protagonista en el libro:
Llegué a casa y me encerré a solas con el informe. Volvía sobre sus frases con el ánimo de quien vuelve a un lugar incómodo pero a salvo, donde los peores augurios son confirmados. Cada palabra escondía una ocasión de peligro y eran terreno minado sus acrobacias verbales. Repasándolo mejor, llegué a pensar en nosotros como en entes de ficción producidos por un autor de segunda; pero quizá el novelista que nos ideó había muerto olvidado y quedábamos nosotros huérfanos en medio de la calle, en medio de un capítulo, personajes sin guión persiguiéndonos unos a otros por apeaderos y altares en una mala caracterización de libro sin argumento. Todo podía ocurrir en este final en blanco y me era imposible decidir si el informe del detective recogía nuestras acciones o las dirigía, si era crónica de sucesos o éramos nosotros un mero plagio del libro. Luché por desvelar a quiénes estábamos imitando, de qué siluetas borrosas éramos proyecciones, qué oculta llama portábamos en nuestras idas y venidas a través de otras identidades.
Personajes sin guión es una descripción acertada. Si hubiera una buena historia detrás, este libro sería excelente. La prosa es buena. Un ejemplo:
Yo era un niño encerrado en la torre de los murmullos que un día fue obligado a salir y a enfrentarse con los demonios. Si se pudiese elegir yo aún estaría dentro. Vivir en el vestuario fue mi sueño más delicado y el causante de mi desdicha. La vida empieza demasiado pronto. Pero nadie elige, nadie decide, la existencia forma sus filas y te coloca el dorsal de un número involuntario, ya se mueve la maratón, ya avanzas, el turno siguiente es el tuyo y estás en la ventanilla. Con suerte te nombrarán director de un aeropuerto y si no tienes suerte tendrás que conformarte con un destino de saldo.
Sigo recomendando al autor, pero si tienen que empezar, hagánlo con otro libro.
Extracto:[-]
El relato me interesó y me aposté en una esquina. Vigilé durante horas hasta quedar congelado. Yo sabía que las posibilidades de encontrar por azar al detective en los alrededores del 2 % eran prácticamente nulas, pero también había leído en el tablón de anuncios de una hoja parroquial que basta que uno desee con ardor alguna cosa, con exclusividad de todo lo demás, para que esa cosa suceda. Durante buena parte de la tarde estuve debatiéndome en la esquina entre la hoja parroquial y el riesgo de pulmonía, preocupado porque a esas horas yo debía estar probándome por última vez el chaqué, y preguntándome si no estaría actuando de nuevo esa voraz simetría que parecía regirnos y nos encontraríamos, Sagunto y yo, vigilando a la vez desde las esquinas nuestras respectivas casas desiertas.
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