David Garnett. Un hombre en el zoo.

febrero 13, 2024

David Garnett, Un hombre en el zoo
Periférica, 2017. 120 páginas.
Tit. or. A man in the zoo. Trad. Ángeles de los Santos.

Una pareja tiene una discusión mientras visitan el zoo y el hombre, llevado por un impulso mitad de venganza mitad de despecho, se postula para quedarse en el zoo como un primate más. Sorprendentemente el zoo acepta y lo exhiben junto al resto de los animales, mientras tanto él como su pareja piensan si no se habrán equivocado llevando las cosas tan lejos.

Teniendo en cuenta que es una obra de 1924 la verdad es que me esperaba encontrarme algo más apolillado y ha sido un libro delicioso. El autor era miembro del grupo de Bloomsbury pero no sabía nada de él. Pese a tener casi 100 años me ha resultado bastante fresco -y verosímil.

Pequeño pero sabroso.

Muy bueno.


Después se preguntó por qué habría ella de ir, y empezó a convencerse a sí mismo de que no había motivo alguno por el que ella pudiera ir a verlo, y de que ése era el temor más irracional que podría hacer presa en él, pero eso no ocurriría.
«No», dijo por fin, sacudiendo al cabeza, «comprendo que tendrá que venir. Ella es libre de ir donde quiera, y un día, cuando yo levante la vista la veré ahí, mirándome aquí en la jaula. Tarde o temprano tiene que ocurrir.» Entonces se preguntó qué motivo podría tener ella para ir a verlo. ¿Por qué habría de ir?, ¿sería para burlarse de él y atormentarlo, o sería porque ahora que era demasiado tarde ella se arrepentía de haberlo mandado allí?
«No», se dijo, «no, Josephine nunca se arrepentirá, o, si se arrepintiera, nunca lo reconocería. Cuando venga será para hacerme más daño del que ya me ha hecho; vendrá a atormentarme porque eso le divierte y yo estoy a su merced. Oh, Dios mío, ella no conoce la clemencia.»
En este punto, el señor Cromartie, tan altivo sólo media hora antes, cuando decía que ya no le importaba en absoluto la humanidad ni nada de lo que la gente dijera, se echó a llorar y a gimotear como un niño, quedándose todo el tiempo escondido en su pequeño dormitorio. Estuvo allí, sentado
en el borde de la cama durante un cuarto de hora, con la cara hundida en las manos y las lágrimas corriéndole entre los dedos. Y todo ese tiempo estuvo dándole vueltas a aquel nuevo miedo, y diciéndose a sí mismo, primero, que su vida ya no estaba a salvo, que Josephine iría con una pistola y le dispararía por entre los barrotes, y después, recobrando el control de sus pensamientos, que a ella él no le importaba nada y no iría por hacerle daño sino por el placer de darse protagonismo y hacer que hablaran de ella sus amigos o los periódicos. Por fin se tranquilizó un poco, se lavó la cara y se refrescó los ojos, y entonces volvió a la jaula, donde pueden ustedes estar seguros de que el gentío estaba impaciente por verlo, después de haber estado esperando tanto rato.
Una vez más se pudo ver que a este señor Cro-martie «no le importaba nada la humanidad ni lo que la gente dijera». Porque en el momento en que entró en la jaula, a la vista del público, pasó de ser una criatura deplorable, con la cara contraída de manera cómica para contener las lágrimas, a estar al instante muy tranquilo, dueño de sí mismo, y a no mostrar atisbo de sentimiento alguno. Sin embargo, ¿demostraba esta fingida calma que no le importaba en absoluto la humanidad?

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